Uno de los problemas de la pedagogía progresista es el de partir de un niño ideal que quiere aprender, pero no puede por falta de confianza en sí mismo y que sólo necesita ser reforzado un poco para vencer sus miedos, adquirir seguridad y progresar en su aprendizaje. Este esquema de ánalisis, válido en un modelo autoritario, es sin embargo poco operativo para corregir los extragos del permisivismo educativo actual, porque son de signo muy particular. El alumnado constata día a día que nadie le exige de forma eficaz que cumpla ciertas normas y no desarrolla cuando le corresponde la capacidad de obedecer a otros. El primer efecto de esta omisión es el de no aprender a darse órdenes mínimamente exigentes a si mismo, una destreza que cómo muy bien han señalado los psicólogos sólo se adquiere obedeciendo primero a otros. No nos extrañe que este alumnado quede cautivo de sus impulsos desordenados con frecuencia y que pierda el control con facilidad. Pero, hay más: ¿cómo pedirle que se imponga retos ambiciosos a largo plazo si es cada vez más esclavo de sus impulsos y deseos inmediatos?
Lo que ha dado una fuerza expansiva extarordinaria a la especie humana es precisamente su gran capacidad para renunciar al imperio de lo inmediato y para trabajar a largo plazo, soportando los sínsabores cotidianos sin desfallecer. El problema de fondo es que los adultos somos los primeros que hemos perdido confianza en los valores y mensajes que justificaban aplazamientos y renuncias sin fin. Ya no creemos en los "grandes relatos", en las instancias creadoras de sentido, en las morales de renuncia, en los motivos incuestionables para diferir las recompensas. Y nos hemos quedado desarmados, prisioneros de un alumnado que no sabe gobernarse a sí mismo y al que no sabemos trasmitir motivos creíbles para hacerlo.
Como dice Francisco Caviano, en esta situación, "els interessos de l'alumnat són ara definits i imposats emocionalment pels nous educadors de masses, la publicitat i l'imaginari audiovisual. La racionalitat i el pensament abstracte perden terreny. L'emoció guanya la partida a la raó. ... La diversió és el nucli dur de la societat de l'espectacle, un estil global que se centra en el present i obtura el desig racional i responsable d'un futur personal. Diversió contra coneixement. La disciplina, l'esforç, l'autoresponsabilitat i la recerca de l'excel.lència no són divertides. ...L'escola s'ha obert a la realitat, però aquesta l'ha envaït i l'ha colonitzat amb la seva estela d'immoralitat, de vulgaritat i de banalització del Bé i del Mal. No hi ha límits ni referents. Tu pots fer el que vulguis." EL PERIÓDICO 22.10.06
Llegados a este punto, urge replantearnos qué consideramos verdaderamente valioso y digno en nuestras vidas para defenderlo ante hijos y alumnos con nuestras acciones y palabras, no permitiendo que en nuestros ámbitos de actuación esos valores se conculquen.
No nos engañemos, la autoridad sólo puede derivar de unos valores realmente encarnados y también, nadie lo duda, de la habilidad para hacerlos visibles sin imposiciones gratuitas (el docente ha de ser a la vez rey y mago). Pero, sin esa fuente de autoridad que deriva de las convicciones personales, será muy dificil alzar al "magister" o flexibilizarlo. Simplemente no habrá magister, sino una simple máscara hueca, un ilusionista, un hábil manipulador.
El siguiente paso será enfrentarse a algo de lo que ya se empieza a hablar: a la "reeducación" de unas generaciones que han desarrollado malos hábitos, difíciles de corregir. Pero, ¿cómo abordar a ese alumnado impulsivo, hostil, malcarado y agresivo que gestamos en nuestros hogares y aulas?. ¿Hemos de pasar por un período transitorio de supernays cómo propone Blair?. Frente a este reto desagradable, casi todos enmudecen, empezando por la pedagogía progresista a para la que esa realidad adversa parece no existir o ser poco significativa.
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