Mire a su alrededor y compruebe cuántos hombres de mediana edad viven sin coraza. Generalmente, cuando yo realizo este ejercicio no encuentro prácticamente a nadie. Todos se protejen poderosamente mediante la exhibición de conocimientos y competencias, o de un humor escéptico y desdeñoso o de un distanciamiento condescedeniente y desencantado. En definitiva, blindajes de acero sin la más mínima grieta, fruto de un esfuerzo constante por mantener el tipo. La masculinidad tradicional sigue en pie. Las mujeres, en cambio, no pretenden ser tan impertubables, se ríen más de si mismas y exhiben sus déficits con desenfado. Aunque cada vez veo a más mujeres hacer gala de perfeccionismo tras máscaras frías e inexpresivas. También ellas recuerdan las rigidices de la masculinidad tradicional. A mi me gusta la gente que habla desde su fuero interno, la que sonríe como los niños, la que evita los enmascaramientos forzados y artificiosos. La que pide perdón cuando se enfada. |
sábado, diciembre 23, 2006
Hombres acorazados
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