sábado, diciembre 16, 2006

Estereotipos de género y juguetes

ALERTA JUGUETES

Eulalia Solé

LA VANGUARDIA, 15-12-2006
Se avecina la época anual
en que las familias y grupos
de amigos van a obsequiarse
con gran cantidad
de regalos. Y los infantes serán
los principales destinatarios, con
juguetes más o menos caros según
criterio y posibles de sus dadores,
si bien más importante que el costo
será la índole del objeto recibido.
Como cada año en estas fechas
seguiremos preguntándonos
si existen juguetes sexistas, si las
niñas continúan adscritas a un tipo
de entretenimiento que perpetúa
su condición, eso es, que perfila
su futuro como mujeres, de
igual forma que a los niños se les
inclina hacia los roles masculinos
ancestrales.
Ante tal disyuntiva, entre quienes
se la plantean no existen posturas
unánimes. Un sector adopta
una concepción que, dentro del
avance que significa el cuestionar
la tradicional distribución de juguetes,
podría considerarse clásica.
Consiste en recomendar que
no se regalen cocinitas a las niñas,
ni tablas de planchar, ni muñecos
con su ropita, su cuna y su cochecito.
Desde esta perspectiva, sólo
han de recibir balones, coches, triciclos...,
no eso y además lo otro.
Una actitud que, por lo común y
por fortuna, suele coincidir con el
rechazo a regalar a los niños juguetes
bélicos. Ni pistolas, ni cañones;
como máximo espadas de
plástico para que fantaseen con
obsoletas armas del pasado.
No obstante, aunque la decisión
de proscribir el entrenamiento
de las niñas hacia la diferencia
de roles femenino y masculino
puede parecer encomiable, no lo
es tanto. Baste con preguntarse
qué ocurriría si la socialización
de las niñas copiara la actual de
los niños. Nada de sentimentalismos
y sólo patadas al balón, y
más tarde, videojuegos de lucha.
¿El futuro ha de consistir en
que ellas abandonen los juegos
que reproducen una parte de la vida
cotidiana para limitarse a los
que reproducen la cosmovisión
masculina?
Ahora, niñas y niños suelen coincidir
en puzzles, bicicletas, juegos
de construcción, libros, quizás
coches. ¿No sería deseable
que ellos incorporaran en su
aprendizaje a través del juego la
parte femenina de la vida? Mantenerlos
alejados de este entrenamiento
resulta tan equivocado como
lo sería impedir que las niñas
jugasen a cocinitas.
Por lo pronto, cada vez es menos
cierto que los hombres no realizan
las tareas del hogar. Si bien
las estadísticas nos muestran porcentajes
aún desalentadores, crece
el número de hombres que cocinan,
van a la compra, planchan y
cuidan de sus bebés. Entonces,
cuando losReyes traen a las niñas
utensilios caseros de juguete, ¿mitan
sólo a la madre o también al
padre?
Si una proporción de hombres
que va siendo elevada está rompiendo
con la clásica división del
trabajo doméstico, al igual que
las mujeres llevan tiempo haciendo
lo análogo en el terreno profesional,
¿qué sentido tiene que a
través del juego no se represente
la realidad?
Toda la libertad y la igualdad
de derechos por la que luchan las
mujeres, y que la sociedad ratifica,
tendría que transponerse a los
hombres en cuanto a reconocer
desde la infancia su derecho a copiar
la vida real jugando con muñecas,
planchas, cafeteras y demás.
Sólo cuando los padres no se
avergüencen de regalar a su hijo
juguetes que hasta el momento estaban
reservados a las niñas, sólo
cuando nadie se sorprenda de ver
a un niño acunando a un muñeco,
como más tarde hará con su propio
hijo, sólo entonces la sociedad
demostrará su madurez.
Cuando, al abrir los regalos, los juguetes
para ellos y para ellas puedan

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