martes, junio 12, 2007

Pobres hombres

Un día escuché a una mujer insultar a su pareja diciéndole “eres un pobre hombre. Lo hizo con contundencia complaciente, regodeándose en las sílabas, como convencida de que con estas palabras inflingía un golpe demoledor y le precipitaba definitivamente hacia el abismo del desprecio. Se trata de lo que podríamos llamar “un insulto de género, quizás la opción más virulenta entre las que ofrece el arte del insulto, porque ataca directamente nuestra condición psicosexual, es decir, la entraña más íntima de nuestra identidad. En este caso, la masculinidad del agredido.

Posiblemente no exista mejor definición de lo que comúnmente se entiende por masculinidad que la se obtiene positivizando la expresión “pobre hombre”. Pero, como ya señaló Elizabeth Badinter, la masculinidad tradicional tiende a definirse en negativo: “un hombre deberá convencerse y convencer de que no es una mujer, que no es un bebé y que no es homosexual” (XY, La identidad masculina, Alianza Editorial, 1993, pág. 51), en definitiva –podríamos añadir-, de que no es “un pobre hombre”. Un "verdadero hombre" ha de ser fuerte, valiente, maduro, adulto, controlado, seguro, competente, autosuficiente, triunfador, macho, con éxito entre las mujeres... Lo contrario de un "pobre hombre" que es un ser débil, frágil, cobarde, inmaduro, veleidoso, fracasado, inseguro, torpe, pegajoso, cargante, criticón, murmurador, afeminado, sin atractivo...

Podríamos pensar que muchos hombres y mujeres han conseguido escapar ya de estos esquemas opresivos y nada funcionales, pero no debe ser tan cierto, porque todos somos conscientes del poder altamente vejatorio que sigue teniendo el insulto “eres un pobre hombre”. Tanto, que desacredita especialmente a quien lo emplea, porque implica una notable falta de compasión (además de un notable primitivismo en su visión de las identidades de género).

Pero, posiblemente nada nos cause más desazón que un hombre, que ha fracasado en todo y opta por autoaplicarse este insulto de género:

"Soy un pobre hombre"Enviado por ojoaislado el 26 mayo a 20:36.,

Estoy hecho un asco (sobretodo fisicamente), aunque mi vida es asquerosa en general. mi existencia transcurre pegado a la pantalla del ordenador, mis hobbies son el ordenador, mi vida y mis obras son el ordenador, por eso, porque no tengo vida disfruto viendo la vida de los demás. Soy un pobre hombre frustrado que no ha conseguido nada en la vida y que por eso me averguenzo de cómo soy y siempre estoy mintiendo y haciéndome pasar por otras personas. Como soy así nadie me quiere (nadie en la vida real), porque en mi vida virtual tengo muchos amig@s pero en realidad no saben cómo soy, ni la edad que tengo, ni a lo que me dedico (es decir, a nada, solo a usmear en la vida de los demás). Si supieran lo bajo, raro y lo malo que soy, nadie me hablaría tampoco aquí. Lo peor de todo es que me encuentro tan mal y soy tan triste, que disfruto viendo como sufren otras personas (me reconforta), me siento mejor con las desgracias ajenas y humillando a la gente, pero sobretodo a los que no me siguen el juego... Bueno, la verdad, es que diciendo esto me siento mejor. Creo que necesito ayuda profesional, un psiquiatra por lo menos, pero mi madre dice que eso son tonterias y que lo que necesito es un pico y una pala y una carretera que este en obras. Pero es que se está tan bien en mi cuarto a oscuras, solo y delante del ordenador y de la tele con el mando en la mano que no me veo de otra manera en mi mierda de vida. Gracias por leerme.

http://foro.enfemenino.com/forum/psycho1/__f13992_psycho1-Soy-un-pobre-hombre.html



En Japón, a los que se aíslan con su ordenador, tras sentirse fracasados se les denomina “hikimori”(HIKIKOMORI, LA NOVA GENERACIÓ PERDUDA, Carmen Montilla, Avui, 22/01/2006). Se trata de un trastorno de género, porque no se produce entre las chicas, sino entre los chicos, a los que se somete a un guión vital muy estricto y opresor con el objetivo de que consigan un elevado rendimiento académico y el éxito final tras una sucesión interminable de procesos selectivos. El fracaso es vivido como una vergüenza familiar. Generalmente, los jóvenes que se encierran en su habitación lo hacen tras un suspenso en un examen o a causa de una decepción amorosa, y pueden llegar hasta inusitados extremos de reclusión.

Pero, los hombre adultos establecidos tampoco escapan a estas dinámicas de enajenación y asilamiento, aunque adopten formas más sutiles. Precisamente en el Avui de hoy, Toni de la Torre i Carla Gràcia nos ofrecen la historia de “un pobre hombrejaponés, en su una nueva entrega de la serie “SI MARXÉS A FER LA VOLTA AL MON, VINDRIES AMB MI? (15)”:



Historia de hombres.S. SOMEKAWA. Avui, martes, 12 de junio del 2007. Traducción personal.




Nada más llegar a Tokio, tenemos la oportunidad de observar una de aquellas escenas socialmente descriptivas: el metro, repleto de gente, pero en absoluto silencio, porque no hay ni un solo pasajero despierto. Ya son las diez de la noche y todo el mundo vuelve de trabajar absolutamente destrozado, sin el menor ánimo de mantener los ojos abiertos. Delante nuestro, un hombre de unos cincuenta años parece rendido, su cabeza descansa sobre unos brazos perfectamente doblados sobre el pecho. Lleva una americana de color gris, como gris es su vida desde que se levanta hasta que se pone el sol. Cuando era un niño tenía sueños. Soñaba con hacerse samurai. Él habría querido servir a la gente de su pueblo, ayudarla y cumplir con éxito los más diversos encargos. Porque los samurais no se debían siempre al shogun, el señor guerrero, como aparece a las películas; generalmente eran un cuerpo de voluntarios que arreglaban los problemas de su pueblo, tanto si se trataba de reconstruir un puente que se había estropeado, como si había que hacer de escoltas de un comerciante que quería viajar al pueblo del lado y tenía miedo de los ladrones y bandoleros. Los samurais obedecían y ayudaban a sus vecinos, y esta, y no otra, es la base del honor que supone ser samurai: darse a los otros.

A CAMBIO, LOS VECINOS PAGABAN una pequeña cantidad que servía para sustentar los gastos de los samurais y del jyoutan, el lugar donde viven. Al final, lo más cerca que había estado de esta vida de honor y de servicio había sido leyendo manga en su habitación. Allí, ya en la adolescencia, se refugiaba de sus compañeros de clase (que se reían de él e intentaban dejarlo siempre en ridículo ante alguna chica) y del exigente sistema educativo japonés (que estimula la competitividad entre los alumnos aprobando a los mejores de la clase y suspendiendo el resto: o sea, en un examen sólo aprueban los 20 alumnos que tengan más buena nota). Lo hacía leyendo las aventuras del samurai Yoshitsune Matsumoto y maravillándose con su valentía.

PERO ÚNICAMENTE TENÍA QUE SERVIR a su empresa. Entró en cuanto acabó su carrera, gracias a los contactos de su padre, que trabajaba allí desde hacía veinte años. Al principio, se lo tomó con entusiasmo. Tenía ideas, quería hacer cosas, tenía la esperanza de hacer un mundo mejor. No es que desde una fábrica de confección de quimonos se pudiese hacer gran cosa, pero en aquella época a Kyosuke aún le quedaba empuje e ilusión. Se centró en llegar a ser un gestor brillante y no paraba de leer libros sobre dirección y administración de empresas, publicidad y relaciones internacionales. Él creía que el futuro de su empresa era la exportación, y cada atardecer, cuando volvía del trabajo a su pequeño piso de Ueno, estudiaba inglés hasta que se quedaba adormecido.

YA TENÍA TREINTA AÑOS, y su familia estaba ansiosa porque se casase y tuviese hijos. Cuando le engañaron para presentarle a la que sería su futura mujer, Kyosuke estaba enfadado y creía que era una pérdida de tiempo, pero al ver la sonrisa delicada y preciosa de la joven y su mirada dulce y tierna, cambió rápidamente de opinión. Se gustaron enseguida, y después del tiempo requerido para los preparativos de la ceremonia, se casaron. Pero lo que al principio era una convivencia feliz, poco a poco se fue apagando. Los sueños de él sobre la empresa pronto se deshicieron, cuando se dio cuenta de que nunca conseguiría el lugar de gestor y que debería quedarse como ayudante. Al menos, hasta que el señor Norita se jubilase. Porque en las empresas japonesas la lealtad y la voz de la experiencia es lo más valorado, y el señor Norita, con más de treinta años trabajando para la empresa, mantendría su lugar hasta el final. Y él, su asistente, no podía hacer nada más que esperar.

LAS HORAS DE TRABAJO se convirtieron en una agonía gris, repetitiva y rutinaria. De frustración. Cuando salía de trabajar y llegaba en casa, descubría que su mujer ya no le miraba como antes. Tenía los ojos tristes, alguna cosa que le decía que su amor ya se había desvanecido y que la culpa era de él. Y con los niños, que no paraban de marearlo, no sabía qué decir ni cómo desenvolverse delante suyo, porque nunca se había involucrado demasiado en sus cosas.

HUNDIDO EN SU TEDIO, cuando uno de sus compañeros de trabajo le invitó a tomar una copa a Shinjuku, no se negó. El alcohol le hizo olvidar y desinhibirse; y la compañía de las chicas de los locales de noche le hicieron recuperar la felicidad, ni que fuese por un momento, del tacto de la piel joven en sus manos. Comenzó a mentir a su mujer y a inventarse reuniones que no existían. Acababa pasando la noche en los hoteles cápsula. Y al día siguiente, con el diario sobre la mesa y un café en las manos, parecía un hombre normal que estaba haciendo tiempo, antes de ir a trabajar. Pero, si uno miraba al fondo de sus ojos encontraba un vacío mortal.


Leyendo este relato, supongo que a nadie se nos escapa que la exigencia de éxito no es específica del Japón y sigue estando universalmente asociada a la condición masculina, empobreciendo y condicionando la vida de muchos hombres. Al igual que Kyosuke, muchos hombres siguen empeñados afirmar su masculinidad persiguiendo ensueños de éxito en la vida externa, enajenándose cada vez más de su entornos íntimos, de su pareja, de sus hija e hijos, y de si mismos, para convertirse en lo que siempre han temido: unos supuestos “pobres hombresfracasados que buscan evadirse de esa constatación hiriente. A esos hombres habría que recordarles que su masculinidad no ha fracasado, sino un modelo de conducta injusto y opresor, que siempre están a tiempo de revisar. Dedicarse a esta causa vale la pena, porque acelerar los cambios en los patrones de género puede ahorrar mucho sufrimiento a la humanidad. Yo intento contribuir modestamente a esta empresa con este blog.


Por si nos quedan dudas, quizás el repertorio de trastornos psíquicos específicamente masculinos, catalogados por el psicólogo Luis Bonino -entre los que figuran los brotes de agresividad y violencia-, pueda convencernos de la urgencia de modificar el modelo hegemónico de masculinidad...


Malestares masculinos: Son problemáticas caracterizadas por la producción de sufrimiento psíquico y/o daño a sí mismo y por ser egodistónicas, es decir se viven como extrañas y molestas para el propio Yo. Podemos diferenciarlas en:

-Los trastornos por búsqueda imperativa del éxito y control, caracterizados por el hecho de que cualquiera de los valores derivados de las creencias de la masculinidad (trabajo, sexualidad, potencia económica o corporal, etc), pueden ser tomados obsesiva o adictivamente como camino para llegar a ser “todo” un hombre. Este camino provoca una sobrecarga psíquica que lleva a veces al daño corporal corporal intempestivo (infarto, por ejemplo).

-Los trastornos por sentimiento de fracaso viril, derivados de la percepción del no cumplimiento de algunos de los mandatos de la Nhg o de la pérdida de valores masculinos que se suponía poseer (especialmente ante disfunciones sexuales o desempleo). Estas experiencias son significadas desde la Lt/n.m como fracaso en la realización del ser (ser poco o nada hombre) con la herida narcisista y la sintomatología ansioso-depresiva o hiperreactiva consiguiente.

-Las patologías de la autosuficiencia con restricción emocional: derivadas de la valoración extrema de la autosuficiencia vital y la invulnerabilidad, y con los consecuentes déficits personales provocados por la negación de lo emocional y lo vincular. En ellas lo llamado autosuficiencia es en realidad pseudoautonomía. Son quizás los malestares masculinos más frecuentes: arritmicidad patológica, alexitimia, homofobia , dependencias a la pornografía o a la tecnología, intimofobia, parasitismo emocional de las mujeres, etc. (7,19,20)

-Los trastornos por sobreinvestimiento del cuerpo-máquina muscular : derivados de la hiperconsideracion del cuerpoenvoltura exterior” . En cambio, el cuerpo”interior” está desinvestido de consideración, con las consecuente desconexión sensitiva de una parte de sí. La vigorexia es un ejemplo muy actual de este trastorno , así como las sobrecargas o las corazas musculares y la falta de detección de alarmas corporales que impiden registrar signos precoces de enfermendad.

-Hipermasculinidades : son trastornos por “exceso” de masculinidad, en el que se desarrollan actitudes en los que hay una identificación infatuada y exhibicionista con valores masculinos, que se ostentan a través de comportamientos exageradamentemasculinos”, tales como despliegues de fuerza, , riesgo o agresividad, exceso en consumo de alcohol o drogas, hiperautosuficiencia, la hipersexuación o no respetar reglas. Son frecuentes en los adolescentes, quienes los realizan grupalmente a veces en contra de sus deseos para ser aceptados por sus pares, así como por varones en crisis vital. Surgen del malestar por una masculinidad en entredicho, a la que se intenta reasegurar con “estrategiasmasculinas. A veces conducen a abusos, aunque no sea su objetivo especifico.

-Las patologías de la perplejidad y trastornos de la masculinidad transicional: estas problemáticas surgen de la actual caída o puesta en cuestión de varios mitos de la masculinidad. Esto provoca en muchos varones que se sostenían en ellos, desconcierto y perplejidad, estancamiento del devenir vital o conflictos intra o intersubjetivos con los nuevos roles deseados/temidos. Entre ellas destacan el síndrome de “pérdida del norte” (18), las dificultades de conciliación vida laboral/vida familiar, la vergüenza del hombre progresista a mostrar sus cambios y la llamada crisis de la identidad masculina (que la mayoría de las veces no es tal, sino un reacomodo a la restricción de roles que el varón percibe, pero sin cuestionamiento de sus representaciones de sí).

-Los trastornos derivados de orientaciones sexuales no tradicionales: originados en la no aceptación inter o intrasubjetiva de orientaciones sexuales no heterosexuales que algunos varones asumen fácticamente (célibe, homo o bisexualidad) y que implican transgredir la actual creencia de masculinidad =heterosexualidad activa, con la angustia y el temor al rechazo consiguiente.

-La ausencia o el vaciamiento en la subjetividad de determinados características humanasproscriptas “ para los varones, y la acumulacion de heridas al orgullo masculino que todas estas problemáticas producen, generan muchas veces déficits o inhibiciones en el desarrollo personal, que a su vez, por la impotencia que producen, generan mas sufrimiento(19,20):

Trastornos por indiferencia a otr@s o a sí mismo

En ellos, la otra persona o el sí mismo, no son sujetos u objetos de amor, posesión o dominio, sino que no son generadores de interés vital o simplemente no existen. Estos trastornos son:

-Las patologías de la autosuficiencia indiferente o agresiva: relacionadas con las patologías por autosuficiencia con restricción emocional pero en las que las caracteriza no es la valoración narcisista del autoabastecerse sino el predominio de la indiferencia, la descalificación a las necesidades del otr@,). Entre ellas: el autocentramiento patológico, la insolidaridad con los próximos y los lejanos en lo doméstico o en lo social, el embarazo de la pareja con desimplicación de la propia responsabilidad o la violencia “porque sí” "(11) ( en la que no se apela a una causa sino al puro placer de dañar).

-Los trastornos por obediencia/rebeldía excesivas a la norma y jerarquía . Los varones tienden a tener representaciones de sí como autosuficientes , beligerantes y superiores a las mujeres. Sin embargo, en el plano funcional de la organización de su actuar tiene mucha predominancia el imperativo ¡subordinación y valor! (pero ya sin la prescripción del valor) derivado de la burocratización del ideal del soldado. Por eso, en la practica cotidiana de su vida, gran numero de varones se encuentran acomodados rígidamente en relaciones micro y macrosociales de sometimiento, aunque éstas sean muy injustas o poco saludables, y no son muchos los que, aunque sufran en ellas se rebelen . Sometidos a las pautas o jerarquías externas, la propia subjetividad se vuelve indiferente ante sí, sin realización de deseos personalizados o cuestionamientos transformadores, oculta tras los “roles” que se “debencumplir (y aquí tenemos la normopatía viril(19) que no presenta "síntomas" quejas, pero produce "aplanamiento" vital y frecuentes trastornos psicosomáticos, la sobreadaptación exitosa o la neurosis obsesiva), o se “deben” transgredir (y aquí incluimos a las sociopatías) aunque con modelos transgresivos masculinos hiperindividualistas.,


Abusos de poder y violencias: Malestares y maltratos masculinos

Bonino, Luis: Nuevas visiones de la masculinidad, Icaria. Barcelona, 2000.



Tras leerlo, resulta muy pertinente recordar aquel email-“pptanónimo de amplia circulación que decía:

— Por cada mujer fuerte cansada de aparentar debilidad, hay un hombre débil cansado de parecer fuerte.
— Por cada mujer cansada de tener que actuar como una tonta, hay un hombre agobiado por tener que aparentar saberlo todo.
— Por cada mujer cansada de ser calificada como "hembra emocional", hay un hombre a quien se le ha negado el derecho a llorar y a ser delicado.
— Por cada mujer catalogada como poco femenina cuando compite, hay un hombre obligado a competir para que no se dude de su masculinidad.
— Por cada mujer cansada de ser un objeto sexual, hay un hombre preocupado por su potencia sexual.
— Por cada mujer que se siente atada por sus hijos,
hay un hombre a quien le ha sido negado el placer de la paternidad.
— Por cada mujer que no ha tenido acceso a un trabajo o a un salario
satisfactorio,
hay un hombre que debe asumir la responsabilidad económica de otro
ser humano.
— Por cada mujer que desconoce los mecanismos del automóvil, hay un hombre que no ha aprendido los secretos del arte de cocinar.
— Por cada mujer que da un paso hacia su propia liberación, hay un hombre que redescubre el camino hacia la libertad.



Me gusta especialmente, porque responsabiliza tanto a hombres como a mujeres del reto de cambiar los guiones de género. No puede cambiar un género, sino cambia a la par el otro.

2 comentarios:

MisteryGirl dijo...

Resulta bastante tonto tener que vivir asumiendo un duro role, sin poderte salir de ahí, negando así lo que realmente eres. Esto implica una gran carga, y les pasa a la mayoría de hombres, pero también a muchas mujeres.

¿Quién dice que no puedas hacer esto por ser mujer o lo otro por ser hombre? cada uno es cómo es, y no tiene que vivir con forme a lo que creen que debe ser.

Ha llegado el momento de acabar con los roles masculino y femenino para empezar a ver que antes que mujeres u hombres, somos PERSONAS, y el sexo(masculino o femenino) no implica nada: ni una serie de obligaciones, ni el cumplimiento de unos valores ect NADA, salvo unas diferencias físicas y perceptibles solamente por los sentidos.

PD: MI punto de vista.
¡Saludos!

MisteryGirl dijo...

Resulta bastante tonto tener que vivir asumiendo un duro role, sin poderte salir de ahí, negando así lo que realmente eres. Esto implica una gran carga, y les pasa a la mayoría de hombres, pero también a muchas mujeres.

¿Quién dice que no puedas hacer esto por ser mujer o lo otro por ser hombre? cada uno es cómo es, y no tiene que vivir con forme a lo que creen que debe ser.

Ha llegado el momento de acabar con los roles masculino y femenino para empezar a ver que antes que mujeres u hombres, somos PERSONAS, y el sexo(masculino o femenino) no implica nada: ni una serie de obligaciones, ni el cumplimiento de unos valores ect NADA, salvo unas diferencias físicas y perceptibles solamente por los sentidos.

PD: MI punto de vista.
¡Saludos!