sábado, junio 30, 2007

Sé tú mismo

El sábado pasado estaba viendo una serie infantil con mis hijos y me volví a topar con el mensaje “sé tú mismo”, ya algo gastado en el mundo de los adultos, pero que asombrosamente parece apropiado para los auditorios más jóvenes. A falta de otros argumentos, los guionistas lo utilizan como un recurso de urgencia que siempre da juego, porque forma ya parte del vademécum básico del psicologismo popular. El resultado al final es un ametrallamiento sin tregua, que invita prematuramente a los infantes a afirmar ¡su identidad!. Imagínense lo odioso que para cualquiera de nosotros resultaría un pepito grillo obsesivo que nos estuviera martirizando constantemente con la cantinela: “sé tú mismo”, “sé tú mismo”, “sé tú mismo”. Pues bien, retrocedamos en el tiempo, e imaginemos la misma cantinela ¡con siete u ocho años!.

En el caso que comento, el guión resultaba francamente forzado. Una niña de aspecto empollón y susceptible de padecer bullying, se liberaba de tensiones tocando al piano una pieza medieval y –¡oh maravilla!- se le aparecía una mujer portando una armadura espectacular. ¿Por qué vas vestida así?, le preguntó la niña. Y la dama le contestó: “porque soy Juana de Arco. Yo también padecí muchas presiones, pero decidí ser yo misma. Se tú misma”. ¡Caramba! ¡La santa visionaria Juana de Arco convertida de un plumazo en heroína de la Gestalt!. Es asombrosa la capacidad de la cultura “Reader’s diggest” americana para deglutir y trasmutar cualquier episodio o experiencia del pasado.

El asunto me recordó la obra de Charles Taylor, La ética de la autenticidad y, en especial, un texto de Teresa Forcades relacionado indirectamente con el tema. Confieso que los escritos y las apariciones públicas de esta joven monja benedictina siempre me admiran. En un artículo suyo sobre la diversidad cultural(http://synodalia.net/conferences/Forcades_es.pdf), explicaba su experiencia en Estados Unidos formándose como médico especialista y, después, como estudiante en la Facultad de Teología de Harvard. En ambos casos, constató lo difícil que les resultaba a sus compañeros y compañeras salir de sus pequeños mundos y relacionarse entre ellos, a pesar de que todos parecían reconocer la conveniencia de hacerlo y de considerar la diversidad un valor.

Ella lo atribuye a cuatro razones básicas:

1. La falacia del multiculturalismo pasivo: “el multiculturalismo pasivo no existe. Esto significa que no es cierto que la reunión de personas procedentes de todo el mundo en un mismo espacio o en una misma sociedad conduzca “de manera natural” al diálogo y al enriquecimiento mutuo”.

2. La Prevalencia de la Epistemología de los Horizontes
Cerrados.
"El modelo de los horizontes cerrados representa una reacción contra las pretensiones universalizadoras y de dominio de la Modernidad. Reconoce las particularidades y, por tanto, las limitaciones de toda aproximación a la realidad (de toda epistemología), e insiste que el otro sea reconocido como “otro”. Favorece el intercambio interpersonal sin controversia, sin reto. Este modelo precisa que yo sitúe al otro a priori en un contexto que no es el mío y le mantenga ahí durante nuestro intercambio.La pregunta que este modelo no ha logrado responder aún es: ¿cómo puedo relacionarme en la práctica con este “otro” tan extraño a la propia identidad y al propio contexto de significación?." Forcades cita a Gadamer que afirma “Cuando, desde el principio, incluímos el punto de vista del otro en aquello que nos está diciendo, no hacemos sino proteger de hecho el propio punto de vista y volverlo inaccesible para el otro. Así, el reconocimiento de la alteridad del otro [realizada en nombre de la máxima subjetividad, paradójicamente] lo reduce a objeto e implica necesariamente la anulación práctica de su pretensión de verdad.”

3. La Experiencia Previa de Intolerancia. “Refugiarse en la propia identidad y reivindicar el derecho a no ser invadido por el otro, por muy insatisfactorio que nos resulte a nivel teórico, puede resultar en la práctica un objetivo deseable para alguien que haya sido víctima de la intolerancia de los demás...; para alguien que haya experimentado cómo su identidad era manipulada, ignorada o ridiculizada.

4. Pero la razón que más pesa en el artículo de Teresa Forcades es sobretodo la prevalencia del Modelo Monológico de Identidad, que tiene sus raíces en la noción de "voz interior" desarrollada por Herder y convertida más tarde en la instancia suprema de construcción de la propia identidad. “Considerando que mi voz interior es única y original, la sociedad no solamente debe permitirme seguirla sin poner objeciones, sino que está moralmente obligada a reconocer
explícitamente la importancia que mi voz interior tiene para los demás. Ya que no soy solamente yo quien me arriesgo a perder el sentido de mi existencia si no escucho mi voz interior, sino que es la propia sociedad la que se arriesga a perder el sentido de su existencia si no me escucha a mí (es decir, si no escucha a cada uno de sus miembros y no reconoce el carácter único de sus
aportaciones).”

El correlato moral de esta noción de voz interior es el ideal de la autenticidad, que representa exigencia ética para mí y un imperativo de reconocimiento en relación al otro. “Las identidades personales no pueden desarrollarse sin reconocimiento externo. No reconocer mi identidad equivale a negarme la única posibilidad que tengo de ser yo misma. Equivale a negarme la
experiencia de lo que “vivir humanamente” significa para mí.”

El problema, como señala Taylor y recuerda Forcades, es que “la generación monológica de la identidad a partir del interior del individuo es una quimera”. No sólo necesitamos a los otros para reconozcan y contemplen los maravillosos flujos de una identidad liberada y previamente constituida. Los necesitamos antes, porque sólo podemos constituirnos como identidades en interacción y diálogo con ellos.

Según Taylor, "debemos tomar en consideración una característica fundamental de la condición humana que se ha visto reducida prácticamente a la invisibilidad a causa del abrumador sesgo monológico de la filosofía moderna mayoritaria. Esta característica esencial de nuestra vida humana es su carácter eminentemente y fundamentalmente dialógico.”

Aunque nos pese, “la misma esencia de nuestra identidad resulta constituida solamente en y a través de nuestros intercambios con los demás”, incluso aunque mi relación con ellos sea de hostilidad, porque la confrontación también actúa como un poderoso mecanismo de afirmación identitaria.

Si insistimos en seguir la voz interior y ser uno mismo, prescindiendo de los demás para todo lo que no sea reconocer de mi identidad, nos hundiremos en la más gélida incomunicación.

"El reconocimiento concebido como derecho y como a priori, conduce al absurdo de exigir que el otro reconozca el valor de mi identidad sin tan siquiera saber quien soy (y sin tan siquiera
mostrar ningún interés por saberlo)."

Taylor es taxativo y, aunque reconoce que la apuesta por la afirmación de uno mismo pudo contrarrestar en su momento la rigidez y sobrevaloración de la sociedad frente al individuo, el resultado es que se están multiplicando las vidas precarias, erráticas, solipsistas, chatas, sin compromiso con el prójimo, permisivas, autoindulgentes.

Si a esa dinámica de la identidad monológica sumamos modelos de conducta como el de los horizontes cerrados, falacias como las del multiculturalismo pasivo, o reacciones autoprotectoras como las generdas por experiencias de intolerancia, el mundo puede convertirse en un infierno atroz. Por eso, deberíamos pensárnoslo dos veces antes de repetir o dejar repetir a otros machaconamente eso del “sé tú mismo”.

Quizás, en lugar de favorecer la eclosión incesante de pequeños narcisos con ese tipo de mensajes, deberíamos insistir más en la experiencia del diálogo y del encuentro personal con el prójimo. Una experiencia que implica no encerrarse en el propio mundo y abrirse receptivamente al otro. Sólo así podrán construirse identidades sólidas, capaces de hacerse valer cuando sea necesario.



En la fuerza está en el poder
En el sabio está en el saber
Con el tiempo todo llegará
En el día que hoy comienza
Mil respuestas buscarás
Subirás a la montaña

En la fuerza está en el poder
En el sabio está en el saber
Con el tiempo todo llegará
En el día que hoy comienza
Mil respuestas buscarás
Subirás a la montaña
La cima alcanzarás

Hijo de hombre, busca y ve
Que tu alma libre esté
Orgulloso un día estarás
Hijo de hombre, un hombre un día serás

No hay nadie que te guíe
Ni una mano que te den
Mas con fe y entendimiento
En un hombre te convertirás

Hijo de hombre, busca y ve
Que tu alma libre esté
Orgulloso un día estarás
Hijo de hombre, un hombre un día serás

Aprende a enseñar
Enseñando aprenderás
Tu vida está con quien tú amas más
Hoy todo en lo que sueñas
En tu imaginación
Aquí está ese momento
Realiza tu ilusión

Hijo de hombre, busca y ve
Que tu alma libre esté
Orgulloso un día estarás
Hijo de hombre, un hombre un día serás

Yeh oh, yeh oh, yeh oh

Hombre es, hombre es
Un hombre has logrado ser

4 comentarios:

Gregorio Luri dijo...

Me detengo a decirte que leo con atención cada uno de tus posts. La prueba de que me gustan es que vuelvo, fielmente.

Enrique Jimeno Fernández dijo...

Te agradezco tu fidelidad. Yo también te leo siempre, pero eres tan prolífico que a veces se me acumulan tus posts y antes de implicarme en una cuestión, ya me has regalado otra igual de estimulante.Gracias por tu blog y por tu generosidad.

Anónimo dijo...

Favorece el intercambio interpersonal sin controversia, sin reto. Este modelo precisa que yo sitúe al otro a priori en un contexto que no es el mío y le mantenga ahí durante nuestro intercambio.

Se exige el reconocimiento del otro "como otro" ("otredad", lo llamaban en la facultad de antropología, para distinguirlo de la "alteridad" psicológica), es decir que el negro se comporte como "negro", el vasco como "vasco", el musulmán como "musulmán".

Por supuesto, nada de esto termina con los "estereotipos", sino que simplemente logra transportarlos a un lugar distinto y más inaccesible: la "identidad", que relacionaba muy bien la autora con el idealismo alemán.

Piensen en las consecuencias políticas que tiene esto: los africanos deben ser reconocidos como "otros", ¿pero esto incluye el animismo o el canibalismo? ¿No hay aquí una especie de racismo inverso aquí? Se exigirá también el reconocimiento del musulmán "en cuanto musulmán", ¿pero esto incluye a Algazel, en filosofía, y a Fatah, en política?

Enrique Jimeno Fernández dijo...

Por eso, me parece tan esencial fomentar la disposición al encuentro, que implica diálogo y receptividad ante los argumentos opuestos. No creo que en las identidades que no dialogan y sólo exigen reconocimiento.