Ha desaparecido de nuestras existencias el tiempo denso de la tradición y del rito[1], que actualiza el pasado a través de los actos y gestos compartidos por la comunidad, dotándolos de profunda significación.
La pérdida del ayer ha dejado a nuestros jóvenes desarmados, sin referentes para elaborar y organizar sus experiencias más cruciales. Quizás por ello, urge más que nunca enseñarles a dialogar de nuevo con el pasado -sobretodo con el pasado cíclico de las tradiciones y los ritos- y mostrarles su riqueza antropológica. En este momento crucial de pérdida de operatividad de los antiguos patrones de conducta, la necesidad de conocer cómo se han gestionado hasta ahora las pulsiones y los anhelos humanos es mayor que nunca. Hay que reabrir el baúl de la historia no tanto para recuperar o recrear los grandes relatos –la construcción de los estados, la lucha por la dignidad, el avance científico tecnológico, la destrucción del los equilibrios medioambientales..., etc.- , sino para algo mucho más modesto, pero también más urgente: para averiguar qué ingredientes inexcusables de una vida sabiamente humana hemos olvidado y nos conviene rescatar ahora. Estoy seguro de que el interés que despierta la novela histórica responde a esta intuición.
Cuestiones como la vivencia del tiempo, la relación con el dolor y la muerte, la búsqueda existencial de sentido, la noción de lo sagrado, la construcción de la identidad y de la intimidad, la experimentación de la sexualidad y el amor, la celebración de la vida, la articulación de la vida familiar, las relaciones de género, las formas de sociabilidad y sus perversiones, la secuenciación de la vida y el tránsito de una fase a otra, los imaginarios éticos, y otras muchas, son cuestiones relacionadas con el arte de vivir y que los manuales de historia raramente abordan. Deberían hacerlo. La historia siempre ha sido una mirada sobre aquello que más necesitamos del pasado.
A continuación, reproduzco un informe publicado en La Vanguardia del domingo 17 de junio de 2007, acerca de cómo ligan los jóvenes inmigrantes y que revela la tensión entre su pasado todavía rico y vivo, pero disfuncional, y un presente pobre y confuso en cuanto a pautas de conducta.
Dime cómo ligas y te diré de dónde eres
Los inmigrantes analizan las diferencias entre sus maneras de relacionarse.Las costumbres culturales para acercarse al otro son a veces una barrera a la hora de encontrar pareja y pueden provocar confusiones fruto del desconocimiento mutuo. Los inmigrantes valoran más el papel de los amigos y de la familia del futuro novio.
Milton, Susana y Max, peruanos de Barcelona, creen que en Catalunya el inicio de una,relación es más directo y frontal
MAITE GUTIÉRREZ. BARCELONA.
MAITE GUTIÉRREZ. BARCELONA.
Ella le mira y le gusta lo que ve. Mientras aguanta su copa en el pub lanza una mirada a un chico. Él le responde con una media sonrisa en plan "sé lo que quieres y yo también lo quiero". Se atraen, pero, como él no se decide, ella pasa al ataque. Bueno, ella no, sus amigas. Tres veinteañeras se acercan hasta el hombre para sonsacarle información. Le preguntan si está comprometido, qué le parece la chica que le ha mirado, que si ella es muy buena persona, muy guapa... Hasta que él se cansa y espeta: "¡Parecéis crías de doce años!".Pero ni son crías ni padecen de inmadurez. "En mi país se liga así", explica Stephanie, una senegalesa de 27 años que llegó a Barcelona hace seis y que pasó por ese trance una noche saliendo de copas. Ella ha visto cómo las diferencias culturales se notan incluso en el arte del flirteo, "como mínimo, hasta que te adaptas a lo de aquí". Para los inmigrantes solteros recién llegados, las costumbres a la hora de acercarse al otro condicionan el inicio de la relación amorosa con los autóctonos y dan lugar a malentendidos. Jóvenes de cinco países explican a La Vanguardia las reglas no escritas de la seducción en sus lugares de origen y qué les ha sorprendido de la manera de hacer catalana.
SENEGAL, AMIGOS Y CELESTINOS .
Aquí, la actitud que tuvo Stephanie al querer conocer a un chico pasa por infantil, pero en Senegal es una de las fórmulas para buscar pareja. Omar Diatta, un estudiante de cine de 29 años, de Diembering (sur de Senegal), afirma que este comportamiento se debe a la importancia que se da al grupo en su país. "Es difícil generalizar, porque en las grandes ciudades se está copiando el método de ligue occidental, pero en mi región la utilización de intermediarios está muy extendida", dice.
"Los jóvenes van en grupos de amigos y familiares, de 10 personas por ejemplo, pero siempre hay dos o tres personas en las que más confías. Si una chica te gusta, o al revés, ellos se encargan de ir a tantear el terreno y preparar la cita, y eso va bien porque a veces da vergüenza hablar con una persona por primera vez y con los amigos alrededor es más fácil", asegura. Antes de que los dos queden, el grupo lleva a cabo una investigación exhaustiva sobre la potencial pareja. "Cuando le echas el ojo a alguien, primero tienes que averiguar cómo es, si se trata de una persona educada, si tiene pareja y, sobre todo, si es sociable, porque, como vivimos en grupo, es muy importante que acepte a tus amigos y tu familia", explica Omar.
De Catalunya le extraña que algunas parejas pasen de amigos y familiares si no se llevan bien con ellos. "Parece que si ellos dos están a gusto, lo demás no importa, y en mi región tienes que pensar en la comunidad en la que vives, es una relación menos individualista", afirma este futuro director de cine. También le sorprende que los problemas de pareja se queden ahí, en la pareja. "Aquí mucha gente no acepta que te inmiscuyas en su relación, pero en Senegal lo normal es que los amigos intercedan, qué digo normal, es que tienen la obligación moral de solucionarte el problema, incluso cuando hay cuernos tienen que gestionar la crisis", dice Omar. Sobre los rollos de una o más noches, afirma que eso en las zonas rurales no existe, "aunque en las ciudades grandes sí que es habitual". Tampoco triunfa mucho el ligue en discotecas o fiestas, "porque no te da tiempo a conocer a esa persona, todo es muy precipitado, ¿y si es novia de un primo lejano?". Cuando la investigación personal concluye y se consigue una cita no hay que esperar mucho para formalizar la relación: "Si quedas dos o tres veces, ya está, en cambio en Catalunya parece eterno: tienes que ir al cine, a tomar café..., Eso es porque antes no se han preocupado de averiguar cosas sobre esa persona".
PERÚ, A LA ESPERA DEL CORTEJO.
Según Max, Milton y Susana, tres peruanos que estudian en el Institut d'Educació Continua de la UPF -Max ya ha acabado sus estudios y trabaja-, en Catalunya existe un salto de intensidad en el inicio de las relaciones. Milton cree que aquí todo es "más frontal, directo y seco", algo que Susana no ve del todo mal, ya que en su país "a veces se dan demasiadas vueltas cuando te gusta alguien", aunque todo tiene su límite. Esta estudiante de Ciencias Políticas recuerda que lo que más le sorprendió cuando llegó, en enero, fue "la facilidad con la que los hombres te abordan, entras en algún local y por el pasillo ya te llaman, en Perú, en cambio hay un juego de ajedrez previo, un tanteo, se espera al cortejo". Max destaca que en España el tipo de relaciones es más homogéneo, pero en Perú "hay regiones muy diferenciadas entre sí, y
con hábitos distintos, desde la más occidental, en la costa, a la más tradicional, en el interior". Aunque los tres coinciden en que las mujeres de la selva tienen fama de ser "muy ardientes y lanzadas". Susana admite que es muy raro que una chica peruana dé el primer paso. "Eso haría sentir inseguro al hombre, hay mucho machismo", afirma. Como en Senegal, en Perú funciona el intercambio de información, "la gente se basa en círculos de amigos para ligar, en cambio aquí se va más a por todas". Aun así, pese a existir diferencias, creen que las dos culturas tienen mucho en común y que el hecho de ser sudamericanos es un punto a favor a la hora de ligar. "Aquí se nos considera muy cariñosos y tranquilos y creo que la gente busca algo así porque en general los catalanes se parecen bastante a los nórdicos", dice Susana, que no ha tenido problemas para relacionarse.
RUMANÍA, AL ESTILO CLÁSICO
Paseos por el parque agarrados de la mano, relaciones serias que duran para toda la vida, la aprobación de los padres siempre por delante... "En Rumania todo se hace de un modo más clásico", explica Anna Maria, una joven que llegó a Cerdanyola del Valles desde Bucarest con su familia hace ocho años, cuando ella tenía doce. En su país de origen los códigos de la seducción se convierten en reglas casi oficiales que, si se es buen chico, hay que seguir. "Allí todo está muy establecido y los jóvenes saben exactamente cómo comportarse, no como en España, donde hay mucha incertidumbre en cuanto a las relaciones". Para empezar, no existe el concepto de rollo, por eso no es de extrañar que, recién llegado a Cerdanyola, su hermano flipase, como ella dice, con la manera en que se relacionaban los jóvenes. "Nos quedamos alucínalos, no podíamos entender cómo la gente primero se besaba y luego se conocía". Según cuenta, aquellos que son "decentes" tienen dos formas de conseguir pareja en Rumanía: a través de amigos o en el centro de estudios. Y remata la explicación con algo que recuerda, otra vez, a la historia de Senegal y Perú: "Es que allí las referencias son muy importantes, no te acercarás a una persona si no sabes algo sobre ella". Lo del abordaje en la discoteca o en la calle está "muy mal visto, incluso se considera una falta de respeto hacia la chica". Además, el noviazgo se toma tan en serio que una pareja no rompe por cualquier cosa, "al contrario que aquí, en Rumania se lo piensan dos veces antes de estar con alguien y cuando se casan cuesta muchísimo divorciarse, a veces incluso los cuernos se perdonan". Ella ha elaborado su propia mezcla de culturas, y lleva dentro una parte de cada país: "Si me comparo con mis amigas catalanas, creo que soy muy clasicona, pero más liberal que los chicos de Rumania, aunque a veces pienso que para encontrar a un marido tendré que ir a Rumania".
COSTA DE MARFIL, SIN EROS
Definir las relaciones allí es "muy complejo", asegura Kader, un estudiante de Filosofía de 24 años que llegó a Barcelona hace pocos meses. "La religión o la ausencia de ella, las diferencias entre la ciudad y el campo y las tradiciones tribales determinan las relaciones de pareja", dice. En algunas zonas los matrimonios se conciertan y no existe espacio para la iniciativa propia. En cambio, donde hay más libertad "el ritual de seducción es muy similar al de aquí, con la diferencia de que allí no existe el concepto de amor romántico, de eros, que tienen los europeos, los contactos esporádicos con otras personas están más aceptados y en este sentido creo que Catalunya se parece bastante a África".
MARRUECOS, EN EL MERCADO
Ahmed, obrero de la construcción de 30 años que lleva diez en Cerdanyola, dice dar dos consejos a sus compatriotas solteros recién llegados: "No creáis que aquí las chicas son tan fáciles como cuentan y no tratéis de entablar conversación en un mercado o en plena calle". Cuando no se conciertan los matrimonios, este último método "se utiliza mucho para ligar allí, en cambio aquí parece que sólo te puedas acercar a alguien si sales por la noche". La actitud de las mujeres, dice, provoca que muchos compatriotas vuelvan a Marruecos para buscar mujer, "a algunos les parecen demasiado liberales y también vemos prejuicios hacia nosotros".»
[1] Aunque hay reacciones compensatorias. Desde hace poco, vivo en una población relativamente pequeña – Cardedeu – en la que se percibe la sana voluntad de mantener un ciclo anual de hitos y celebraciones –algunas muy recientes, otras realmente antiguas- y, lo cierto es que esta combinación de escala pequeña y vocación cíclico-festiva resulta eficaz. Sin embargo, en una gran ciudad como Barcelona –de donde procedo-, la multiplicidad de gentes, referentes, espacios y actividades producen un efecto de magma difuso y amorfo, que diluye cualquier intento de escenificar rituales compartidos y amenaza constantemente con convertirlos en irrelevantes e indiferentes.
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