sábado, junio 30, 2007

Sé tú mismo

El sábado pasado estaba viendo una serie infantil con mis hijos y me volví a topar con el mensaje “sé tú mismo”, ya algo gastado en el mundo de los adultos, pero que asombrosamente parece apropiado para los auditorios más jóvenes. A falta de otros argumentos, los guionistas lo utilizan como un recurso de urgencia que siempre da juego, porque forma ya parte del vademécum básico del psicologismo popular. El resultado al final es un ametrallamiento sin tregua, que invita prematuramente a los infantes a afirmar ¡su identidad!. Imagínense lo odioso que para cualquiera de nosotros resultaría un pepito grillo obsesivo que nos estuviera martirizando constantemente con la cantinela: “sé tú mismo”, “sé tú mismo”, “sé tú mismo”. Pues bien, retrocedamos en el tiempo, e imaginemos la misma cantinela ¡con siete u ocho años!.

En el caso que comento, el guión resultaba francamente forzado. Una niña de aspecto empollón y susceptible de padecer bullying, se liberaba de tensiones tocando al piano una pieza medieval y –¡oh maravilla!- se le aparecía una mujer portando una armadura espectacular. ¿Por qué vas vestida así?, le preguntó la niña. Y la dama le contestó: “porque soy Juana de Arco. Yo también padecí muchas presiones, pero decidí ser yo misma. Se tú misma”. ¡Caramba! ¡La santa visionaria Juana de Arco convertida de un plumazo en heroína de la Gestalt!. Es asombrosa la capacidad de la cultura “Reader’s diggest” americana para deglutir y trasmutar cualquier episodio o experiencia del pasado.

El asunto me recordó la obra de Charles Taylor, La ética de la autenticidad y, en especial, un texto de Teresa Forcades relacionado indirectamente con el tema. Confieso que los escritos y las apariciones públicas de esta joven monja benedictina siempre me admiran. En un artículo suyo sobre la diversidad cultural(http://synodalia.net/conferences/Forcades_es.pdf), explicaba su experiencia en Estados Unidos formándose como médico especialista y, después, como estudiante en la Facultad de Teología de Harvard. En ambos casos, constató lo difícil que les resultaba a sus compañeros y compañeras salir de sus pequeños mundos y relacionarse entre ellos, a pesar de que todos parecían reconocer la conveniencia de hacerlo y de considerar la diversidad un valor.

Ella lo atribuye a cuatro razones básicas:

1. La falacia del multiculturalismo pasivo: “el multiculturalismo pasivo no existe. Esto significa que no es cierto que la reunión de personas procedentes de todo el mundo en un mismo espacio o en una misma sociedad conduzca “de manera natural” al diálogo y al enriquecimiento mutuo”.

2. La Prevalencia de la Epistemología de los Horizontes
Cerrados.
"El modelo de los horizontes cerrados representa una reacción contra las pretensiones universalizadoras y de dominio de la Modernidad. Reconoce las particularidades y, por tanto, las limitaciones de toda aproximación a la realidad (de toda epistemología), e insiste que el otro sea reconocido como “otro”. Favorece el intercambio interpersonal sin controversia, sin reto. Este modelo precisa que yo sitúe al otro a priori en un contexto que no es el mío y le mantenga ahí durante nuestro intercambio.La pregunta que este modelo no ha logrado responder aún es: ¿cómo puedo relacionarme en la práctica con este “otro” tan extraño a la propia identidad y al propio contexto de significación?." Forcades cita a Gadamer que afirma “Cuando, desde el principio, incluímos el punto de vista del otro en aquello que nos está diciendo, no hacemos sino proteger de hecho el propio punto de vista y volverlo inaccesible para el otro. Así, el reconocimiento de la alteridad del otro [realizada en nombre de la máxima subjetividad, paradójicamente] lo reduce a objeto e implica necesariamente la anulación práctica de su pretensión de verdad.”

3. La Experiencia Previa de Intolerancia. “Refugiarse en la propia identidad y reivindicar el derecho a no ser invadido por el otro, por muy insatisfactorio que nos resulte a nivel teórico, puede resultar en la práctica un objetivo deseable para alguien que haya sido víctima de la intolerancia de los demás...; para alguien que haya experimentado cómo su identidad era manipulada, ignorada o ridiculizada.

4. Pero la razón que más pesa en el artículo de Teresa Forcades es sobretodo la prevalencia del Modelo Monológico de Identidad, que tiene sus raíces en la noción de "voz interior" desarrollada por Herder y convertida más tarde en la instancia suprema de construcción de la propia identidad. “Considerando que mi voz interior es única y original, la sociedad no solamente debe permitirme seguirla sin poner objeciones, sino que está moralmente obligada a reconocer
explícitamente la importancia que mi voz interior tiene para los demás. Ya que no soy solamente yo quien me arriesgo a perder el sentido de mi existencia si no escucho mi voz interior, sino que es la propia sociedad la que se arriesga a perder el sentido de su existencia si no me escucha a mí (es decir, si no escucha a cada uno de sus miembros y no reconoce el carácter único de sus
aportaciones).”

El correlato moral de esta noción de voz interior es el ideal de la autenticidad, que representa exigencia ética para mí y un imperativo de reconocimiento en relación al otro. “Las identidades personales no pueden desarrollarse sin reconocimiento externo. No reconocer mi identidad equivale a negarme la única posibilidad que tengo de ser yo misma. Equivale a negarme la
experiencia de lo que “vivir humanamente” significa para mí.”

El problema, como señala Taylor y recuerda Forcades, es que “la generación monológica de la identidad a partir del interior del individuo es una quimera”. No sólo necesitamos a los otros para reconozcan y contemplen los maravillosos flujos de una identidad liberada y previamente constituida. Los necesitamos antes, porque sólo podemos constituirnos como identidades en interacción y diálogo con ellos.

Según Taylor, "debemos tomar en consideración una característica fundamental de la condición humana que se ha visto reducida prácticamente a la invisibilidad a causa del abrumador sesgo monológico de la filosofía moderna mayoritaria. Esta característica esencial de nuestra vida humana es su carácter eminentemente y fundamentalmente dialógico.”

Aunque nos pese, “la misma esencia de nuestra identidad resulta constituida solamente en y a través de nuestros intercambios con los demás”, incluso aunque mi relación con ellos sea de hostilidad, porque la confrontación también actúa como un poderoso mecanismo de afirmación identitaria.

Si insistimos en seguir la voz interior y ser uno mismo, prescindiendo de los demás para todo lo que no sea reconocer de mi identidad, nos hundiremos en la más gélida incomunicación.

"El reconocimiento concebido como derecho y como a priori, conduce al absurdo de exigir que el otro reconozca el valor de mi identidad sin tan siquiera saber quien soy (y sin tan siquiera
mostrar ningún interés por saberlo)."

Taylor es taxativo y, aunque reconoce que la apuesta por la afirmación de uno mismo pudo contrarrestar en su momento la rigidez y sobrevaloración de la sociedad frente al individuo, el resultado es que se están multiplicando las vidas precarias, erráticas, solipsistas, chatas, sin compromiso con el prójimo, permisivas, autoindulgentes.

Si a esa dinámica de la identidad monológica sumamos modelos de conducta como el de los horizontes cerrados, falacias como las del multiculturalismo pasivo, o reacciones autoprotectoras como las generdas por experiencias de intolerancia, el mundo puede convertirse en un infierno atroz. Por eso, deberíamos pensárnoslo dos veces antes de repetir o dejar repetir a otros machaconamente eso del “sé tú mismo”.

Quizás, en lugar de favorecer la eclosión incesante de pequeños narcisos con ese tipo de mensajes, deberíamos insistir más en la experiencia del diálogo y del encuentro personal con el prójimo. Una experiencia que implica no encerrarse en el propio mundo y abrirse receptivamente al otro. Sólo así podrán construirse identidades sólidas, capaces de hacerse valer cuando sea necesario.



En la fuerza está en el poder
En el sabio está en el saber
Con el tiempo todo llegará
En el día que hoy comienza
Mil respuestas buscarás
Subirás a la montaña

En la fuerza está en el poder
En el sabio está en el saber
Con el tiempo todo llegará
En el día que hoy comienza
Mil respuestas buscarás
Subirás a la montaña
La cima alcanzarás

Hijo de hombre, busca y ve
Que tu alma libre esté
Orgulloso un día estarás
Hijo de hombre, un hombre un día serás

No hay nadie que te guíe
Ni una mano que te den
Mas con fe y entendimiento
En un hombre te convertirás

Hijo de hombre, busca y ve
Que tu alma libre esté
Orgulloso un día estarás
Hijo de hombre, un hombre un día serás

Aprende a enseñar
Enseñando aprenderás
Tu vida está con quien tú amas más
Hoy todo en lo que sueñas
En tu imaginación
Aquí está ese momento
Realiza tu ilusión

Hijo de hombre, busca y ve
Que tu alma libre esté
Orgulloso un día estarás
Hijo de hombre, un hombre un día serás

Yeh oh, yeh oh, yeh oh

Hombre es, hombre es
Un hombre has logrado ser

jueves, junio 28, 2007

Penes, velocidad y virilidad.


Jugar con los estereotipos siempre funciona y las autoridades de tráfico de Australia no han dudado en aprovechar el filón. Si quienes más excesos cometen en la carretera son los chicos, por qué no utilizar los recursos del psicologismo popular para avergonzarles. Todos sabemos que la exhibición exagerada de conductas autoafirmativas son intentos de compensar frustraciones íntimas, como la de padecer una carencia física particulamente ingrata... por ejemplo ¡TENER UN PENE PEQUEÑO!.

¡Gran idea!. Este hallazgo permite explotar el filón del sexismo inverso –siempre simpático- y a la vez es efectivo, porque hace realmente daño, ya que la pequeñez del pene es vivida como un estigma dramático por el muchacho, que difícilmente escapará a la asociación entre la afirmación de su identidad masculina y el tamaño del pene. Sobre todo, si insistimos en campañas como esta, que no contribuyen precisamente a deshacer ese tópico.
Tampoco, nos lleva demasiado lejos el argumento más elaborado de que "conducir muy deprisa no es sinónimo de hombría", porque no deja de insistir en el tópico de una hombría arquetípica relacionada con una serie de valores ideales que debemos encarnar. La hombría no alude más que a nuestra condición sexuada y se puede realizar de mil maneras.
Uno, para que se entiendan mejor sus argumentos, estaría tentado de seguir con la broma y jugar con otros estereotipos sexistas igual de dolorosos, pero no, mejor dejarlo.

Campaña contra los 'machotes' al volante
Las autoridades de tráfico de Australia relacionan el exceso de velocidad con la falta de masculinidad

ELPAIS.com - Madrid - 26/06/2007







"Conduces deprisa. Nadie cree que la tengas grande". Ése es el lema empleado por una campaña de tráfico australiana para intentar reducir las muertes en la carretera. El gancho es relacionar el exceso de velocidad y los alardes de masculinidad con la falta de esta última. Por aquello del "dime de qué presumes y te diré de lo que careces".

En el vídeo publicitario, varias mujeres se miran con complicidad y levantan el dedo meñique con cara de desprecio cuando un conductor pasa demasiado deprisa a su lado. La cosa queda clara: van deprisa, luego tienen el pene pequeño.
Ortodoxa o no, la campaña ha resultado efectiva pues, en poco espacio de tiempo, ha dado la vuelta al mundo. Medios de comunicación como la BBC o Il Corriere Della Sera se han eco de la curiosidad y varios internautas han colgado el vídeo en youtube.La campaña, que ha costado más de un millón y medio de euros, pretende que el exceso de velocidad se convierta en una práctica socialmente criticada. El anuncio se emitirá en cines, televisión, internet y vallas publicitarias.

El juego perverso del poder y el control del imaginario


Alcanzar el poder y conservarlo, actualmente pasa por conseguir que se perciba como real aquello que te permite demostrar tu competencia operativa y afirmar tu posición. Por tanto, es imprescindible que sepas transitar con desenvoltura por los mimbres que configuran el imaginario social en el que deseas ejercer tu autoridad y jugar las cartas con destreza.



Una vez ocupada la posición central de ese imaginario, deberás esmerarte en controlar eficazmente sus resortes simbólicos. A partir de entonces, mantener la posición te resultará relativamente fácil, sobre todo si sabes subrayar mediante la retórica publicitaria lo que te convenga, dejando que se subsuma en la opacidad lo que te incomoda. La discreción amable y la sabia gestión de los silencios se convertirán en tus mejores aliados, porque te investirán de un halo de autoridad y, sin que digas nada, todos percibirán cuáles son tus deseos y tratarán de acomodarse a tus expectativas. La imaginación temerosa de tus subordinados hará el resto.





Si alguien vacila o parece disentir, no trates de convencerle, porque es evidente que tu poder no depende de la fuerza de los argumentos, sino de tu destreza para imponerte. Semejante error, debilitaría tu posición, especialmente ahora que la argumentación carece de prestigio, genera desconfianza y sobre todo cansa. Si no hay más remedio, limítate a repetir alguna de esas consignas irrefutables que evocan el imaginario compartido y deja que quien te incomode se desvanezca en el silencio. El autismo formal de tus subordinados le harán entender cuan débil es su posición.


En lo que sí debes poner especial empeño es en autoinvestirte del imaginario compartido y en apropiártelo sin complejos. Todos los resortes del poder caerán paulatinamente en tus manos. El dominio de tus subordinados será prácticamente total si consigues que ellos perciban sólo como plausible aquello que te conviene. Tus intereses pasarán a ser asumidos oficialmente como la realidad, o cuando menos como lo inevitable, que es de lo que se trata. La confusión, los autoengaños, la negociación de los intereses inconfesables y el miedo difuso harán el resto.


No busques adhesiones profundas. Si lo haces, demostrarías pecar de un narcisismo demasiado tosco. Tu narcisismo es más elaborado: te basta con estar en el centro y sentirte temido y admirado. No olvides nunca que lo que te interesa es el poder, no el amor. Lo sabes, lo tienes claro. Por tanto, confórmate con el respeto formal, que es el importante y cuídate de los sinceros admiradores, porque te traerán problemas. Has de saber trasmitir a los demás que en el fondo no les quieres y que no te importa que no te quieran, pero que los tratarás bien si son dóciles. Recuerda que el poder es un placer solitario.

Evidentemente, en un contexto semejante, se instalará la inautenticidad, la desconfianza, la vigilancia mutua, el lenguaje huero y el simulacro constante. Pero, no importa. Lo que importa es que no se exhiban demasiado las fugas de la “la realidad” que tú defines y controlas.


Y si no hay más remedio que castigar a alguien, hazlo exhibiendo discreción, determinación y celeridad. Un golpe seco demuestra que puedes resolver los problemas sin desgaste de energías. Recurre siempre que puedas a las exclusiones oprobiosas sin opción de retorno.



Si esta estrategia se combina con las buenas maneras, y la obsequiosidad selectiva o la indiferencia cortés según convenga, el éxito está asegurado. El despotismo blando resulta a la postre bastante llevadero.




“…Cuando disminuye la participación, cuando se extinguen las asociaciones laterales que operaban como vehículo de la misma, el ciudadano individual se queda sólo frente al vasto estado burocrático y se siente, con razón impotente. Con ello se desmotiva aún más, y se cierra el círculo vicioso del despotismo blando” Charles Taylor.

martes, junio 26, 2007

La infidelidad, el síndrome de Medea y la alineación parental




MEDEA. Una mujer suele estar llena de temor y es cobarde para contemplar la lucha y el hierro, pero cuando ve lesionados los derechos de su lecho, no hay otra mente más asesina.(263-266)

MEDEA. Ahora, sin embargo, cambio mis palabras y rompo en sollozos ante la acción que he de llevar a cabo a continuación, pues pienso matar a mis hijos; nadie me los podrá arrebatar y, después de haber hundido toda la casa de Jasón, me iré de esta tierra. (790-795)

CORIFEO. ¿Te atreverías a matar a tu simiente, mujer?
MEDEA. Así quedará desgarrado con más fuerza mi esposo. (816-817)

MEDEA. Es de todo punto necesario que mueran y, puesto que lo es, los mataré yo que les he dado el ser. (1062-1063 y 1240-1241)

JASÓN. ¡Tú que sobre tus propios hijos te atreviste a lanzar la espada, a pesar de haberlos
engendrado, y, al dejarme sin ellos, me destruiste! (1325-1326)

MEDEA. Tú, como es natural, morirás de mala manera, golpeado en la cabeza por un despojo de la Argo. (1386-1387)

JASÓN. Entro, privado de mis dos hijos.
MEDEA. Aún no es nada tu llanto; aguarda a la vejez. (1395-1396)

Medea de Eurípides.

Citas de MUJERES MÍTICAS: LA MEDEA INFANTICIDA Rosa Sala Rose, http://www.gipuzkoakultura.net/ediciones/antiqua/sala.pdf

En una película reciente, El infierno, no muy bien valorada por la crítica, a pesar de partir de un guión del desaparecido Kielowsky, se actualiza eficazmente el mito de Medea, hija del rey Eetes, sobrina de la hechicera Circe y mujer fatalmente enamorada de Jasón desde el primer instante en que lo vio.

Jasón que había acudido al reino de Eetes, la Cólquide, en el remoto Mar Negro, a la búsqueda del vellocino de oro, pudo concluir la empresa que tenía que llevarle al trono de la ciudad de Yolco, gracias a los embrujos, maleficios y maldades de Medea. La alianza entre ambos se demostró indestructible, porque el valor de Jasón unido a los poderes y a la falta de escrúpulos de Medea vencía todos los obstáculos.

Hasta tal punto, llevó Medea su celo por Jasón, que para favorecer su huida en el navío “Argo”, no tuvo reparos en tomar como rehén a su propio hermano y después deshacerse de él, descuartizándolo y lanzándolo por la borda, para que su padre interrumpiera la persecución y recogiera los restos del hijo fallecido.

Ya en Yolco, Medea también consiguió deshacerse del usurpador Pelias, a cuyas hijas embaucó para que lo despedazasen y lo hirvieran en un caldero con tal de devolverle la juventud. Ante el horror de los habitantes de Yolco, ambos tuvieron que abandonar la ciudad y el sueño de Jasón terminó frustrándose. Sin embargo, Medea sí consiguió parcialmente el suyo: vivir felizmente con Jasón. Pero, fue un sueño efímero, porque al cabo diez años, Jasón se enamoró de otra mujer, Glauce –hija del rey corintio Creonte-, y decidió repudiar a la letal Medea.

Medea que, como hemos visto, ya apuntaba maneras, decidió vengarse de la manera más dolorosa y terrible que ningún ser humano pueda concebir: matando a sus hijos habidos con Jasón. También mató a Glauce y a su padre Creonte.

El antes imbatible Jasón acusó severamente el golpe y malvivió el resto de sus días, hasta morir aplastado un día por la proa carcomida de su antes glorioso barco Argos.

En Medea, pues, cristaliza una conducta femenina arquetípica: matar a los hijos para vengar la herida narcisista que le ha provocado la infidelidad del marido.

Desde entonces, el drama se sigue repitiendo inexorablemente, porque muchos hombres siguen siendo infieles y muchas mujeres siguen utilizando los privilegios maternos para su castigo, no ya con el asesinato físico de los hijos, sino con otro lacerante “asesinato” mucho más sutil que consiste en indisponerles hacia el padre (alineación parental), en desprestigiarle, depreciarle y disminuirle, en impedir o dificultar el contacto, en privarle de sus bienes. Es una venganza fría e inexorable que se aplica con lentitud litúrgica por Medeas rigidificadas, fatalmente enquistadas en el consuelo morboso que les produce su desquite cruel. La película El infierno lo cuenta muy bien, críticos aparte.

Por cierto, estos días se está hablando mucho del síndrome de alineación parental a raíz de una sentencia que, por primera vez, invoca esta patología, cuestionada -¡cómo no!- por muchas abogadas –y abogados- feministas, cómplices de abusos misándricos. Me deja perplejo ver en televisión el nerviosismo con que rebaten la existencia de este síndrome. En sus caras se lee el “NOS HAN PILLADO”.

En los últimos debates que he visto, empiezan a cambiar de posición y optan por decir que este tipo de abusos pueden atribuirse también al padre, no solo a la madre. En abstracto parece evidente. Pero, resulta que actualmente el 90 % de los hijos de parejas separadas o divorciadas están bajo la custodia de la madre, no del padre. Con la custodia compartida las cosas indudablemente serían diferentes: los hijos disfrutarían de sus dos progenitores y el riesgo de abuso sería mucho más improbable.

La siguiente entrevista de La Contra de La Vanguardia abunda en el tema.

La Vanguardia, miércoles, 20 de junio de 2007

La Contra página nº 76

"Madre alienadora, padre excluido" VÍCTOR-M. AMELA

O D I O

Estremece oír los casos que me relata Arantxa Coca en su consulta, analizados también en su manual ´Hijos manipulados tras la separación´ (Oxigen Viena), coescrito con Domènec Luengo y subtitulado ´Cómo detectar y tratar la alienación parental´. Algunas madres llegan a ´encargarle´ informes psicológicos que perjudiquen al padre, para que el juez le paralice las visitas a los hijos, y así tener vía libre en su proceso de ´alienación parental´. Arantxa Coca las rechaza: "Sólo trabajo con menores si tengo el consentimiento de ambos progenitores" (cosa que no todos los psicólogos hacen). "Mi ex me ha destrozado la vida, ¡y ahora se va a enterar!", se dice una parte. Y vaya si se entera... a costa de inmolar a los hijos, a los que ama menos que a ese odio que la abrasa.


ARANTXA COCA, PSICOPEDAGOGA FAMILIAR. Tengo 31 años. Nací y vivo en Barcelona. Soy psicopedagoga familiar. Vivo en pareja y tengo un bebé de seis meses, Dominic. Soy librepensadora. No comento mis creencias religiosas. Constato hoy un incremento del síndrome de alienación parental: uno de los progenitores intenta extirpar al otro de la esfera afectiva de su hijo


-Las familias necesitan psicólogo?

- Sobre todo en defensa de los menores.

- ¿Estamos dañándoles?

- A mí ahora me inquieta mucho el incremento del síndrome de alienación parental.

- ¿Qué es eso?

- Es un atentado al derecho del menor de disfrutar de dos progenitores, a tener dos referentes, a tenerlos integrados dentro de sí.

- A contar con un padre y una madre, ¿no?


- Tanto si están vivos como si están muertos, el menor tiene derecho a integrarlos afectivamente a ambos desde el bienestar.

- ¿Y quién perturba ese derecho del menor?

- El alienador parental.

- ¿Quién es ese tipo?

- Uno de los dos progenitores.

- Pues empezamos mal...

- Sí. Un progenitor se convierte en alienador cuando actúa de modo que logra indisponer al menor con su otro progenitor.

- Ah, ya voy entendiendo...

- Sucede en muchas separaciones de pareja: un progenitor programa mentalmente al menor para que identifique al otro progenitor como una amenaza, como al enemigo.

- ¿De verdad podemos "programar mentalmente" a un menor?

- ¡Claro! Es una auténtica programación mental con fines perversos. ¡Un lavado de cerebro como el de una secta!

- Un ejemplo.

- Imagine a una madre separada que le dice a su hijo, antes de librarlo al padre en su fin de semana: "No tienes por que hacer nada que no te apetezca...".

- Ah, qué sutil...

- Instila en el menor una actitud refractaria hacia el padre, ¡la actitud de defenderse de él! Y, claro, aquí me llegan padres desesperados porque su hijo de diez años les ha espetado: "¡Tú a mí no me mandas!".

- Tristísimo: así es imposible ser padre...

- El padre, loco de dolor, ve como pierde el afecto de su hijo. ¡Y al hijo le roban al padre!: el alienador (la madre, en este caso) inflige un gravísimo maltrato psicológico al hijo, pues le extirpa al padre de su esfera afectiva, de su psique. ¡Una mutilación emocional!

- En este caso que me cuenta, ¿el menor está metabolizando el odio de la madre?

- El padre se retrasa diez minutos en recoger al menor, y la madre comenta: "Ay, otra vez nos ha fallado tu padre". ¡"Nos", dice!: fusiona al menor a ella. Y el menor se identifica, y se desvivirá por no "traicionarla".

- ¿Y con qué consecuencias?

- Interiorizará el abandono (y eso derivará en tristezas, depresiones...), se sentirá culpable de lo que sucedió, ¡y no soportará separarse de su madre! Y pronto será el menor quien actuará por ella: se negará a ver al padre.

- ¡Parece un ejercicio de vudú, de posesión!

- No es mal modo de verlo.

- Me ha hablado de una madre alienadora: ¿es el esquema habitual, o hay otros?

- Por desgracia, es el más frecuente. Es un triángulo: madre alienadora, padre excluido, menor alienado. ¡Psíquicamente mutilado!

- El padre es el que más sufre, en principio.

- "Este niño me adoraba, y ahora... ¡no le reconozco!", me dicen padres entre sollozos. Es la señal: el niño ha sido alienado. Es decir, ha mutado su identidad afectiva: ¡al igual que una anoréxica se ve gorda, ahora este niño ve en su padre a un enemigo!

- Todo un drama..., ¿irreversible?


- Habría que retirarle el hijo alienado (maltratado) al alienador (maltratador): retirarle la custodia, apartarle una temporada.

- Hágase, pues.

- Hay un problema: los jueces. Los jueces no quieren mojarse: la custodia, para la madre. ¡No quieren complicarse! No contemplan el síndrome de alienación parental como maltrato psicológico. ¡Y se consuma!

- Pues vaya con nuestros jueces...

- Los jueces optan por preguntar al niño. Y, claro, el niño alienado habla por boca del alienador... Y el juez no profundiza más.

- ¿Qué puede hacerse?

- A la sociedad, que ya se ha concienciado acerca de maltratos como el mobbing y el bullying,le toca ahora concienciarse de este maltrato de alienación parental.

- ¿Qué aconseja a un progenitor que empiece a detectar este síndrome en su hijo?

- Pese a todo, comunicárselo al juez. Insistir. Luchar por el menor. Por su bien. A un padre excluido le he dicho: "Lucha por tu hijo, ¡para que un día comprenda que tú quisiste tenerle a tu lado!". La madurez del hijo, un día, podría devolvérselo...

- Magro consuelo.

- Lo peor, lo más duro para el padre excluido, es verse insultado, ¡insultado!, por su hijo. Se registran muchas depresiones, claro...


- ¿Qué síntomas en un niño deberían alertar al progenitor?

- Si el niño viene con una lista de normas del otro progenitor: "Que haga o no haga esto", que si la ropa, que si los deberes... O cuando el niño le suelta al padre: "¿Por qué no nos das más dinero?" O cuando el padre le riñe y el niño replica: "¡No me hables así o irás al juez!". O le dice: "¡No me toques!".

- ¿Alguna pista más?

- El niño puede somatizar su caso en alteraciones digestivas. Y empeorar en la escuela, por una merma de atención y memoria.

- ¿Todos somos alienadores en potencia?

- Sí. Sobre todo si eres una persona susceptible, tajante, monolítica, exagerada, y si sueles pensar que todo el mal está en el otro.

- ¿A qué extremo puede llegar el alienador?

- Una acusó con falsedad a su ex de acoso sexual sobre sus hijos, para que el juez los apartase cautelarmente del padre... ¡y así culminar sin trabas la alienación del menor!









Tránsitos (en construcción)

De las dulzuras amnióticas al choque brusco con la vida activa y el mundo.
Del amor protector al vértigo y miedo de los primeros aprendizajes.
De las primeras certezas a los primeros autoengaños.
De las primeras verdades a las primeras mentiras.
De la conquista de la autonomía a las primeras frustraciones.
De las primeras victorias a las primeras claudicaciones.
De la estabilidad infantil a la explosión adolescente.
De la autoconciencia a los primeros desbordamientos pulsionales.
Del estallido energético al primer gran tropezón.
De la alegría animal a la melancolía racional.
De los muy amigos al grupo de amigos.
De los silencios a la sociabilidad sonora.
De las debilidades e inseguridades a las máscaras.
De la noche al día y del día a la noche.
De la fruición del saber al descubrimiento de la ignorancia invencible.
Del estrépito tumultuoso a la intimidad.
De los amores platónicos al primer amor real.
De la fe inquebrantable a la perplejidad del primer aviso.
De obedecer a mandarse y de mandarse a mandar.
De la inmortalidad al primer difunto.
De los proyectos -¡oh maravilla!- a los logros.
De los logros a los fracasos.
De la identidad de género al género trascendido.
De las seguridades impostadas a la conciencia de nuestra vulnerabilidad.
De la visión nuestras luces a la de nuestra fea sombra.
De la confianza indestructible al primer gran chasco.
De los desengaños a la sobria lucidez.
Del rigor al perdón.
Del perdón obsequioso a la humilde recuperación de la norma.
Del optimismo confiado a la cautela.
De la amistad universal a la amistad selectiva.
De la ingenuidad al “guárdate de los falsos enmascarados”.
De las decepciones al aprendizaje de la decepción.
De los reinos de las luces a los claroscuros y la sombra.
De los proyectos ideales a las resistencias reales.
De las acciones erróneas a sus consecuencias dolorosas.
De la vida desbordante a la celebración sosegada de la vida.
Del valor arrogante al valor de tener miedo.
De conquistar un espacio a vivir exiliado.
De la desmesura a la vida proporcionada.
De la afirmación a la revisión y de la revisión a la contemplación.
De mandar a mandarnos obedecer –el arte más difícil-.
De la plena autonomía a la petición de ayuda.
De la lucha al amor y del amor a la lucha.
De la coraza a la exhibición de las entrañas.
De arrollar a maravillarse con un susurro.
De la enfermedad ocasional a convivir con las enfermedades.
Del futuro al presente y del presente inexorablemente al pasado.

La pérdida del pasado. Tradiciones y ligue.

Uno de los fenómenos que más marcan nuestras vidas, es la insustancialización del pasado, superado por el imaginario social individualista y horizontalizador de la globalización, arrasado por un hipercriticismo que deslegitima obsesivamente su herencia y , finalmente, barrido por un tsunami de consumo y nuevas tecnologías, que reduce la evocación del ayer a simple inspiración de modas pasajeras, sin más virtualidad que la de combatir con su cosquilleo el tedio que nos produce el presente perpetuo, romo y superficial, en el que vivimos.

Ha desaparecido de nuestras existencias el tiempo denso de la tradición y del rito[1], que actualiza el pasado a través de los actos y gestos compartidos por la comunidad, dotándolos de profunda significación.

La pérdida del ayer ha dejado a nuestros jóvenes desarmados, sin referentes para elaborar y organizar sus experiencias más cruciales. Quizás por ello, urge más que nunca enseñarles a dialogar de nuevo con el pasado -sobretodo con el pasado cíclico de las tradiciones y los ritos- y mostrarles su riqueza antropológica. En este momento crucial de pérdida de operatividad de los antiguos patrones de conducta, la necesidad de conocer cómo se han gestionado hasta ahora las pulsiones y los anhelos humanos es mayor que nunca. Hay que reabrir el baúl de la historia no tanto para recuperar o recrear los grandes relatos –la construcción de los estados, la lucha por la dignidad, el avance científico tecnológico, la destrucción del los equilibrios medioambientales..., etc.- , sino para algo mucho más modesto, pero también más urgente: para averiguar qué ingredientes inexcusables de una vida sabiamente humana hemos olvidado y nos conviene rescatar ahora. Estoy seguro de que el interés que despierta la novela histórica responde a esta intuición.

Cuestiones como la vivencia del tiempo, la relación con el dolor y la muerte, la búsqueda existencial de sentido, la noción de lo sagrado, la construcción de la identidad y de la intimidad, la experimentación de la sexualidad y el amor, la celebración de la vida, la articulación de la vida familiar, las relaciones de género, las formas de sociabilidad y sus perversiones, la secuenciación de la vida y el tránsito de una fase a otra, los imaginarios éticos, y otras muchas, son cuestiones relacionadas con el arte de vivir y que los manuales de historia raramente abordan. Deberían hacerlo. La historia siempre ha sido una mirada sobre aquello que más necesitamos del pasado.


A continuación, reproduzco un informe publicado en La Vanguardia del domingo 17 de junio de 2007, acerca de cómo ligan los jóvenes inmigrantes y que revela la tensión entre su pasado todavía rico y vivo, pero disfuncional, y un presente pobre y confuso en cuanto a pautas de conducta.


Dime cómo ligas y te diré de dónde eres

Los inmigrantes analizan las diferencias entre sus maneras de relacionarse.Las costumbres culturales para acercarse al otro son a veces una barrera a la hora de encontrar pareja y pueden provocar confusiones fruto del desconocimiento mutuo. Los inmigrantes valoran más el papel de los amigos y de la familia del futuro novio.



Milton, Susana y Max, peruanos de Barcelona, creen que en Catalunya el inicio de una,relación es más directo y frontal

MAITE GUTIÉRREZ. BARCELONA.



Ella le mira y le gusta lo que ve. Mientras aguanta su copa en el pub lanza una mirada a un chico. Él le responde con una media sonrisa en plan "sé lo que quieres y yo también lo quiero". Se atraen, pero, como él no se decide, ella pasa al ataque. Bueno, ella no, sus amigas. Tres veinteañeras se acercan hasta el hombre para sonsacarle información. Le preguntan si está comprometido, qué le parece la chica que le ha mirado, que si ella es muy buena persona, muy guapa... Hasta que él se cansa y espeta: "¡Parecéis crías de doce años!".Pero ni son crías ni padecen de inmadurez. "En mi país se liga así", explica Stephanie, una senegalesa de 27 años que llegó a Barcelona hace seis y que pasó por ese trance una noche saliendo de copas. Ella ha visto cómo las diferencias culturales se notan incluso en el arte del flirteo, "como mínimo, hasta que te adaptas a lo de aquí". Para los inmigrantes solteros recién llegados, las costumbres a la hora de acercarse al otro condicionan el inicio de la relación amorosa con los autóctonos y dan lugar a malentendidos. Jóvenes de cinco países explican a La Vanguardia las reglas no escritas de la seducción en sus lugares de origen y qué les ha sorprendido de la manera de hacer catalana.

SENEGAL, AMIGOS Y CELESTINOS .

Aquí, la actitud que tuvo Stephanie al querer conocer a un chico pasa por infantil, pero en Senegal es una de las fórmulas para buscar pareja. Omar Diatta, un estudiante de cine de 29 años, de Diembering (sur de Senegal), afirma que este comportamiento se debe a la importancia que se da al grupo en su país. "Es difícil generalizar, porque en las grandes ciudades se está copiando el método de ligue occidental, pero en mi región la utilización de intermediarios está muy extendida", dice.

"Los jóvenes van en grupos de amigos y familiares, de 10 personas por ejemplo, pero siempre hay dos o tres personas en las que más confías. Si una chica te gusta, o al revés, ellos se encargan de ir a tantear el terreno y preparar la cita, y eso va bien porque a veces da vergüenza hablar con una persona por primera vez y con los amigos alrededor es más fácil", asegura. Antes de que los dos queden, el grupo lleva a cabo una investigación exhaustiva sobre la potencial pareja. "Cuando le echas el ojo a alguien, primero tienes que averiguar cómo es, si se trata de una persona educada, si tiene pareja y, sobre todo, si es sociable, porque, como vivimos en grupo, es muy importante que acepte a tus amigos y tu familia", explica Omar.

De Catalunya le extraña que algunas parejas pasen de amigos y familiares si no se llevan bien con ellos. "Parece que si ellos dos están a gusto, lo demás no importa, y en mi región tienes que pensar en la comunidad en la que vives, es una relación menos individualista", afirma este futuro director de cine. También le sorprende que los problemas de pareja se queden ahí, en la pareja. "Aquí mucha gente no acepta que te inmiscuyas en su relación, pero en Senegal lo normal es que los amigos intercedan, qué digo normal, es que tienen la obligación moral de solucionarte el problema, incluso cuando hay cuernos tienen que gestionar la crisis", dice Omar. Sobre los rollos de una o más noches, afirma que eso en las zonas rurales no existe, "aunque en las ciudades grandes sí que es habitual". Tampoco triunfa mucho el ligue en discotecas o fiestas, "porque no te da tiempo a conocer a esa persona, todo es muy precipitado, ¿y si es novia de un primo lejano?". Cuando la investigación personal concluye y se consigue una cita no hay que esperar mucho para formalizar la relación: "Si quedas dos o tres veces, ya está, en cambio en Catalunya parece eterno: tienes que ir al cine, a tomar café..., Eso es porque antes no se han preocupado de averiguar cosas sobre esa persona".

PERÚ, A LA ESPERA DEL CORTEJO.

Según Max, Milton y Susana, tres peruanos que estudian en el Institut d'Educació Continua de la UPF -Max ya ha acabado sus estudios y trabaja-, en Catalunya existe un salto de intensidad en el inicio de las relaciones. Milton cree que aquí todo es "más frontal, directo y seco", algo que Susana no ve del todo mal, ya que en su país "a veces se dan demasiadas vueltas cuando te gusta alguien", aunque todo tiene su límite. Esta estudiante de Ciencias Políticas recuerda que lo que más le sorprendió cuando llegó, en enero, fue "la facilidad con la que los hombres te abordan, entras en algún local y por el pasillo ya te llaman, en Perú, en cambio hay un juego de ajedrez previo, un tanteo, se espera al cortejo". Max destaca que en España el tipo de relaciones es más homogéneo, pero en Perú "hay regiones muy diferenciadas entre sí, y
con hábitos distintos, desde la más occidental, en la costa, a la más tradicional, en el interior". Aunque los tres coinciden en que las mujeres de la selva tienen fama de ser "muy ardientes y lanzadas". Susana admite que es muy raro que una chica peruana dé el primer paso. "Eso haría sentir inseguro al hombre, hay mucho machismo", afirma. Como en Senegal, en Perú funciona el intercambio de información, "la gente se basa en círculos de amigos para ligar, en cambio aquí se va más a por todas". Aun así, pese a existir diferencias, creen que las dos culturas tienen mucho en común y que el hecho de ser sudamericanos es un punto a favor a la hora de ligar. "Aquí se nos considera muy cariñosos y tranquilos y creo que la gente busca algo así porque en general los catalanes se parecen bastante a los nórdicos", dice Susana, que no ha tenido problemas para relacionarse.

RUMANÍA, AL ESTILO CLÁSICO

Paseos por el parque agarrados de la mano, relaciones serias que duran para toda la vida, la aprobación de los padres siempre por delante... "En Rumania todo se hace de un modo más clásico", explica Anna Maria, una joven que llegó a Cerdanyola del Valles desde Bucarest con su familia hace ocho años, cuando ella tenía doce. En su país de origen los códigos de la seducción se convierten en reglas casi oficiales que, si se es buen chico, hay que seguir. "Allí todo está muy establecido y los jóvenes saben exactamente cómo comportarse, no como en España, donde hay mucha incertidumbre en cuanto a las relaciones". Para empezar, no existe el concepto de rollo, por eso no es de extrañar que, recién llegado a Cerdanyola, su hermano flipase, como ella dice, con la manera en que se relacionaban los jóvenes. "Nos quedamos alucínalos, no podíamos entender cómo la gente primero se besaba y luego se conocía". Según cuenta, aquellos que son "decentes" tienen dos formas de conseguir pareja en Rumanía: a través de amigos o en el centro de estudios. Y remata la explicación con algo que recuerda, otra vez, a la historia de Senegal y Perú: "Es que allí las referencias son muy importantes, no te acercarás a una persona si no sabes algo sobre ella". Lo del abordaje en la discoteca o en la calle está "muy mal visto, incluso se considera una falta de respeto hacia la chica". Además, el noviazgo se toma tan en serio que una pareja no rompe por cualquier cosa, "al contrario que aquí, en Rumania se lo piensan dos veces antes de estar con alguien y cuando se casan cuesta muchísimo divorciarse, a veces incluso los cuernos se perdonan". Ella ha elaborado su propia mezcla de culturas, y lleva dentro una parte de cada país: "Si me comparo con mis amigas catalanas, creo que soy muy clasicona, pero más liberal que los chicos de Rumania, aunque a veces pienso que para encontrar a un marido tendré que ir a Rumania".

COSTA DE MARFIL, SIN EROS

Definir las relaciones allí es "muy complejo", asegura Kader, un estudiante de Filosofía de 24 años que llegó a Barcelona hace pocos meses. "La religión o la ausencia de ella, las diferencias entre la ciudad y el campo y las tradiciones tribales determinan las relaciones de pareja", dice. En algunas zonas los matrimonios se conciertan y no existe espacio para la iniciativa propia. En cambio, donde hay más libertad "el ritual de seducción es muy similar al de aquí, con la diferencia de que allí no existe el concepto de amor romántico, de eros, que tienen los europeos, los contactos esporádicos con otras personas están más aceptados y en este sentido creo que Catalunya se parece bastante a África".

MARRUECOS, EN EL MERCADO

Ahmed, obrero de la construcción de 30 años que lleva diez en Cerdanyola, dice dar dos consejos a sus compatriotas solteros recién llegados: "No creáis que aquí las chicas son tan fáciles como cuentan y no tratéis de entablar conversación en un mercado o en plena calle". Cuando no se conciertan los matrimonios, este último método "se utiliza mucho para ligar allí, en cambio aquí parece que sólo te puedas acercar a alguien si sales por la noche". La actitud de las mujeres, dice, provoca que muchos compatriotas vuelvan a Marruecos para buscar mujer, "a algunos les parecen demasiado liberales y también vemos prejuicios hacia nosotros".»


[1] Aunque hay reacciones compensatorias. Desde hace poco, vivo en una población relativamente pequeña – Cardedeu – en la que se percibe la sana voluntad de mantener un ciclo anual de hitos y celebraciones –algunas muy recientes, otras realmente antiguas- y, lo cierto es que esta combinación de escala pequeña y vocación cíclico-festiva resulta eficaz. Sin embargo, en una gran ciudad como Barcelona –de donde procedo-, la multiplicidad de gentes, referentes, espacios y actividades producen un efecto de magma difuso y amorfo, que diluye cualquier intento de escenificar rituales compartidos y amenaza constantemente con convertirlos en irrelevantes e indiferentes.

jueves, junio 21, 2007

Qué les decimos a los adolescentes y jóvenes. Sobre las campañas institucionales.

Desde hace tiempo, me fijo en cómo se impreca a los adolescentes y jóvenes en las campañas institucionales y en el contenido de sus mensajes. El análisis de los requerimientos que se les dirige, debería permitirnos deducir qué es lo que nos preocupa de la juventud y, de paso, cuál es el retrato robot que se maneja de nuestros chicos y chicas.

Pues bien , a tenor de una primera exploración en “google”, daría la impresión de que los adultos estamos obsesionados con el ocio juvenil, y especialmente con ciertas conductas de riesgo asociadas a “la noche juvenil”, como el sexo imprudente, la conducción temeraria o el consumo de alcohol y de drogas.

Curiosamente, casi ninguna campaña se permite cuestionar o desprestigiar la pretensión de “vivir la noche”. Se opta por asumirlo como algo irreversible para, en cambio, postular angélicamente, hacerlo con prudencia, sin correr riesgos. Parece como si nadie quisiese asumir que vivir la noche está por definición asociado a las conductas de riesgo. Nadie cuestiona tampoco por qué la noche se ha convertido para los adolescentes en un territorio exclusivo, ajeno a los adultos y sus reglas, a la vez que en una experiencia transgresora ineludible, un rito periódico que les presiona y les constriñe.

En cuanto a los mensajes, en general se dirigen directamente a suscitar el miedo en el individuo, interpelándole personalmente con el anuncio de las futuras desgracias que les provocarán sus actuales conductas peligrosas (“El alcohol daña tu cuerpo y tu cerebro. El alcohol te destroza por partida doble”, “No consumes. Te consume”; “En tus relaciones sexuales, si no te proteges, ¿sabes quién actúa?", “Sexo con seso”, etc).

Se obvian las referencias moralistas a posibles valores compartidos, ni siquiera a una ética de mínimos. No se habla de conductas buenas o malas, responsables o irresponsables. El único valor que se invoca es el de la conservación de la propia vida. Aunque para ser justos, hay que reconocer que alguna campaña sí plantea la cuestión de la responsabilidad sobre el prójimo (“Noches sin, no eres tú sol@”, “Con las drogas, mejor no seguir adelante”) e incluso, algunas loables iniciativas han intentado dar otro sentido a la noche joven (“Sácale partido a la noche”, lema orientado a promover actividades alternativas como deporte o tallares nocturnos) o provocar el debate acerca de las formas de ocio ("Y tú, ¿qué opinas del ocio y el tiempo libre?"). Resulta original la campaña que bajo un reclamo “inverso” invita al joven a enfrentarse a su enmascaramiento de la realidad: “Este mensaje no va para ti. Porque nunca has amanecido en un parking. Ni te ha dado el bajón. Ni has pillado nunca. Ni has pagado 6 euros por una botella de agua. Ni tampoco has dicho un día es un día. ¿Por qué tú no te drogas, verdad?”.

Mención especial merece el estudio Jóvenes y sexo promovido (http://www.obrasocialcajamadrid.es/ObraSocial/os_cruce/0,0,70037_1322669_0_0,00.html) por
Caja Madrid y otras instituciones (2005) que, si bien no ha generado ninguna imprecación de campaña, ha tenido el acierto de caracterizar el comportamiento sexual de los jóvenes con una fórmula que ha hecho fortuna: “sexo: el estereotipo que obliga y el rito que identifica”(http://www.obrasocialcajamadrid.es/Ficheros/CMA/ficheros/OSSolidaridad_JovenSexopd.PDF). Según el citado estudio, que responde a una visión muy compartida de las conductas juveniles, todo apunta a que la iniciación sexual temprana ha pasado de estar estigmatizada a convertirse en un poderoso mecanismo de integración en el grupo, en el que el ocio se ha asocia al sexo ocasional, acompañado de alcohol y estimulantes. Pero este sexo ocasional, en el que no caben ni el compromiso ni la prudencia –arruinarían la celebración-, adquiere un significado muy especial para ellos y para ellas, porque sólo “haberlo hecho, haber cumplido y saber de qué se trata” les sitúa plenamente en su nueva etapa de la vida. El grupo desempeña un papel clave y es muy intensa la presión de los mandatos de género, según los cuáles "los chicos son y deben ser 'sexuales' y las chicas han de mostrarse atractivas y evitar ser rechazadas”. Cumplido el rito del encuentro sexual y de acuerdo con el guión estereotípico dominante, los chicos se relajarán del imperativo de “tener que demostrar” que son capaces de estar a la altura, conscientes, con todo, de que sus demostraciones seguirán suscitando admiración; mientras que las chicas ya no deberán demostrar que “pueden hacer”, aunque desde entonces se enfrentarán a un nuevo reto cargado de peligros y posibles frustraciones: desarrollar una relación más “de pareja”, que supere el simple encuentro sexual y que trascienda en una comunicación más completa.

Pero, sigamos con las campañas. Desde la perspectiva de género adoptada en el anterior análisis, también se ha dedicado una notable atención a la discriminación de las chicas (“la igualdad enriquece, la discriminación destruye”, “no hay libertad sin igualdad”). Sorprende, al respecto, que ningún responsable institucional haya mostrado sensibilidad ante un dato evidente: los chicos no están en la posición de dominio que tiende a asignárseles, sino más bien al contrario. Basta comprobar estadísticamente que son ellos los que obtienen peores resultados y los que más marginación padecen en el sistema escolar, sobre todo en la secundaria. Quizás esa ceguera explique torpezas misándricas como la de criminalizarles con la campaña “NO te lies con los Chicos Malos” (¿qué efecto produciría el enunciado en femenino?), todavía hoy impulsada por la “Comisión para la investigación de malos tratos a mujeres”, que cuenta con respaldo institucional. Al menos, la campaña que ha impulsado la Generalitat de Catalunya es más sútil: “Talla els malos rotllos” , aunque también incurre en la misma estrategia criminalizadora, porque la imagen empleada sólo apunta a un género como causante del “mal rotllo”: el masculino. En otra campaña simplificadora dirigida a jóvenes se dice: “No seas complice de la violencia de género. Si maltratas... ¿te consideras más hombre?.”.







Otro frente de acción de los poderes públicos pasa por proteger a las jóvenes de los estragos del amor romántico. Se le considera culpable de provocar el desarme de las chicas frente a la violencia masculina, asumiendo que los chicos nunca padecen dependencia emocional de las chicas, ni son objeto de trato inapropiado por parte de ellas. Un análisis más sutil posiblemente priorizaría salvar de las exaltaciones románticas a determinados chicos para proteger de abusos a sus parejas o a ellos mismos. Pero, al parecer, el romanticismo es lisa y llanamente una estrategia al servicio del machismo.

El verdadero amor –en eso estamos de acuerdo- debería ser otra cosa: “no me ames tanto” en boca de una chica; “el amor no es la ostia”; “amar no duele”; “esto no es amor” –imagen de una mano masculina que tira de una mano femenina esposada a la suya-; “amor con sentido”; “¿Control? ¿Imposición? ¿Falsas promesas de cambio? ¿Celos infundados? ¿Violencia verbal? ¿Maltrato físico? Piénsalo”; “no lo consientas, no produzcas violencia; es un camino sin retorno”. A veces, se insinúa que la propia estructura familiar puede prestarse fácilmente a estos abusos ( “El león se aprovecha de su familia. El gallo maltrata a sus semejantes. La mantis asesina a su pareja. ¿Y tú? ¿Qué clase de animal eres…?.”). Curiosamente sólo he encontrado campaña que apunte directamente al machismo como causa de la violencia doméstica ("¡Cuidado! El machismo mata”).









Son abundantes las campañas centradas en el acoso escolar ( “orientados”; “Abre Tus Ojos”; “quítate la venda”; “La fuerza es el derecho de las bestias”; “tolerancia cero” “stop bullying”; “bullyng, quítate la venda” ) o el acoso homofóbico ( “todos pintamos” ).









Alguna campaña parece evidenciar la toma de conciencia del importante papel que desempeñan el consumo de los adolescentes y jóvenes. Con el lema "Da en la diana por tu seguridad" , la Red de Educación al Consumidor ha organizado una serie de acciones en muchos centros educativos para que los jóvenes conozcan y defiendan sus derechos como consumidores de determinados bienes.

Ocasionalmente también se han impulsado campañas destinadas a fomentar el compromiso público de los jóvenes. La más curiosa es la de la reciente Verruga Warren, que ''ataca'' a quienes sufren de problemáticas sociales y no se implican para subsanarlos. Sin duda, tan ingeniosa como políticamente incorrecta, esta campaña -quizás por ello- ha desaparecido de la red casi sin dejar rastro. El mensaje era simple: “Ojo con la Warren, la verruga. Es hora de tomar parte” y sólo resultaba efectivo viendo el vídeo (http://www.youtube.com/watch?v=clE_oNgwkT4).







Otra campaña similar, pero menos inconveniente, era la que promovía un nuevo portal de Internet destinado a la vivienda para jóvenes, utilizando como elemento motivador unas zapatillas deportivas: "Date un paseo y conócelas a fondo. Y si aún no tienes las tuyas, selecciona tu provincia y entérate dónde puedes encontrar las auténticas Keli Finders".








El ejecutivo comunitario también ha impulsado una campaña con el nombre “Primavera en Europa” para revertir “la falta de participación y de interés por la política entre los jóvenes”. El objetivo ha sido implicarles en el debate sobre sus aspiraciones para la UE a la vez que informales sobre las cuestiones comunitarias.

En cuanto al retrato robot del adolescente y joven que dibujan estas campañas es la de una chica o chico con una débil estructura de valores, individualista pero con una fuerte dependencia emocional del grupo de amigos/as, esclavo todavía de unos estereotipos de género sólo ligeramente reformulados, muy dócil a las modas, consumista, fácilmente manipulable y vulnerable, irreflexivo, impulsivo, cada vez más “friquizado”, social y políticamente pasivo, instalado en una adolescencia eterna, muy preocupado por su ocio y su presente inmediato, que vive sin pensar en las consecuencias de sus actos.

¿Son realmente así los jóvenes?. Si exploramos los últimos informes sobre la juventud de Javier Elzo (http://www.humanizar.es/formacion/revista/2005/may_jun/entrevista_001.htm ) o del INJUVE ( http://www.injuve.mtas.es/injuve/contenidos.item.action?id=409080779&menuId=1627100828 ), podemos concluir que es un diagnóstico más o menos acertado, al margen de ciertas obsesiones ideológicas. La cuestión es si las campañas han de aspirar sólo a constatar lo que hay sin cuestionarlo, buscando una conexión fácil y cortoplacista para evitar los peligros de bulto, o si han de tener más ambición, e intentar provocar transformaciones más profundas. Con un vuelo tan raso –sólo alguna se eleva ligeramente- yo les auguro unos pobres resultados, porque en realidad lo único que hacen es apuntalar lo que ya hay, al no ofrecer ninguna razón seria para cambiar de conducta.

Las admoniciones estrictamente individuales basadas en el miedo y la actitud conservadora ante la vida conectan poco con el joven, que desborda vida y si de algo está hambriento es de causas creíbles en las que invertir sus energías, de causas que les estimulen a dar lo mejor de si mismos, de tareas valiosas, inequívocamente buenas, por las que valga la pena luchar y que sean motivo de alegría profunda. Eso creo que no ha cambiado. Lo que ha cambiado es la oferta de esos horizontes estimulantes, porque los adultos somos los primeros en desconfiar de su existencia.

Hemos optado por vivir conservadoramente en la incertidumbre, sin arriesgar, quemando nuestras energías en reinventar obsesivamente el ahora. Nos tapamos los ojos ante el dolor, la enfermedad y la muerte, refugiándonos en la fascinación del consumo –objetos, experiencias, apariencia, identidades, etc.- y los ensueños de la vitalidad perdurable. Pero, toda huida se revela vana, por más que nos empeñemos en autoengañarnos. Ellos lo leen en nuestros ojos. Ven la vacuidad de nuestra complacencia, la mueca amarga que hacemos pasar por alegría.

Pero, tarde o temprano tendremos que tomar de nuevo conciencia de nuestros límites. Y tendremos que volver a edificar precisamente sobre esa base, empezando por el dato más evidente: somos seres extremadamente vulnerables y mortales. Una condición que, pese a todo, nos brinda la oportunidad de dar sentido a nuestra existencia. ¿Cómo?. Como lo han hecho nuestros predecesores más admirables: identificando y reduciendo el dolor del mundo.

Hemos de conseguir abrir los ojos de nuestro jóvenes al dolor del prójimo y sensibilizarles ante la evidencia de nuestras precariedades compartidas. Ese es el único horizonte en el que cobran sentido pleno nuestras existencias, la verdadera celebración de la vida y el desgaste de las energías.

martes, junio 12, 2007

Pobres hombres

Un día escuché a una mujer insultar a su pareja diciéndole “eres un pobre hombre. Lo hizo con contundencia complaciente, regodeándose en las sílabas, como convencida de que con estas palabras inflingía un golpe demoledor y le precipitaba definitivamente hacia el abismo del desprecio. Se trata de lo que podríamos llamar “un insulto de género, quizás la opción más virulenta entre las que ofrece el arte del insulto, porque ataca directamente nuestra condición psicosexual, es decir, la entraña más íntima de nuestra identidad. En este caso, la masculinidad del agredido.

Posiblemente no exista mejor definición de lo que comúnmente se entiende por masculinidad que la se obtiene positivizando la expresión “pobre hombre”. Pero, como ya señaló Elizabeth Badinter, la masculinidad tradicional tiende a definirse en negativo: “un hombre deberá convencerse y convencer de que no es una mujer, que no es un bebé y que no es homosexual” (XY, La identidad masculina, Alianza Editorial, 1993, pág. 51), en definitiva –podríamos añadir-, de que no es “un pobre hombre”. Un "verdadero hombre" ha de ser fuerte, valiente, maduro, adulto, controlado, seguro, competente, autosuficiente, triunfador, macho, con éxito entre las mujeres... Lo contrario de un "pobre hombre" que es un ser débil, frágil, cobarde, inmaduro, veleidoso, fracasado, inseguro, torpe, pegajoso, cargante, criticón, murmurador, afeminado, sin atractivo...

Podríamos pensar que muchos hombres y mujeres han conseguido escapar ya de estos esquemas opresivos y nada funcionales, pero no debe ser tan cierto, porque todos somos conscientes del poder altamente vejatorio que sigue teniendo el insulto “eres un pobre hombre”. Tanto, que desacredita especialmente a quien lo emplea, porque implica una notable falta de compasión (además de un notable primitivismo en su visión de las identidades de género).

Pero, posiblemente nada nos cause más desazón que un hombre, que ha fracasado en todo y opta por autoaplicarse este insulto de género:

"Soy un pobre hombre"Enviado por ojoaislado el 26 mayo a 20:36.,

Estoy hecho un asco (sobretodo fisicamente), aunque mi vida es asquerosa en general. mi existencia transcurre pegado a la pantalla del ordenador, mis hobbies son el ordenador, mi vida y mis obras son el ordenador, por eso, porque no tengo vida disfruto viendo la vida de los demás. Soy un pobre hombre frustrado que no ha conseguido nada en la vida y que por eso me averguenzo de cómo soy y siempre estoy mintiendo y haciéndome pasar por otras personas. Como soy así nadie me quiere (nadie en la vida real), porque en mi vida virtual tengo muchos amig@s pero en realidad no saben cómo soy, ni la edad que tengo, ni a lo que me dedico (es decir, a nada, solo a usmear en la vida de los demás). Si supieran lo bajo, raro y lo malo que soy, nadie me hablaría tampoco aquí. Lo peor de todo es que me encuentro tan mal y soy tan triste, que disfruto viendo como sufren otras personas (me reconforta), me siento mejor con las desgracias ajenas y humillando a la gente, pero sobretodo a los que no me siguen el juego... Bueno, la verdad, es que diciendo esto me siento mejor. Creo que necesito ayuda profesional, un psiquiatra por lo menos, pero mi madre dice que eso son tonterias y que lo que necesito es un pico y una pala y una carretera que este en obras. Pero es que se está tan bien en mi cuarto a oscuras, solo y delante del ordenador y de la tele con el mando en la mano que no me veo de otra manera en mi mierda de vida. Gracias por leerme.

http://foro.enfemenino.com/forum/psycho1/__f13992_psycho1-Soy-un-pobre-hombre.html



En Japón, a los que se aíslan con su ordenador, tras sentirse fracasados se les denomina “hikimori”(HIKIKOMORI, LA NOVA GENERACIÓ PERDUDA, Carmen Montilla, Avui, 22/01/2006). Se trata de un trastorno de género, porque no se produce entre las chicas, sino entre los chicos, a los que se somete a un guión vital muy estricto y opresor con el objetivo de que consigan un elevado rendimiento académico y el éxito final tras una sucesión interminable de procesos selectivos. El fracaso es vivido como una vergüenza familiar. Generalmente, los jóvenes que se encierran en su habitación lo hacen tras un suspenso en un examen o a causa de una decepción amorosa, y pueden llegar hasta inusitados extremos de reclusión.

Pero, los hombre adultos establecidos tampoco escapan a estas dinámicas de enajenación y asilamiento, aunque adopten formas más sutiles. Precisamente en el Avui de hoy, Toni de la Torre i Carla Gràcia nos ofrecen la historia de “un pobre hombrejaponés, en su una nueva entrega de la serie “SI MARXÉS A FER LA VOLTA AL MON, VINDRIES AMB MI? (15)”:



Historia de hombres.S. SOMEKAWA. Avui, martes, 12 de junio del 2007. Traducción personal.




Nada más llegar a Tokio, tenemos la oportunidad de observar una de aquellas escenas socialmente descriptivas: el metro, repleto de gente, pero en absoluto silencio, porque no hay ni un solo pasajero despierto. Ya son las diez de la noche y todo el mundo vuelve de trabajar absolutamente destrozado, sin el menor ánimo de mantener los ojos abiertos. Delante nuestro, un hombre de unos cincuenta años parece rendido, su cabeza descansa sobre unos brazos perfectamente doblados sobre el pecho. Lleva una americana de color gris, como gris es su vida desde que se levanta hasta que se pone el sol. Cuando era un niño tenía sueños. Soñaba con hacerse samurai. Él habría querido servir a la gente de su pueblo, ayudarla y cumplir con éxito los más diversos encargos. Porque los samurais no se debían siempre al shogun, el señor guerrero, como aparece a las películas; generalmente eran un cuerpo de voluntarios que arreglaban los problemas de su pueblo, tanto si se trataba de reconstruir un puente que se había estropeado, como si había que hacer de escoltas de un comerciante que quería viajar al pueblo del lado y tenía miedo de los ladrones y bandoleros. Los samurais obedecían y ayudaban a sus vecinos, y esta, y no otra, es la base del honor que supone ser samurai: darse a los otros.

A CAMBIO, LOS VECINOS PAGABAN una pequeña cantidad que servía para sustentar los gastos de los samurais y del jyoutan, el lugar donde viven. Al final, lo más cerca que había estado de esta vida de honor y de servicio había sido leyendo manga en su habitación. Allí, ya en la adolescencia, se refugiaba de sus compañeros de clase (que se reían de él e intentaban dejarlo siempre en ridículo ante alguna chica) y del exigente sistema educativo japonés (que estimula la competitividad entre los alumnos aprobando a los mejores de la clase y suspendiendo el resto: o sea, en un examen sólo aprueban los 20 alumnos que tengan más buena nota). Lo hacía leyendo las aventuras del samurai Yoshitsune Matsumoto y maravillándose con su valentía.

PERO ÚNICAMENTE TENÍA QUE SERVIR a su empresa. Entró en cuanto acabó su carrera, gracias a los contactos de su padre, que trabajaba allí desde hacía veinte años. Al principio, se lo tomó con entusiasmo. Tenía ideas, quería hacer cosas, tenía la esperanza de hacer un mundo mejor. No es que desde una fábrica de confección de quimonos se pudiese hacer gran cosa, pero en aquella época a Kyosuke aún le quedaba empuje e ilusión. Se centró en llegar a ser un gestor brillante y no paraba de leer libros sobre dirección y administración de empresas, publicidad y relaciones internacionales. Él creía que el futuro de su empresa era la exportación, y cada atardecer, cuando volvía del trabajo a su pequeño piso de Ueno, estudiaba inglés hasta que se quedaba adormecido.

YA TENÍA TREINTA AÑOS, y su familia estaba ansiosa porque se casase y tuviese hijos. Cuando le engañaron para presentarle a la que sería su futura mujer, Kyosuke estaba enfadado y creía que era una pérdida de tiempo, pero al ver la sonrisa delicada y preciosa de la joven y su mirada dulce y tierna, cambió rápidamente de opinión. Se gustaron enseguida, y después del tiempo requerido para los preparativos de la ceremonia, se casaron. Pero lo que al principio era una convivencia feliz, poco a poco se fue apagando. Los sueños de él sobre la empresa pronto se deshicieron, cuando se dio cuenta de que nunca conseguiría el lugar de gestor y que debería quedarse como ayudante. Al menos, hasta que el señor Norita se jubilase. Porque en las empresas japonesas la lealtad y la voz de la experiencia es lo más valorado, y el señor Norita, con más de treinta años trabajando para la empresa, mantendría su lugar hasta el final. Y él, su asistente, no podía hacer nada más que esperar.

LAS HORAS DE TRABAJO se convirtieron en una agonía gris, repetitiva y rutinaria. De frustración. Cuando salía de trabajar y llegaba en casa, descubría que su mujer ya no le miraba como antes. Tenía los ojos tristes, alguna cosa que le decía que su amor ya se había desvanecido y que la culpa era de él. Y con los niños, que no paraban de marearlo, no sabía qué decir ni cómo desenvolverse delante suyo, porque nunca se había involucrado demasiado en sus cosas.

HUNDIDO EN SU TEDIO, cuando uno de sus compañeros de trabajo le invitó a tomar una copa a Shinjuku, no se negó. El alcohol le hizo olvidar y desinhibirse; y la compañía de las chicas de los locales de noche le hicieron recuperar la felicidad, ni que fuese por un momento, del tacto de la piel joven en sus manos. Comenzó a mentir a su mujer y a inventarse reuniones que no existían. Acababa pasando la noche en los hoteles cápsula. Y al día siguiente, con el diario sobre la mesa y un café en las manos, parecía un hombre normal que estaba haciendo tiempo, antes de ir a trabajar. Pero, si uno miraba al fondo de sus ojos encontraba un vacío mortal.


Leyendo este relato, supongo que a nadie se nos escapa que la exigencia de éxito no es específica del Japón y sigue estando universalmente asociada a la condición masculina, empobreciendo y condicionando la vida de muchos hombres. Al igual que Kyosuke, muchos hombres siguen empeñados afirmar su masculinidad persiguiendo ensueños de éxito en la vida externa, enajenándose cada vez más de su entornos íntimos, de su pareja, de sus hija e hijos, y de si mismos, para convertirse en lo que siempre han temido: unos supuestos “pobres hombresfracasados que buscan evadirse de esa constatación hiriente. A esos hombres habría que recordarles que su masculinidad no ha fracasado, sino un modelo de conducta injusto y opresor, que siempre están a tiempo de revisar. Dedicarse a esta causa vale la pena, porque acelerar los cambios en los patrones de género puede ahorrar mucho sufrimiento a la humanidad. Yo intento contribuir modestamente a esta empresa con este blog.


Por si nos quedan dudas, quizás el repertorio de trastornos psíquicos específicamente masculinos, catalogados por el psicólogo Luis Bonino -entre los que figuran los brotes de agresividad y violencia-, pueda convencernos de la urgencia de modificar el modelo hegemónico de masculinidad...


Malestares masculinos: Son problemáticas caracterizadas por la producción de sufrimiento psíquico y/o daño a sí mismo y por ser egodistónicas, es decir se viven como extrañas y molestas para el propio Yo. Podemos diferenciarlas en:

-Los trastornos por búsqueda imperativa del éxito y control, caracterizados por el hecho de que cualquiera de los valores derivados de las creencias de la masculinidad (trabajo, sexualidad, potencia económica o corporal, etc), pueden ser tomados obsesiva o adictivamente como camino para llegar a ser “todo” un hombre. Este camino provoca una sobrecarga psíquica que lleva a veces al daño corporal corporal intempestivo (infarto, por ejemplo).

-Los trastornos por sentimiento de fracaso viril, derivados de la percepción del no cumplimiento de algunos de los mandatos de la Nhg o de la pérdida de valores masculinos que se suponía poseer (especialmente ante disfunciones sexuales o desempleo). Estas experiencias son significadas desde la Lt/n.m como fracaso en la realización del ser (ser poco o nada hombre) con la herida narcisista y la sintomatología ansioso-depresiva o hiperreactiva consiguiente.

-Las patologías de la autosuficiencia con restricción emocional: derivadas de la valoración extrema de la autosuficiencia vital y la invulnerabilidad, y con los consecuentes déficits personales provocados por la negación de lo emocional y lo vincular. En ellas lo llamado autosuficiencia es en realidad pseudoautonomía. Son quizás los malestares masculinos más frecuentes: arritmicidad patológica, alexitimia, homofobia , dependencias a la pornografía o a la tecnología, intimofobia, parasitismo emocional de las mujeres, etc. (7,19,20)

-Los trastornos por sobreinvestimiento del cuerpo-máquina muscular : derivados de la hiperconsideracion del cuerpoenvoltura exterior” . En cambio, el cuerpo”interior” está desinvestido de consideración, con las consecuente desconexión sensitiva de una parte de sí. La vigorexia es un ejemplo muy actual de este trastorno , así como las sobrecargas o las corazas musculares y la falta de detección de alarmas corporales que impiden registrar signos precoces de enfermendad.

-Hipermasculinidades : son trastornos por “exceso” de masculinidad, en el que se desarrollan actitudes en los que hay una identificación infatuada y exhibicionista con valores masculinos, que se ostentan a través de comportamientos exageradamentemasculinos”, tales como despliegues de fuerza, , riesgo o agresividad, exceso en consumo de alcohol o drogas, hiperautosuficiencia, la hipersexuación o no respetar reglas. Son frecuentes en los adolescentes, quienes los realizan grupalmente a veces en contra de sus deseos para ser aceptados por sus pares, así como por varones en crisis vital. Surgen del malestar por una masculinidad en entredicho, a la que se intenta reasegurar con “estrategiasmasculinas. A veces conducen a abusos, aunque no sea su objetivo especifico.

-Las patologías de la perplejidad y trastornos de la masculinidad transicional: estas problemáticas surgen de la actual caída o puesta en cuestión de varios mitos de la masculinidad. Esto provoca en muchos varones que se sostenían en ellos, desconcierto y perplejidad, estancamiento del devenir vital o conflictos intra o intersubjetivos con los nuevos roles deseados/temidos. Entre ellas destacan el síndrome de “pérdida del norte” (18), las dificultades de conciliación vida laboral/vida familiar, la vergüenza del hombre progresista a mostrar sus cambios y la llamada crisis de la identidad masculina (que la mayoría de las veces no es tal, sino un reacomodo a la restricción de roles que el varón percibe, pero sin cuestionamiento de sus representaciones de sí).

-Los trastornos derivados de orientaciones sexuales no tradicionales: originados en la no aceptación inter o intrasubjetiva de orientaciones sexuales no heterosexuales que algunos varones asumen fácticamente (célibe, homo o bisexualidad) y que implican transgredir la actual creencia de masculinidad =heterosexualidad activa, con la angustia y el temor al rechazo consiguiente.

-La ausencia o el vaciamiento en la subjetividad de determinados características humanasproscriptas “ para los varones, y la acumulacion de heridas al orgullo masculino que todas estas problemáticas producen, generan muchas veces déficits o inhibiciones en el desarrollo personal, que a su vez, por la impotencia que producen, generan mas sufrimiento(19,20):

Trastornos por indiferencia a otr@s o a sí mismo

En ellos, la otra persona o el sí mismo, no son sujetos u objetos de amor, posesión o dominio, sino que no son generadores de interés vital o simplemente no existen. Estos trastornos son:

-Las patologías de la autosuficiencia indiferente o agresiva: relacionadas con las patologías por autosuficiencia con restricción emocional pero en las que las caracteriza no es la valoración narcisista del autoabastecerse sino el predominio de la indiferencia, la descalificación a las necesidades del otr@,). Entre ellas: el autocentramiento patológico, la insolidaridad con los próximos y los lejanos en lo doméstico o en lo social, el embarazo de la pareja con desimplicación de la propia responsabilidad o la violencia “porque sí” "(11) ( en la que no se apela a una causa sino al puro placer de dañar).

-Los trastornos por obediencia/rebeldía excesivas a la norma y jerarquía . Los varones tienden a tener representaciones de sí como autosuficientes , beligerantes y superiores a las mujeres. Sin embargo, en el plano funcional de la organización de su actuar tiene mucha predominancia el imperativo ¡subordinación y valor! (pero ya sin la prescripción del valor) derivado de la burocratización del ideal del soldado. Por eso, en la practica cotidiana de su vida, gran numero de varones se encuentran acomodados rígidamente en relaciones micro y macrosociales de sometimiento, aunque éstas sean muy injustas o poco saludables, y no son muchos los que, aunque sufran en ellas se rebelen . Sometidos a las pautas o jerarquías externas, la propia subjetividad se vuelve indiferente ante sí, sin realización de deseos personalizados o cuestionamientos transformadores, oculta tras los “roles” que se “debencumplir (y aquí tenemos la normopatía viril(19) que no presenta "síntomas" quejas, pero produce "aplanamiento" vital y frecuentes trastornos psicosomáticos, la sobreadaptación exitosa o la neurosis obsesiva), o se “deben” transgredir (y aquí incluimos a las sociopatías) aunque con modelos transgresivos masculinos hiperindividualistas.,


Abusos de poder y violencias: Malestares y maltratos masculinos

Bonino, Luis: Nuevas visiones de la masculinidad, Icaria. Barcelona, 2000.



Tras leerlo, resulta muy pertinente recordar aquel email-“pptanónimo de amplia circulación que decía:

— Por cada mujer fuerte cansada de aparentar debilidad, hay un hombre débil cansado de parecer fuerte.
— Por cada mujer cansada de tener que actuar como una tonta, hay un hombre agobiado por tener que aparentar saberlo todo.
— Por cada mujer cansada de ser calificada como "hembra emocional", hay un hombre a quien se le ha negado el derecho a llorar y a ser delicado.
— Por cada mujer catalogada como poco femenina cuando compite, hay un hombre obligado a competir para que no se dude de su masculinidad.
— Por cada mujer cansada de ser un objeto sexual, hay un hombre preocupado por su potencia sexual.
— Por cada mujer que se siente atada por sus hijos,
hay un hombre a quien le ha sido negado el placer de la paternidad.
— Por cada mujer que no ha tenido acceso a un trabajo o a un salario
satisfactorio,
hay un hombre que debe asumir la responsabilidad económica de otro
ser humano.
— Por cada mujer que desconoce los mecanismos del automóvil, hay un hombre que no ha aprendido los secretos del arte de cocinar.
— Por cada mujer que da un paso hacia su propia liberación, hay un hombre que redescubre el camino hacia la libertad.



Me gusta especialmente, porque responsabiliza tanto a hombres como a mujeres del reto de cambiar los guiones de género. No puede cambiar un género, sino cambia a la par el otro.