sábado, enero 19, 2008

La tragedia del proveedor


La insistencia permanente en los privilegios de la condición masculina, nos impide ver las pesadas cargas que esos “privilegios” tienen asociados y las desventuras que generan. Una de ellas es la de actuar como los proveedores principales del hogar.

Muchos hombres tardan prácticamente toda una vida en descubrir el gran error que cometieron al focalizar todas sus energías en ese cometido. En sus momento, sus psiques se dejaron esclavizar por la creencia de que el trabajo era la única vía posible de autorrealización, y si además obtuvieron éxitos y recompensas profesionales seguramente reforzaron más esa creencia. Quizás, con el paso del tiempo, las señales de que algo no funcionaba bien se multiplicaran, pero su estrecha perspectiva de la realidad no les permitió reconocerlas. Los tiempos y espacios domésticos poco a poco se delegaron en el cónyuge; el vínculo afectivo con el hogar, con la pareja y con los hijos empezó a languidecer y a ser vivido como algo lejano y artificioso; los ritos domésticos se fueron esclerotizando; el nivel de compromiso disminuyó... Y, con toda probabilidad, empezaron a buscar compensaciones emocionales en otros ámbitos, tolerando los episodios de infidelidad. Es un cuadro que se reitera con frecuencia en las llamadas “crisis de la mediana edad”.

En el campo de la gestión empresarial se ha acuñado la expresión “despido interior” para referirse a la situación de aquellos trabajadores que ya no se sienten estimados ni valorados y que se han autoexcluido de los objetivos y proyectos de la empresa, limitando insignificante presencia a la de sus cuerpos automatizados y ausentes. ¿Cuántos hombres no se encuentran en una situación similar en sus propios de hogares?. Estos hombres que viven como exiliados o zombies en su entorno familiar son la prueba evidente de que de lo destructivos que pueden llegar a ser estos procesos. Muchos además reúnen en su persona los dos despidos: el laboral (interior o no) y el familiar (interior o no –divorcio además probablemente acompañado de expolio emocional y económico). Es la tragedia del proveedor, que puede llegar su punto culminante con la jubilación, como reflejaba un reportaje de la BBC sobre las llamadas “hojas húmedas”, emitido en C33 hace un par de meses...


“El síndrome del marido jubilado”. C33, 13 / 11 / 2007, reportaje de BBC (Gran Bretaña).


En Japón, las mujeres les han bautizado con el mote de "hojas húmedas" porque son pegajosos o como una especie de trastos viejos que les gustaría tirar a las basura. Consideran los hombres jubilados como una carga, una molestia que tienen en casa y que les gustaría que despareciera. Las mujeres no están acostumbradas en tener los maridos en casa, porque han estado viviendo solas durante años, como consecuencia de los horarios laborales de los hombres que se pasan todo el día fuera de casa. Por ello, cuando se jubilan y se vuelven pensionistas, deben enfrentarse con sus mujeres . En muchos países, la llegada de la jubilación se concibe como una oportunidad para el reencuentro de la pareja, que intentará rehacer la vida buscando actividades conjuntas entre ambos y se imagina como una especie de época dorada. La pareja piensa en le retiro de la actividad laboral con ilusión. Sin embargo en Japón, la llegada de la jubilación significa un momento de gran estrés y la puerta abierta a muchos fracasos matrimoniales.

Japón es el país del mundo donde se encuentra más divorcios a la edad de más de 60 años y la cifra no deja de crecer. Normalmente, es la mujer la que pide el divorcio, después de más de 30 años de convivencia, durante los cuales el marido se ha dedicado casi en exclusiva al trabajo, y eso ha hecho que las dos vidas, la de los hombres y la de las mujeres, discurrieran completamente aparte. La mayoría de las mujeres, que crecieron con un gran respeto hacia el marido, buscan como hacer frente a sus intereses fuera del matrimonio, y crean su propia red de soporte con sus amigos.

La jubilación del marido y su presencia diaria durante muchas horas en casa deja en evidencia la desconexión emocional de la pareja está emocionalmente, sin que tenga nada que decirse, ni nada que hacer en conjunto. Estar tantas horas juntos les lleva a descubrir que son dos desconocidos. Se considera que uno 60 por ciento de las mujeres del Japón tienen dolor de cabeza, depresión y otros fenómenos relacionados con este síndrome que ha recibido su propio nombre: El síndrome del marido jubilado. En los próximos dos años, alrededor de siete millones de japoneses se tendrán que retirar y eso puede significar una explosión de divorcios y de nuevos enfrentamiento entre hombres y mujeres.

FUENTE:
http://www.tvcatalunya.com/60minuts/2007/071113.html


Me pregunto en qué proporción este fenómeno se produce en Occidente y en que medida afecta a las nuevas generaciones. No tengo tan claro que hayan desaparecido estas inercias. La división sexual de las funciones sigue persistiendo más o menos enmascarada, pero ahora con la tensión añadida de que tanto hombres como mujeres tienden a incurrir en el mismo error. Y hasta que hombres y mujeres no asocien su realización personal a una gestión verdaderamente conjunta de la vida familiar, las crisis familiares seguirán aumentando. Ahí radica también una de las causas de la crisis que padece la educación.

Llevamos todavía pocas décadas ensayando nuevas articulaciones de la pareja desde una perspectiva igualitaria y deberíamos aprender de los errores de nuestros mayores. La pareja vive el estrés de su negociación y reinvención continua.


El reto es importante porque moverse en un marco de relaciones más anómico e indiferenciado no reduce los conflictos - como alguno quisiera pensar- sino que libera antiguas y nuevas tensiones, sin barrer las inercias de siempre, solapadas a los nuevos conflictos. Por esa razón la tan denostada serie de Tele 5 “Escenas de matrimonio” tiene tanto éxito.


Por cierto, tendría mucho interés averiguar que relación puede tener el proceso de enajenación descrito con las manifestaciones de violencia masculina en el seno de la pareja. Un hombre desconectado de su vida emocional y exiliado en su propio hogar es un peligro para sí mismo y para los que le rodean. Ese hombre sin competencias emocionales suficientes –y por fuerza dependiente y “pegajoso”-, puede convertirse en agresivo si se siente rechazado, más allá del credo igualitario que sinceramente profese. Cualquiera que estudie este asunto sabe cuan parciales y escasos son los análisis que se hacen al respecto, pero el lobby feminista más influyente no admite heterodoxias.

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