domingo, enero 27, 2008

Conquistando la paternidad (nuevas masculinidades)




Antes de ayer, al entrar en el lavabo de un centro público, me encontré con un joven papá cambiando los pañales a su bebé[1]. No es nada excepcional, ni debería serlo. Pero, confieso que me sorprendió la competencia y la ternura con que lo hacía. Era evidente que ejercitaba su condición de padre con un elevado nivel de autoconciencia.

Ese mismo día, un buen amigo me anunció el nacimiento de su primer hijo. Durante meses ha estado asistiendo a las sesiones de preparación al parto con su pareja, lo que le ha permitido vivir su paternidad con especial implicación. Me comentó que el impacto que le ha dejado todo el proceso sobrepasa cualquier experiencia previa. A ello, ha contribuido además el hecho de elegir el parto natural, una opción cada más factible, porque ya existen centros sanitarios públicos que tutorizan y atienden esta modalidad de alumbramiento. Me decía que, pese a sus suspicacias iniciales, aquellas sesiones preparatorias le redescubrieron una dimensión de la vida con la que tenía la sensación de haber ido perdiendo contacto desde la infancia. Ahora, tenía la convicción de que esta tendencia a acortar y simplificar los grandes hitos vitales, tecnologizándolos gratuitamente, nos priva de vivencias determinantes para construir nuestra existencia. Y recalcaba: “No quiero liquidar de cualquier modo estos momentos preciosos. Andamos todo el día entre máquinas y maquinitas, metidos en una espiral de trabajo, consumo y ocio evasivo que nos desconecta cada vez más de lo verdaderamente importante. Yo he optado conscientemente por sustraerme a esa inercia.”



Me acosté pensando que los hombres por fin hemos empezado a liberarnos de ese corsé de la masculinidad tradicional, que ha estado a punto de anquilosarnos definitivamente, privándonos de emociones esenciales y alejándonos de los bienes más valiosos.

Quizás vean tras esta defensa de la paternidad afectiva a hombres desconcertados y sin energía, que esconden su confusión tras un sentimentalismo sensiblero de nuevo cuño. Yo, sin embargo, llevo tiempo descubriendo a hombres sólidos, lúcidamente determinados a romper con dinámicas que les estaban empobreciendo. Hace falta mucha fortaleza para comprometerse con la paternidad y defenderla de otras "exigencias".

Pero, el escenario es nuevo y los conflictos se van a multiplicar. Y no tanto a consecuencia de las masculinidades tradicionales, que a pesar de su resistencia más o menos virulenta serán cada vez más residuales, sino sobre todo por la dificultad de reinventar un hogar en el que los hombres compartan en condiciones de igualdad la gestión de los afectos, los espacios y los tiempos. Ese ámbito era exclusivo de las mujeres hasta hace muy poco tiempo.





[1] Escribo “su” y yo mismo siento la presión de ese vetusto mandato de género que sólo autoriza a utlizar este posesivo en relación a las madres, si hablamos de un bebé.

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