Como recuerda Claudio Naranjo el "patriarcado agoniza" y es ya muy difícil crear guiones creíbles para disfrazar de autoridad a nadie. Es posible que este sea uno de los problemas más graves de nuestro tiempo. Ya no soportamos que nos manden enmascarados bajo ropajes impostados de autoridad. Hemos aprendido a desenmascararlos. No toleramos una autoridad que no se conquiste desde la verdad y la transparencia, desde un virtuosismo sometido a prueba permanente. "¿Por qué te he de creer?". "¿En qué basas tu autoridad?". "¿Qué sabes hacer?". "¿Por qué te he de tomar en serio?".
Pero, seguimos necesitando autoridad. Sin autoridad, caemos bajo la tirania de los peores y de lo peor (violencia, manipulación, abuso). Sin autoridad, no somos capaces ni siquiera de gobernarnos a nosotros mismos.
¿Cómo recuperar el sentido positivo de la autoridad, tras este ensueño antiautoritario?.
Desde luego, no parece que los antiguos guiones -el de la autoridad jerárquica indiscutible, el del género masculino y femenino tradicionales, el del "magister, etc.".- admitan labores de reciclado serias y reforzarlos produce un efecto patético, porque se opone al signo de los tiempos. Quizás podamos distraernos con ocasionales e irónicos "revivals" en la moda, en las series de iniciación adolescente, en músicas como el "reggaeton", etc. Pero, tomarse en serio el asunto parece dificil. Aunque, si no rellenamos el hueco y no ejercemos de otro modo las funciones que desempeñaban las representaciones de autoridad y de género, las imposturas se multiplicarán y nos colonizarán. Puede que ya esté ocurriendo.
El camino, sin duda, pasa por recurrir a nuevos patrones de conducta menos enfáticos y teatrales, y por denunciar tanto el dogmatismo como el antidogmatismo gratuito y disolvente, tanto el autoritarismo como el permisivismo, tanto la estereotipia de géneros como el menosprecio de la obvia polaridad sexual, etc. Habrá que desidealizar al ser humano y dejar de autoengañarnos creyendo que algunos encarnan nuestros ensueños. Habrá que vivir más pegados a la contingencia de la vida, valorando y celebrando sus logros.
Sin duda, caeremos en nuevos enmascaramientos, pero si los animan principios como los de la empatía y la apertura al otro, valores como la solidaridad y actitudes como la comprensión y la compasión, habrá esperanza. Habrá que trascender los antiguos guiones, dando un paso más en la lucha por la dignidad: la renuncia a los enmascaramientos en aras de una humanidad quizás más modesta pero más digna.
Muchos/as dicen promover ese cambio, pero se siguen acogiendo hipócritamente a los beneficios secundarios de los estereotipos tradicionales. Grave error: no existe el "derecho a ser mal@s".
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