Desde hace unas semanas estamos asistiendo a una lluvia de cartas a los periódicos sobre la “educación diferenciada”. El Opus Dei, promotor de multitud de colegios en todo el mundo en los que chicos y chicas nunca comparten las aulas, está impulsando esta campaña que por fin parece haber encontrado una formula de impecable corrección política. ¿Quién puede protestar por hablar de tener en cuenta las diferencias?. ¿Acaso no es eso lo que propugna el principio irrenunciable del tratamiento de la diversidad?.
El problema es que a la pedagogía progre que nos gobierna difícilmente le resultará aceptable tener en cuenta las diferencias de género, fruto según la ortodoxia feminista de un pensamiento androcéntrico que consagra la dominación masculina. Sin embargo, los nuevos valedores de la educación diferenciada están encontrando todo un arsenal de argumentos en las más recientes investigaciones neurológicas para avalar sus tesis. Leyéndolos, da la impresión de que sus posturas reaccionarias están más en consonancia con los avances de la ciencia, y de que el género como construcción cultural
ya es sólo un mantra arcaizante de siglo pasado, que sólo sobrevive en las mitologías del fundamentalismo feminista o de sus acólitos, repletas de términos como patriarcado, dominación, masculinidad hegemónica, etc.
Pero cuando uno conoce algo sobre los colegios del Opus Dei, dificilmente puede aceptar que su opción de separar por sexos derive de base científica alguna, ni de la voluntad de seguir estrategias psicopedagógicas “diferenciadas”. La razón parece ser más simple y tiene que ver con sobre todo con el empeño de poner a salvo a los chicos y a las chicas de los excesos de su sexualidad adolescente, una fuerza incontrolable que podría abocarles a una existencia de desenfreno y promiscuidad, poco compatible con un proyecto de vida cristiano, caracterizado precisamente por el control sobre el sexo . La opusiana Enciclopedia GER es bastante explícita al respecto (http://www.canalsocial.net/GER/ficha_GER.asp?id=5386&cat=educacion)
«¿No es un peligro multiplicar excitaciones y tentaciones, en la hora equívoca de la adolescencia, cuando los jóvenes no han adquirido clara conciencia de sí mismos, mientras que su sensibilidad se despierta? Los más débiles corren el riesgo de tener aventuras y acaso irreparables desastres». (cit. por R. Hubert, Tratado de Pedagogía general, Buenos Aires 1965, 409). Estos problemas de promiscuidad sexual han sido denunciados por muchos autores. Opinan otros que para conservar vivos el amor y la ilusión del matrimonio, lo mejor es no forzar una relación excesiva entre adolescentes de ambos sexos, pues otra cosa equivaldría crear un ambiente artificial, que da origen a situaciones de promiscuidad y aleja a los jóvenes del deseo de fundar un hogar. Para Stanley Hall, la c. es causa clara de la disminución de los matrimonios. …En el terreno moral, la c., en vez de moderar el impulso erótico, lo aumenta. La posición católica se nos presenta así, en palabras de Pío XI: «Es erróneo y pernicioso a la educación cristiana el método llamado de la coeducación... El Creador ha ordenado y dispuesto la convivencia perfecta de los sexos solamente en la unidad del matrimonio y gradualmente separada en la familia y en la sociedad...».
En el propio artículo se señala que no se trata tanto de de prevención ante la sexualidad (“la fe cristiana proclama que la distinción de sexos es querida positivamente por Dios y que el matrimonio es un sacramento santificador”), sino de temor a propiciar precozmente una sexualidad inmadura, que desconoce “las reales condiciones existenciales de la persona” (“las leyes psicológicas y ascéticas que deben regir el desarrollo humano hasta llegar a la madurez”). Actuando de ese moco “el naturalismo no favorece, aunque a veces lo pretenda, el desarrollo de los valores, sino que lo pone en peligro.”.
Y en el artículo se concluye: “lo más acertado parece ser desaconsejar la coeduación en el difícil periodo de aparición de las tendencias sexuales (que se corresponde con la enseñanza media) y permitirla en los demás periodos, siempre buscando situaciones vigiladas y enmarcadas en un sano ambiente educativo. Naturalmente que el proceso de aceptación debe ser gradual. El profesorado, tanto en la enseñanza primaria como en la superior, puede ser mixto.”
Pero las páginas que el Opus promueve bajo el rótulo de “Escuela Diferenciada” se guardan mucho de apelar a sus temores a la vida promiscua de los adolescentes –verdadero razón de su apuesta pedagógica- y prefieren adoptar ropajes socialmente más aceptables, como son los nuevos argumentos aportados por la neurociencia.
En este proceso de formulación y reformulación argumental, se nota la presión dramática que deriva del miedo a perder las subvenciones públicas para sus escuelas, obstinadas en segregar a los alumnos en función del sexo. La futura Llei d’Educació de la Generalitat vuelve a la carga sobre este asunto y las alarmas se disparan. Y, el caso es que en este ir y venir argumentativo, se están diciendo muchas cosas interesantes, especialmente para alguien como yo, que se sitúa al margen tanto del oportunismo opusdeista, como del radicalismo feminista.
Empezaré por el tema de la coeduación. En un loable esfuerzo de objetividad, la propia enciclopedia GER –el artículo es de D. Del Río Sadornil- también recoge las razones a favor de la coeducación:
1) Ventajas pedagógicas. De una parte, la coeducación excita la emulación de los estudiantes hacia su mejor rendimiento, y puede de este modo valorarse mejor la capacidad de cada uno. Se facilita, de otra, el diálogo educativo entre sexos y con ello se siguen mutuos enriquecimientos. La mujer suele aportar en este diálogo su fácil intuición; el hombre acude al razonamiento. Éstos se pulen en la convivencia, las mujeres adquieren mayor claridad en el juicio y expresión y ambos llegan a conocerse mejor a sí mismos confrontados con el otro.
2) Ventajas psicológicas. El equilibrio psíquico es difícil de lograr en ciertas edades y situaciones, teniendo la cuestión sexual notoria influencia muchas veces. Con la c. ocurre de un modo más natural el proceso evolutivo personal de los muchachos y muchachas; ambos logran un mejor equilibrio psíquico y un desarrollo madurativo más regular. Con la c. se logra un conocimiento más completo del sexo opuesto, libre de fantasías y errores malsanos, y se asegura una mayor espontaneidad en la relación. También se consigue que no se retrase más de lo debido el descubrimiento del otro sexo, con los conflictos propios que esto acarrea, debiendo estar también muy atentos para que no ocurran adelantamientos prematuros.
3) Ventajas sociales. La c. es causa para mejor poder comprender los problemas que comportan las relaciones entre grupos humanos. La cortesía, el civismo y otras muestras de corrección social son fácilmente estimuladas y desarrolladas en los chicos, mientras ellas se hacen más recatadas. El principio social de igualdad de oportunidades puede consolidarse en la mente de los que se coeducan, al descubrirse el mito de la superioridad masculina. Hoy la vida asocia a hombres y mujeres en distintos trabajos; lógicamente debe ser bueno que desde pequeños ellos y ellas aprendan a conocerse, a respetarse y a colaborar juntos. El matrimonio, la familia, como primera célula social, ha de hallar de este modo un soporte más noble y más seguro que el que pueda dimanar del interés o de la escueta atracción de los sexos. La coeducación favorece la pervivencia de la familia y un armonioso progreso social.
4) Ventajas morales. La experiencia demuestra que la aproximación natural de los sexos interviene ordinariamente de modo positivo sobre los mismos, ya que el impulso erótico queda moderado. En la fase de la adolescencia se les facilita la liberación del momento autoerótico y homosexual de su desarrollo. Los partidarios de la c. dicen haber comprobado el hecho de que la masturbación disminuye entre adolescentes y jóvenes que han sido coeducados.
Cómo se ve, se trata de argumentos de peso, que más allá del sabor añejo que despide su formulación –el artículo puede tener ya unos 30 años- y alguna que otra consideración más o menos peregrina como la de la la liberación del momento autoerótico y homosexual, lo cierto es que aporta motivos más que convincentes para optar por la coeduación en lugar de la separación de sexos. El que escribe vivió esa separación entre los 13 y los 17 años –en el instituto Jaime Balmes de Barcelona- y suscribe las ventajas de la coeduación. Todavía recuerdo como nos carcomíamos de deseo y a la vez de vergüenza e inseguridad ante las chicas y, sin embargo, ahora contemplo la envidiable naturalidad con que se tratan los chicos y las chicas de nuestras centros mixtos.
Sin embargo, el artículo concluye, como ya dijimos que la coeduación es desconsejable “en el difícil periodo de aparición de las tendencias sexuales”. Y quizás alguno piense que no andaban tan equivocados a la vista de las cada vez más precoces relaciones sexuales de los adolescentes, pero no nos confundamos: la causa no es la coeduación, sino el negocio del sexo y el clima de sobrexcitación permanente que ejerce en todos frentes –internet, publicidad, moda, televisión, cine, ocio, etc- en una búsqueda enloquecida de beneficios a toda costa, sin reparar en daños. Algo que además ocurre ante la sorpresa y la pasividad de los adultos. Pero no es este el tema que me ocupa.
Ahora el Opus Dei ya no habla de “separación de sexos”, sino de “educación diferenciada” y este aggiornamiento tiene mucho interés, porque implica abrir las puertas a otro tipo de consideraciones, de las que el autor del artículo de la GER todavía no había oído hablar, cuando lo redactó. Me refiero a las que provienen de la neurociencia. Y ahí, pese al carácter sospechosamente sobrevenido que tienen estos argumentos en boca del Opus Dei, lo cierto es que tienen interés. Según autoras como María Calvo (Iguales pero diferentes, Almuzara, 2007), de lo que se trata no es tanto de evitar la promiscuidad, como de respetar los diferentes ritmos y estilos de maduración de los chicos y de las chicas, algo que sin duda –dice ella- es más probable con la separación de sexos, aunque al mismo tiempo no tenga más remedio que contemplar la posibilidad de una escuela mixta también pueda hacerlo, pero esta opción no parece interesarle demasiado. De todos modos, es evidente que puede haber escuelas con separación de sexos y educación indiferenciada y escuelas mixtas con educación diferenciada.
A mí esa última opción, sí me interesa y mucho. Comparto los la fe en la coeduación, pero etoy convencido de que sólo será plenamente efectiva, si parte del respeto y la atención a esas diferencias de ritmo, maduración y estilo de aprendizaje a la que alude Calvo y, que no son -como el feminismo radical afirma- sólo una construcción cultural, no sobre todo una realidad neurobiológica incontrovertible. Creo que estamos en condiciones de dar el salto a otro paradigma de referencia: ni separación ni mera yuxtaposición, sino coeducación madura, es decir construir una sociedad justa y satisfactoria partiendo de las diferencias entre chicos y chicas y no independientemente del sexo al que pertenezcan (según reza la definición ortodoxa de coeducación) .
Y, llegados a este punto, pregunto: ¿quién se ocupa de las singularidades masculinas en la educación secundaria actual?. Continuará.
3 comentarios:
Em sembla molt pobre donar arguments de caire religiós per justificar la tria d'un model d'educació per als nostres fills. No sé si sap què a EE.UU. comença a haver col·legis públics amb educació diferenciada que estan aconseguint millors resultats.
Sort que he tingut la paciència de llegir-me tot l'article, per cert una mica llarg, i veure que en el fons pensem igual. Hi ha diferents ritmes d'aprenentatge entre els dos sexes i cal tenir aquesta diferència en compte al igual que fem amb les edats, els alumnes de NEE i els immigrants.
Después de leer su interesante artículo, me he quedado igual que cuando escucho algunos sermones: todo muy hermoso, pero sin concretar para la vida misma. Algo le pasa a usted con el Opus, y le cuesta dar la razón a quien tal vez la tenga, aunque reconocerlo no sea políticamente correcto. Perdone la humorada, pero ¿Ha visto algún capítulo, por ejemplo, de la serie "Física o química" en la tele? ¿Se refiere a eso con lo de coeducación madura"?
Un saludo,
Fco. Martín (Sevilla)
Yo soy estudiante de pedagogía en la Autónoma de Barcelona. Hice un trabajo sobre la coeducación y me tope con su blog.
He leído TODO el artículo y realmente pienso que... quizás si que los de la opus tengan razón pero... los valores que podemos adquirir cuando somos adolescentes son muchísimos. No creo que tengamos que estudiar por separado simplemente porque a algunos les parezca que en nombre del cristianismo debemos ser castos y puros, etc, etc,...
Otra cosa es eso de física y química por ejemplo. Perdonenme señores, se que soy muy joven y aún me queda mucho por descubrir, pero...el problema esta en casa, no en la educación escolar. Si los padres dejan ver este tipo de series a sus hijos, no es culpa de la escuela, digo yo. Mi madre me prohibia algunas series de pequeña porque las encontraba fuera de lugar para la edad que tenía, y sinceramente, creo que hizo bien.
Buen artículo! Lo usé para mi trabajo, espero que no le importe!
Samantha
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