lunes, diciembre 24, 2007

FELIZ NAVIDAD


Felices Fiestas a todos los amigos y visitantes de este blog.
Un abrazo muy cordial a todos.






Os dejo un cuento que acaba de escribir mi hija (13 años):

Conocí a un amigo que cuando llegaba la Navidad, se sumía en lúgubres pensamientos…

¡No! ¡Otra vez la Navidad!. ¡Qué agobio!.¡La gente asalta los almacenes en manada como si regalaran las cosas! Regalos, regalos, regalos. Pero, si tenemos todo el año para hacernos regalos. ¿Por qué tanta ansiedad?. ¿Por qué tanto simulacro? ¿Y esos horrendos Papás Noeles, torturándonos en cada esquina con sus risas enlatadas? ¿Por qué vestirá de rojo Papá Noel? ¿No podría renovarse un poco y utilizar el verde, el azul, el amarillo o –estaría bien- el negro?. ¿Y qué decir de esos ejércitos de Reyes Magos y de sus legiones de pajes siempre con sus ropajes retro?. ¿Acaso seguimos en la Edad Media?. Ahora que ya nadie es monárquico, no les vendría mal un poquito de renovación. ¿Por qué no les dejan una temporada el cargo a las ministras del gobierno que visten más moderno y son mujeres? ¿O a los de ERC?. O mejor a los de Iniciativa... ¡tanto consumismo no es bueno ni para los niños ni para el planeta!. De Papá Noel, mejor que haga Zapatero, que también lo clava y es más actual.

Pero todas esas quejas no le servían para paliar la soledad que sentía durante estas fiestas. Cuando paseaba por las calles iluminadas con estrellas, trineos, árboles, todo se le antojaba falso e ilusorio. Le molestaba ver a tanta gente contenta, feliz, con sus niños pequeños riendo y comiendo golosinas, mirando los tenderetes repletos de figuras, musgo y belenes, o embobados ante los escaparates y los espectáculos callejeros.

Pasaron los años y sus sentimientos no cambiaron demasiado. A veces, algún espejo o vidriera de la calle le devolvía su imagen triste y solitaria y de golpe sentía como un gélido escalofrío recorría su espalda. Y aunque él no se toleraba demasiadas debilidades emocionales, cuando eso ocurría, cada vez le csotaba más reprimir una intensa sensación de amargura y pena, que amenazaba con inundar sus ojos de lágrimas. Pero, al final siempre se imponía su orgullo, y se reafirmaba en aquella decisión ya lejana: “No y no -se decía-, prefiero estar solo que pasar las navidades con ellos”. .

Sin embargo, todo esto cambió recientemente y de forma muy positiva. Una serie de hechos ayudaron a resucitar el espíritu navideño que seguía escondido en su interior...

El año pasado, el 25 de diciembre, ese día en el que desde que abandonó la casa paterna su alma inevitablemente se veía invadida por sentimientos depresivos, recibió una extraña carta, sin sello. Alguien debía haberla colocado personalmente en su buzón.

"Querido Juan.

Hace años que te fuiste y no sabíamos nada de ti. Nos ha costado encontrarte. Nos quedamos muy tristes y desconsolados con tu partida. Te entendemos No supimos comprenderte. Perdónanos hijo.

¿Querrás reencontrarte con nosotros? Hijo, mañana te esperamos en la fuente de la Plaza Cataluña a las cinco de la tarde. No conocemos demasiado la ciudad y si no apareces o no das noticias, entenderemos que no quieres volver a vernos y volveremos a casa.
¿
Vencerás ti resistencias? ¿Tendrás valor para dar ese paso? Tu padre y yo lo deseamos con toda el alma."

Mi amigo no sabía que hacer. ¿Y si era una broma pesada de algún perverso desalmado que quería regodearse haciéndole sufrir? Pero al fin se decidió a hacerlo.

Al llegar al sitio propuesto vio que no había nadie. Esperó diez minutos y ni rastro. Pero, al cabo de quince minutos vio aparecer un tropel de gente conocida, que levantaban entre todos un cartel en el que se podía leer: ¡FELICIDADES JUAN!

Efectivamente, ¡era el día 26, el de su “cumple”! Hacía años que no lo celebraba. Pero lo más impactante no fue eso. Estaban sus padres, sus hermanos, sus tíos, sus primos. Todos le pidieron perdón por no apoyarle cuando decidió irse a trabajar a un periódico de Barcelona. Nunca aceptaron que se fuera a una ciudad tan lejana. Siempre habían sido una familia muy unida, que no se separaba por ningún motivo.

Aquel reencuentro le devolvió a mi amigo la ilusión y la alegría de la vida. Recuperar la confianza en sus seres queridos fue el mejor fue el mejor regalo de su vida.

Ahora ha resuelto, no dejar pasar más de un mes sin hablar con los suyos y su ilusión es reservarse cada trimestre unos días para volver a verles. Desde entonces, su propio hogar empezó a resultarle más acogedor, y se siente más contento de ser cómo es y de llevar la vida que lleva.

Aquel día recuperó las ilusiones perdidas.


Elena J. Q.


Me encantan estas fiestas. ¿Quién no siente la llamada al perdón, al reencuentro y a la reconciliación durante este tiempo ritual?.

¿Hay algo que no se pueda perdonar?

Cualquiera que se conozca un poco sabe cuantas tonterías somos capaces de hacer si nos dejamos llevar por nuestro tirano interior. ¿Cómo no vamos a entender que a otros les suceda lo mismo? Y si hay alguien tan esclavizado por su tirano interior que ni siquiera desee liberarse de él, como mínimo, siempre podremos perdonarle en nuestro corazón.

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