domingo, diciembre 02, 2007

La ultima desfachatez: culpar a los docentes de los problemas de la educación en Cataluña

Me produce tristeza la frivolidad con que muchos –políticos, periodistas, expertos en pedagogía, técnicos y gestores con poder o aspiraciones- se están entregando al impune ejercicio de cuestionar la solvencia de los docentes. El mérito es de la Administración Educativa Catalana, que ante la inminencia de un negativo informe PISA ha tenido la pericia de defenderse atacando al eslabón más débil del sistema y tapar así sus desaciertos. Y de poco nos servirán las quejas retóricas de los sindicatos, porque la mayoría son cómplices de la situación de fragilidad en la que se encuentran maestros y profesores.

El debate está servido y esta cortina de humo permitirá esconder las vergüenzas de muchos pedagogos y expertos de salón con cargo, enfangándonos de nuevo en una destructiva discusión sobre las vacaciones de los profesores, nuestro inveterado corporativismo y otros tópicos al uso. En definitiva, otro derroche más de energías, que tendrá eso sí la virtud de precarizar todavía más nuestra posición.

Recordemos la secuencia de los acontecimientos. Todo empezó con un oportuno informe de la Fundación Jaume Bofill, recordando los alarmantes niveles de fracaso escolar en secundaria. Acto seguido, los responsables de Educación anunciaron a bombo y platillo que una futura Ley de Educación Catalana nos salvaría a todos de la debacle, gracias a sus dos novedades estrella: la evaluación de los docentes y la autonomía de los centros. Días más tarde, se han empezado a divulgar algunos resultados desagradables del informe PISA, pero el punto de mira ya estaba situado sobre los docentes.

De este modo, en lugar de un clamoroso “MEA CULPA” entonado a coro por los políticos, los lobbys pedagogistas y los sindicatos complacientes involucrados en las innovaciones educativas de los últimos años, nos hemos enredado con una hábil ceremonia mediática de la confusión.

El fraude es tan manifiesto, que basta contrastar los análisis del informe de la “Bofill” con sus propuestas de solución y descubrir que la desconexión es casi absoluta.

Pero las evidencias de que hay muchos culpables implicados en el fiasco educativo son clamorosas. Para empezar...

  • la instrumentalización política del debate educativo y la falta de voluntad de consenso en una cuestión tan crucial lleva años obligándonos a dilapidar muchas energías en medio de una inseguridad legislativa enorme (reformas y contarreformas) y una anarquía curricular verdaderamente lamentable;
  • se han suprimido todos los filtros asociados a los niveles de aprendizaje, propiciando la devaluación constante de los contenidos (en la primaria catalana la promoción es automática);
  • se mantiene un contradictorio enciclopedismo curricular que además de estar científicamente obsoleto y alarmantemente desconectado de las experiencias de la vida es de imposible cumplimiento y contribuye a aumentar aún más la anarquía curricular;
  • la pedagogía "franciscano minimalista" dominante desmotiva a los alumnos y desarma su potencial de esfuerzo y superación;
  • se ha complicado el ejercicio de la autoridad y la sanción de los malos comportamientos con un énfasis desmedido en los derechos de los alumnos, contribuyéndose a trivializar la importancia de las normas de conducta y a aumentar los márgenes de impunidad;
  • se ha caído en error de creer que la cohesión social se facilita sacrificando la calidad de los aprendizajes;
  • la gestión y la planificación educativa lleva décadas demostrando su falta de reflejos y su tendencia a actuar de modo reactivo e improvisado;
  • el organigrama del sistema educativo no cesa de enmarañarse día tras día incorporando nuevas figuras con funciones imprecisas que se solapan a las antiguas;
  • los centros educativos llevan años sobrecargándose con nuevas funciones que derivan de la dejación de responsabilidades por parte de otros actores sociales a los que no se les exige nada;
  • el debate educativo auténtico está desapareciendo paulatinamente de los centros escolares, a causa de la fatiga y el desencanto docente acumulado, la fidelización de las plantillas (la cuota de cautividad docente no cesa de aumentar) o la deriva hacia el marqueting escolar que aqueja a muchos centros y direcciones (se han impuesto las políticas de imagen, de maquillaje de resultados, de captación de ayudasfinanciación suplementaria a cambio de logros aparentes-, de captación de clientes, etc);
  • la frecuente educación permisiva y sobreprotectora de los padres ha provocado un aumento de la impulsividad entre los niños y adolescentes, cada vez más incapaces de gestionar sus deseos y caprichos, aplazar las recompensas, aceptar la frustración o mostrar empatía;
  • la rendición a una cultura hipertecnologizada de la inmediatez, la imagen y el ruido ha devaluado el valor de la palabra, herramienta básica del docente;
  • la actitud irresponsable de los medios de comunicación ha saturado el imaginario de niños y adolescentes con personajes que fomentan la idolatría del éxito fácil y la fama efímera o de adultos infantilizados y ridículos que exhiben conductas irresponsables e inmaduras;
  • los modelos estimulantes de verdadera excelencia tienen una cuota de pantalla muy reducida;
  • nuestros disfuncionales horarios sobrecargan la actividad escolar y dificultan las actividades de estudio y refuerzo fuera de la escuela;
  • aumenta la prevalencia de un ocio juvenil pasivo con fuertes componentes adictivos y desestructurantes, que es posible gracias a las negligencias de muchos actores sociales: familias, responsables políticos, etc...

Podría seguir, aunque ¿para qué? Está claro que a nuestros “expertos”, su autoestima narcisista no les permite reconocer fallo alguno. Y uno, la verdad, ya está harto de ser el chivo expiatorio de tanto iluminado arrogante.

En este drama es obvio que el gran problema no es la relajación y poca formación de los profesores. Somos muchísimos los que llevamos a cuestas toda la formación complementaria posible que los ICEs y las universidades imparten –¿será ese el problema?- y les aseguramos que ahí no está la solución. Tampoco está en el aumento de la presión sobre los docentes con evaluciones o estrategias de precarización. Aunque nos coloquen un policía al lado que nos vigile todo el día, los problemas actuales van a seguir produciéndose. Aquí fallan muchas cosas empezando por el patrón, el guión de la obra y el escenario.


Desde aquí, invito modestamente a todas mis compañeras y compañeros a no dejarse confundir y a salir del régimen de silencio o cautividad en el que nos hemos sumido, a recuperar nuestro orgullo profesional, a reempoderarnos y hacer escuchar nuestra voz. Hay que recordar que para educar hace falta toda la tribu, que nuestro trabajo tiene unos límites más modestos de lo que se quiere aceptar, que nosotros sólo alcanzaremos nuestro cometido –educar (consolidar normas de conducta) e instruir (trasmitir los conocimientos y normas metodológicas de las ciencias y disciplinas básicas) si los demás colaboran propiciando un escenario adecuado. Invito a denunciar a tanto iluminado pedagogo y/o legislador que lleva decenios extenuándonos irresponsablemente con recetas mágicas y ahora carga de nuevo contra nosotros. Invito a promover un verdadero pacto por la educación en el que todos los actores sociales asuman sus responsabilidades.

3 comentarios:

Gregorio Luri dijo...

Enrique: El día que quieran, de verdad, solucionar el actual desaguisado deberán empezar por escuchar a los docentes. Pero no me hago ninguna ilusión al respecto. El abismo que se está abriendo entre los políticos y los docentes es, a mi modo de ver, el principal problema educativo catalán.

Enrique Jimeno Fernández dijo...

Totalmente de acuerdo, Gregorio. Deberíamos encontrar la vía para hacernos oir.

Cerillo dijo...

Casi parece que debería de hacerse borrón y cuenta nueva, Se debería encontrar lo manifiestamente perdido: unos criterios objetivos y simples que sean acatados por la mayoría como norma de estilo.