domingo, septiembre 16, 2007

El rey de la casa


Me voy al Palau de la Virreina a ver la exposición "El rey de la casa" que está a punto de concluir (27-9-2007). Acabo de consultar la información que aparece en internet y el planteamiento me parece muy lúcido. A los que niegan el género y otras construcciones simbólicas como la infancia, presentadas sin más como naturales, quizás les interese.

http://www.bcn.es/virreinaexposicions/castella/02070531.htm
http://hiperactivo.com/elreidelacasa/

Reproduzco los contenidos básicos:

EL REY DE LA CASA. ADULTOS A LOS DIEZ, NIÑOS A LOS CUARENTA

El Rey de la casa es un recorrido, un ensayo en forma de paseo, para proponer una reflexión sobre la infancia. A menudo la noción que tenemos de la infancia no encaja con la realidad de los niños de hoy.



El trabajo de los artistas presentes sirve precisamente para ilustrar algunas de estas áreas de fricción.

Nuestra idea actual de infancia es el producto de una continua construcción simbólica. Es por ello por lo que esta exposición plantea la infancia desde una perspectiva cultural o histórica y pasa por alto cualquier intento de definición natural o biológica de los niños.

En la primera sala, y a la vez última, hay un espacio de documentación sobre esta construcción en diferentes periodos históricos.El mito de la infancia como la edad de la inocencia, heredero del pensamiento de Rousseau, encuentra su esplendor en la Revolución Industrial.

Pese a que la mayoría de los niños son víctimas de la explotación en las fábricas y en las minas, los niños de las clases más altas, los protagonistas de Peter Pan o Alicia en el País de las Maravillas, tienen una vida indulgente y fantasiosa. En este nuevo escenario, el duelo por la muerte de los niños y el mito de los niños perdidos alimentan una nueva sensibilidad que pone en valor la condición infantil. Paulatinamente, la infancia se convertirá en una nueva categoría social.

Hoy, el mito de la inocencia se esfuerza por sobrevivir en una sociedad tecnificada, indolora y transparente. Los niños se inician rápidamente en los métodos de los adultos, mientras que éstos construyen un mundo infantilizado, donde prevalece una cultura del ocio que no distingue las herramientas de los juguetes.La exposición comprende una gran variedad de formatos (pintura, escultura, instalaciones, documentales, ensayo y fotografía), que nos ayudan a reflexionar sobre una de las principales inquietudes de este principio de siglo.

01. Espacio de documentación


Principio y final de la exposición. Una selección de datos significativos en la apreciación de los niños. Un gran mural permite cruzar información de cuatro grandes períodos (Grecia y Roma, Edad Media y Renacimiento, los siglos XVIII y XIX, y el siglo XX) con cinco “autopistas temáticas”: la representación de los niños, las instituciones, el hogar, las edades del niño (prácticas y costumbres) y miscelánea.Documentación: Yaiza Hernández

02. Velatorio

El duelo por la muerte de los hijos va ligado a una nueva sensibilidad en la representación de los niños. La escultura funeraria de la pequeña Penelope Boothby —que murió en 1791 con cinco años de edad—, en la que aparecía retratada como si estuviera dormida, causó un tremendo impacto en su tiempo.En fotografías y esculturas, preservar la imagen del niño desaparecido era, en cierto modo, una forma de reconocer en ellos a una persona a quien añorar por sí misma y no por el adulto que hubiera sido. Esta afectación por la muerte infantil también llegó a Cataluña. La escultura funeraria de Emmanuel Jordà de los hermanos Vallmitjana (1842) se rodea de una selección de noticias que muestran la creciente mediatización de la muerte de niños.

03. Frutos del amor...

En el centro de la familia occidental se halla una valiosa y costosa posesión: el niño. Numerosas representaciones contemporáneas confunden sus rasgos con los de los adultos, ilustrando sobre el juego de concesiones entre unos y otros la magnificación de su papel o la incomodidad que cualquiera de estas manipulaciones es capaz de generar.Loretta Lux, Atelier van Lieshout

04. El amor está en el aire...

Al mito de la infancia le precede otro igual de ambivalente: el del amor. Las canciones de amor están llenas de oraciones-recurso para declarar a nuestra pareja un compromiso que no admite letra pequeña. La cultura popular ha hecho del amor un trenzado de tópicos en el que las promesas y los sacrificios hacen de él algo similar a una penitencia.Selección de canciones: Mery Cuesta

05. Y fueron felices...

Adultos a los diez, niños a los cuarenta. Una inversión que ambas partes desean para sí mismas, pero censuran en la otra.James Reilly

06. Nosotros en casa...

Con el asesoramiento del Observatorio de la Infancia y el Mundo Urbano se han establecido cinco tipos de familia que conviven en nuestras ciudades:

patriarcal preindustrial,
patriarcal moderna,
democrática biparental,
democrática monoparental
y familia posmoderna.

Cinco modelos familiares explorados desde la cotidianidad.Documental realizado por David Carabén

07. Los cuentos en crisis

El cuento tradicional, moralizante desde el impacto, ha caído en desuso y con él, sus paisajes y personajes más grotescos: el bosque, la bruja, el ogro o las alimañas nocturnas. Algunos de estos elementos han sido recuperados por artistas contemporáneos. Algunos de aquellos personajes han sobrevivido a través de reencarnaciones con el signo cambiado: monstruos buenos, caperucitas sin miedo y Huckleberry Finn convertido en creador de tendencias. La nueva centralidad del niño le permite tomar el control del relato.Nao Albet, Paula Rego, Mark Ryden, Kiki Smith

Nuevos bosques Hay lugares en los que no dejaríamos a nuestros hijos sin tutela o sin instrucciones precisas sobre cómo desenvolverse en ellos. Son lugares tan atractivos como llenos de peligros y oportunidades que no deseamos para ellos.

08. El supermercado: Ensayos sobre consumo. (Varios autores)

09. La Red: Pinball realizado por Javier Candeira.

10. Espacio público: Instalación.

11. De dónde vienen los niños

Algunos niños, literarios, mitológicos o reales, pueden servir para comprender la evolución de los niños en la sociedad. Su carácter “arquetípico” da lugar a nuevas maneras de explicar lo cotidiano. En la sala se muestra una selección de personajes de la investigación “Archivo documental sobre la vida de cuarenta niños”, de Andrés Hispano y Marc Roig

12. Los juegosBegoña Egurbide

13. Lo que todo el mundo sabe y nadie se atreve a decirRoger Bernat


Curisamente no veo ninguna referencia a las cuestiones de género en la infancia, que cada vez despiertan más atención. Basta acercarse a la exposición Nenes, bruixes i princeses en las que una serie de ilustradoras de cuentos infantiles han decidido revisar o subvertir las representaciones femeninas en los cuentos clásicos, proponiendo una visión alternativa a los roles tradicionales, cometido al que se entrgan con una saña adulta muy poco educativa, a mi parecer.


http://www.diba.es/francescabonnemaison/ca/cfb/activitats.asp?estil=08
http://agenda.pangea.org/dones/plantilla.php?id=710871001176284504
http://elguibo.blogspot.com/2007_02_01_archive.html

Para acabar este post apresurado sobre infancias, género y "cuentos infantiles", que quizás resulte poco alentador, incluyo un texto de Andrés Ibañez -siempre luminoso- también sobre los niños, esta vez no maravillosamente inocentes, sino "prelógicos y animales", que "con su energía desmesurada nos arrastran a la barbarie, nos convierten de nuevo en primitivos." A nosotros nos toca hablarles de LA VIDA convertida en auténtica experiencia personal, algo que sólo conseguiremos si no nos refugiamos en anestesias escapistas, o en sus propias inercias salvajes.

¿Qué nos hace personas? Somos como el agua, que cuando se detiene se pudre. Sólo el movimiento nos mantiene vivos. Detenerse en un pensamiento, en un credo, en una explicación, en una «técnica», terminará por estancarnos.

Nos olvidamos de ser personas. Nos olvidamos continuamente y proyectamos nuestro olvido en otros. Pero también podemos recordar y proyectar nuestro recuerdo en otros. Pero recordar, ¿cómo se hace?

Cuando tenemos hijos, nuestra misión es intentar traerles al recuerdo, ayudarles a recordar. Sin embargo, ¿cómo podemos hacer tal cosa, si nosotros también hemos olvidado? Nuestros hijos nos ayudan a recordar, y nosotros tenemos que devolverles ese recuerdo, hecho experiencia vivida en nosotros, en forma de enseñanza.

Enseñar quiere decir hacer partícipe a otro del sabor de una experiencia. Sin embargo, los hijos también nos hacen olvidar. Siempre sucede así. Ellos vienen del mundo prelógico y animal, y con su energía desmesurada nos arrastran a la barbarie, nos convierten de nuevo en primitivos. Los hijos pueden destruirnos con su olvido, del mismo modo que nosotros podemos destruirlos a ellos con el nuestro.

Díficil prueba. Nos olvidamos de la importancia de nuestra vida. Nos olvidamos de que tenemos poco tiempo, y de que esto es sólo una vez. Es verdad que nos sentimos importantes, el centro del universo, y que sufrimos porque nunca nos toman en consideración ni nos estiman tanto como merecemos, pero no hablo de ese sentimiento enfermizo que nos estanca y nos mata. Recordar la importancia de estar vivo es, precisamente, el sentimiento opuesto al de sentirse importante.

Cuando tenemos hijos, nos sometemos a una de las pruebas más difíciles. En cierto modo, tener hijos es una segunda oportunidad, porque a través de ellos podemos ver nuestro propio proceso de humanización. Algunas veces creemos que nuestros hijos somos nosotros otra vez y, de este modo, queremos obligarles a revivir nuestra vida, pero esta vez «de la manera correcta». Pero ellos no son nosotros. Esa es la generosidad de los padres: que están ayudando a otros.

En la Edad Media se pensaba que los niños eran malvados. No existía el concepto de «infancia». Los niños eran pequeños adultos cuyo placer era practicar el mal, y a los que había que castigar en consonancia. Este sentimiento permanece en muchas interpretaciones modernas. Freud, por ejemplo, caracteriza al niño como «perverso polimorfo». El tema de la maldad de los niños reaparece una y otra vez: en Jean Cocteau, en Yukio Mishima, en William Golding. La película El exorcista (no pretendo hacer una broma) no es sino una reflexión sobre la infancia: una niña que grita, hace muecas horribles, dice palabrotas, se sube por las paredes, no deja dormir a nadie, vomita sin parar. Pero así son todos los niños. Es posible que actúen así porque tienen un diablo dentro. Pero ese diablo se llama «vida».

El señor de las moscas. Ese diablo se llama «olvido». ¿Acaso no es la misión del diablo distraernos y hacernos olvidar? El diablo es el señor de las moscas porque las moscas nos distraen y nos molestan. Los niños nos distraen, nos hacen perder tiempo, nos impiden concentrarnos, no nos dejan dormir, no nos dejan leer. Son pequeños diablos. Sus espíritus los poseen por completo. Sí, tenemos que exorcizarlos de algún modo, ayudarles a encontrar las potencias superiores que les permitirán controlar su vida salvaje.

Pero ¿cómo encontrar la mesura, la sensación real de lo que debemos hacer? ¿Cómo recordar la magnitud de la entrega y del amor que se nos exige, y lograr que esa entrega no nos convierta en esclavos y en sufrientes? El sentido de todo sacrificio no es la sangre que debemos verter, sino la imagen que tenemos que recordar. Cuando el sacrificio produce dolor (y el aburrimiento no es sino una forma del dolor), se trata de una ceremonia vacía, de agua estancada. El sacrificio no es sino una invocación al recuerdo vivida a través de una metáfora. Si los hijos nos exigen tanto es porque nosotros hemos olvidado tanto.

Los hijos nos llaman siempre a una realidad más profunda. Nosotros nos libramos de ellos con actividades extraescolares, con distracciones electrónicas o por cualquier otro modo. En realidad, lo único que ellos necesitan de nosotros es que seamos verdaderamente personas.

http://www.abc.es/abcd/noticia.asp?id=7909&num=815&sec=38

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