Hoy se crea un nuevo juzgado de violencia de género en Barcelona. El número de mujeres asesinadas el año pasado aplicando la nueva Ley Integral de violencia de género no ha disminuido, pero el trabajo se acumula: cada vez hay más hombres inocentes, falsamente denunciados para conseguir una posición ventajista en los procesos de divorcio. Según oigo en ComRadio, en el 2006 fueron detenidos 50.000 hombres en España, de los que sólo unos 20.000 llegaron a juicio. Es decir, 30.000 hombres tuvieron que experimentar la vejación de ser inicuamente detenidos y acusados de actos terribles por parte de alguien, que hasta hacía poco era su ser más querido. ¿Por qué esos hombres son invisibles? ¿Por qué no son considerados víctimas por nadie? ¿Por qué no se penalizan las falsas denuncias? ¿Por qué se tolera su impuniddad? ¿Por qué no se indemniza a los que las padecen?
Desde posiciones gubernamentales, se insiste en que la ley es muy buena, en que hay que multiplicar los medios e intensificar su aplicación. Se trata de ese extraño proceder que consiste en reforzar las estrategias que más fallan y más daños causan. En cuanto al desgradable asunto de las denuncias falsas, se da a entender que son un peaje inevitable, un mal necesario para hacer frente a la violencia de los hombres.
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