martes, abril 24, 2007

Sobre el perdón

En el Magazine de La Vanguardia (22 de abril de 2007) me encuentro con un texto magnífico sobre el perdón ("La felicidad que nace del perdón") de Isabel L. Larraburu, que no me resisto a reproducir parcialmente...

Los psicólogos Freedman y Enright trabajaron con el perdón en víctimas de incesto, descubriendo que, a pesar de la naturaleza terrible de los actos que soportaron, los que lograron perdonar a sus abusadores experimentaron menores niveles de ansiedad y depresión y más sentimientos de esperanza. El perdón permite que la experiencia vivida adquiera un nuevo significado para las personas implicadas. Algunas veces, el daño, una vez perdonado, puede servir para contribuir al crecimiento de una relación.

El perdón no tiene por qué hacer desaparecer inmediatamente el dolor asociado a la ofensa. Se cree comúnmente que las personas a las que aún les duele la ofensa no han perdonado de verdad. Esto no es cierto. Una cosa es el dolor y otra son los sentimientos de rencor y venganza.

Algunas personas no perdonan porque sienten que sería un acto de debilidad. Es importante considerar que algunas de las cualidades necesarias para perdonar son la humildad, la empatia, la valentía, la integridad, la sinceridad, la honestidad, la espiritualidad, el sentido comunitario, el amor, la bondad, la gratitud y otras virtudes igual de importantes. Todas ellas, atributos de las personas fuertes, no de las débiles.

Cuando el Dalai Lama recibió el premio Nobel de la Paz en 1989, el presidente del comité, Egil Aarvik, admitió a los periodistas que la no violencia no había logrado la independencia del Tíbet en las pasadas tres décadas. Creía, no obstante, que no existía otra solución honorable: "Sin duda, se puede decir que el enfoque de la no violencia es poco realista, pero si miran al mundo de ahora, ¿cuál sería la solución al conflicto? ¿La violencia y el poder militar? No. El camino de la paz sí es realista. Por eso el Dalai Lama fue elegido. Porque es el mejor portavoz de esta filosofía basada en la paz".

En el centro de esta filosofía de la paz del Dalai Lama radica su habilidad para cultivar el perdón. Su explicación es la siguiente: "Si desarrollo sentimientos negativos hacia aquellos que me hacen sufrir, esto sólo destruirá mi paz mental. Pero si perdono, mi mente vuelve a estar en calma". Además, deja claro que el perdón no implica olvidar lo que ha pasado: "Para reducir el odio y otras emociones destructivas, hay que desarrollar sus opuestos: la compasión y la bondad. Si de verdad se siente gran respeto y compasión por los demás, el perdón es mucho más fácil de alcanzar. Librarse del odio y de la ira puede ser difícil porque son estados emocionales que no siempre son voluntarios. Pero existen dos estrategias que pueden ayudarnos. Entender aquello que no incluye el perdón: el acto de perdonar no implica aceptar que la conducta se repita y el perdón no debería depender de que el otro pida disculpas. Conviene olvidar la idea de que no se perdona hasta que el otro pida perdón".
Al ser la investigación sobre los efectos del perdón una disciplina relativamente nueva en ciencia, no existen aún modelos rigurosamente contrastados. No obstante, han surgido algunos conceptos que los psicólogos han detectado como elementos que están presentes en el proceso de perdonar.

Se ha observado que se suceden tres etapas cuando se decide perdonar (Gordon & Baucom, 1999): una percepción de la ofensa y del ofensor más empática y ecuánime; una reducción de los sentimientos negativos hacia el agraviante a medida que aumenta la empatia, y una tendencia del ofendido a desistir de su derecho a castigar al culpable.

Aun así, se da el caso muy frecuente de que el culpable se niega a ofrecer sus disculpas o a mostrarse responsable del daño. Es importante en estos casos ser muy consciente de que el verdadero acto de perdonar se produce con independencia de que el culpable se excuse.
Para la filosofía budista, cuando una persona ha sido víctima de un daño, tiene que saber que perdonar le permite aligerar su carga de dolor. Y que esto no significa necesariamente exonerar al culpable. La carga pertenece a aquél que causó el dolor, no a la víctima. Si ésta la acarrea durante demasiado tiempo, la carga pasa a ser de la propia víctima y se victimiza a sí misma.

Perdón, reconciliación y justicia

Reconciliación, perdón y justicia son conceptos absolutamente independientes. El perdón no es un regalo para el culpable, sino algo que se elabora en el interior de uno mismo. El otro no tiene por qué saberlo. Decírselo o no al culpable es un acto voluntario, pero no es necesario para sanar el dolor del daño que otra persona ha hecho.

Ni significa reconciliación. Tampoco implica permitir que una acción que nos ha hecho daño siga ocurriendo. No hay que creer que la persona culpable merece saber que se le ha perdonado. Muchas veces no merece la reconciliación. A veces el daño es tan grande que no se puede confiar más en esa persona. Aunque no sea posible la reconciliación, el perdón sí lo es.


Perdonar es una decisión. La de dejar ir el dolor.No significa permitir que la persona siga haciendo daño. Para que ocurra una reconciliación es necesario que el agraviante pida perdón y que se proponga no volver a hacer daño otra vez. El perdón, en cambio, no necesita al culpable en absoluto.


Se puede perdonar a los que ya no viven, pero no reconciliarse con ellos. Se puede perdonar a quien nos hizo daño y abusó de nosotros, pero sin dejarlo entrar en nuestra vida para que vuelva a hacerlo.


El perdón es una liberación de la carga de dolor que llevamos dentro. Apaga la necesidad de venganza; ésta impide la sa-nación. Si ejecutamos una venganza, estaremos necesitando perdonarnos a nosotros mismos o pedir perdón al otro.


Para perdonar hay que desistir del deseo de venganza, pero no renunciar al derecho a la justicia, que implica que el culpable pague una pena justa por lo que ha hecho. Tiene la obligación moral y, a veces, legal de corregir el daño que ha hecho. La justicia debería ser recta, la venganza nunca es justa.


PSICOLOGÍA PERDONAR
El proceso de hacer las paces

BUSCAR EL PERDÓN DE OTROS
• Encararse a menudo con las propias acciones y motivos.
• Preguntarse: "¿He sido yo?". Ser el primero en confesar y pedir disculpas, y si hace falta, reconciliarse y restaurar la relación.
• Abrirse y compartir sentimientos con otros miembros de la familia o personas significativas.
• Evitar pedir excusas sin realmente aceptar la responsabilidad (decir, por ejemplo: "Lo siento, pero tú no tendrías que haber dicho...").
• Buscar soluciones en lugar de culpar.

PERDONAR A LOS DEMÁS
• Vivir internamente el propio perdón. Todos hemos tenido experiencias en que otros nos han perdonado. Unas veces tenemos que perdonar y otras pedir perdón. Nadie está libre de equivocarse o hacer daño sin querer.
• Recordar que todas las personas tienen un valor personal; ser consciente de que, perdonando al otro, se le está ayudando a entender el sentido del perdón y se le está liberando.
• Tratar de superar la rabia con todas las fuerzas: sentimientos o racionalidad (por ejemplo, utilizando meditación, psicoterapia, oración o apoyo afectivo).
• Desarrollar empatia o comprensión emocional por la situación del agraviante (por ejemplo, ¿tiene padres o hijos?, ¿cuáles eran las circunstancias que vivía cuando hizo el daño?).
• Evitar revivir y contar de nuevo e innecesariamente lo ocurrido; detenerse en ello sólo refuerza los sentimientos de rencor y dolor y consolida el daño en la memoria.
• Tener en cuenta que perdonar raramente implica pérdida de la memoria del hecho, sino más bien permite liberarse de la preocupación por la ofensa; no permitir que la ofensa se apodere de los pensamientos, las emociones y las conductas.


El perdón no es un regalo al culpable, sino algo que se elabora en el interior de uno. Ni significa reconciliación. Perdonar es una decisión, al margen del perdonado, de dejar ir el dolor

2 comentarios:

Babèlia dijo...

"En la intimidad no existe la verdad, sino lo verdadero, lo que se siente, no lo que se desvela como explicación" Héctor Salinas en "Individuo, Cultura y Crisis" pág. 38

Enrique Jimeno Fernández dijo...

Totalmente de acuerdo. Las emociones siempre son verdaderas, pero también transitorias, múltiples y contradictorias. Resulta imposible atenderlas cómo se merecen sin trabajar con ellas. Fomentar en uno mismo la predisposición al perdón me parece un buen camino.