miércoles, enero 10, 2007

El contenedor escuela

( 22/12/2006, 20:05)El-País.-JOAN-SUBIRATS


Seguramente necesitamos una nueva cartografía escolar que nos permita cruzar distintas visiones, distintas miradas, y que nos habilite para trazar nuevas rutas en un sistema educativo cada vez más fragmentado, en el que conviven lo viejo y lo nuevo, lo permanente y lo efímero, lo ordinario y lo extraordinario.
Vivimos una época en que se combina una gran transformación tecnológica y una notable modificación en la organización tradicional del poder. Y la escuela no es ajena a todo ello. La escuela, junto con la Iglesia y la familia, aseguraba una cierta trasmisión del orden. Esas tres esferas tienen hoy notables problemas para seguir (re)produciendo de manera eficaz ese orden.

La escuela se ve afectada por...

  • una brutal transformación de los medios de adquirir información, transmitirla y organizarla.
  • Su papel está profundamente cuestionado a medida que sus alumnos adquieren autonomía.
  • Para muchos jóvenes son mucho más importantes sus experiencias, sus prácticas, que esa encorsetada relación docente-discente.

¿Puede seguir ejerciendo la escuela su labor de transmitir cultura, conocimiento? Todo se mueve con (excesiva) rapidez y a la escuela le cuesta enormemente dar un paso. En este sentido, algunos dicen que no estamos viviendo la consolidación de nuevas formas de adquisición y trasmisión cultural, sino simplemente lo que atravesamos es una profunda decadencia cultural, a través de la hegemonía de la videocultural que destruye los insustituibles procesos educativos.

Pero para otros, lo que empieza a estar en fuera de juego es el propio escenario escolar, y su asimetría de protagonismos de aprendizaje, que bloquea las enormes capacidades del autoaprendizaje dirigido y mediado. En el caso de la educación secundaria, todo eso se agrava por el hecho que en ese caso se ha perdido asimismo la capacidad de seleccionar socialmente y de preparar para el mercado de trabajo. La masificación de la secundaria le ha apartado de su función selectiva, y ciertos sectores sociales se ven impelidos a buscar en otros aditamentos formativos las palancas que generen elitismo y diferenciación. Mientras, por otro lado, la presencia cada vez mayor de educados desocupados cuestiona su función de preparación para el mercado.


¿Qué sentido tiene pues la escuela? ¿Es sólo un almacén temporal? Probablemente no ha sido nunca cierto que la escuela haya tenido un único sentido. Y en esta línea,

  • tan reduccionista era imaginar que servía para formar ciudadanos,
  • como pensar que su función estaba básicamente ligada a la producción de fuerza de trabajo.

La propia crisis de la visión unitaria del Estado y de su protagonismo absoluto en los cambios sociales ha arrastrado a la escuela obligatoria a multiplicar sus vías de agua. Probablemente es mejor no enrocarse en "sentidos únicos", y aceptar la fragmentación y la diversidad social como los escenarios "naturales" de la escuela contemporánea. Pero lo cierto es que las tendencias inexorables que siguen aflorando en los discursos de muchos padres, educadores y legisladores, es el de la escuela como "contenedor".

  • Una escuela que "contenga" lo que los niños y jóvenes "tienen que saber" para ir por la vida.
  • Una escuela que "contenga" las pasiones desatadas de jóvenes en busca de sentido vital, y que por tanto discipline y controle.
  • Una escuela que "contenga" a los alumnos, y les aparte de un entorno peligroso, hostil y deseducador.
  • Una escuela, en fin, que sea contenedor físico, un envase que proteja de hostilidades cruzadas, aunque sea reduciendo sus capacidades pedagógicas o afectivas.

De esta manera acabaríamos reduciendo la escuela a un espacio que retenga, que detenga los peligros circundantes, que logre suspender el riesgo social que aflora por doquier. De ahí los esfuerzos de las gentes con mayores recursos de adquirir espacios que aseguren mantenimiento de prerrogativas y separación de contigüidades sociales entendidas como peligrosas. Y de ahí también la coincidencia de las gentes con menores recursos de confiar en la escuela como ámbito que se diferencie de las vulnerabilidades, peligros y riesgos de los territorios en que conviven. Pero, podemos luchar contra esa inexorabilidad, imaginando y porfiando por

  • una institución educativa que albergue y no sólo contenga.
  • Una institución que engendre lazos: lazos con el conocimiento, lazos de uno consigo mismo, lazos con los otros, lazos con la comunidad circundante. En este sentido, educar no es sólo conocer, es también reconocer. Y es sobre todo habilitar, para permitir que cada cual busque sus propias vías de emancipación individual y colectiva en un entorno con el que compartir y donde experimentar.

No hay comentarios: