jueves, junio 19, 2008

Bibiana Aído: vamos a trabajar por una nueva masculinidad

La ministra de Igualdad, muy sensible a los problemas de la condición masculina, declara que va a trabajar por una nueva masculinidad. ¿Se imaginan a un ministro afirmando que va a trabajar por una nueva feminidad?. El escándalo sería mayúsculo. Sin embargo, es evidente que las identidades de género se construyen a través de sus mutuas interrelaciones y no habrá nuevas masculinidades (por favor, ministra, añada el plural), si no hay nuevas feminidades. Pero, como hemos asumido como verdades indiscutibles los estereotipos del hombre machista- irresponsable- indigno e incompetente, y el de la supermujer-madre abnegada y competente trabajadora-que es víctima de la discriminación y la violencia patriarcal, no hacen falta más análisis y nadie que rechiste. La lectura de la entrevista con Bibiana Aído da idea de la poca solvencia de sus argumentos. Y es una pena, porque urge reformular las masculinidades y las feminidades, huyendo del empobrecimiento conceptual en que estamos sumidos.

Ilustro este post con una recreación de la condición masculina expuesta en el centre Francesca Bonmaison de Barcelona (buen reflejo de la visión feminista del hombre) y la foto de la ministra que acompaña la entrevista.





Bibiana Aído



"Vamos a trabajar sobre una nueva masculinidad"


RICARDO DE QUEROLCARMEN MORÁN - Madrid
EL PAÍS - Sociedad - 18-06-2008

Bibiana Aído (Alcalá de los Gazules, Cádiz, 1977) tiene una pequeña hipoteca y un Nissan Micra aparcado en su pueblo. Ahora viaja en coche oficial y su despacho, en un edificio que estuvo tres años abandonado, ya tiene un aspecto más presentable. En el Ministerio de Igualdad todo avanza poco a poco, menos las polémicas, que estos días la traen por la calle de la amargura. Ha repetido hasta el hartazgo que aquello de "miembros y miembras" fue un lapsus. Ya no quiere hablar de ello.
Pregunta. Ministra 2.0, ministra niña, "miembros y miembras". Demasiados apodos en tan poco tiempo, quizá. ¿Teme caer en el terreno del chiste?

Respuesta. La igualdad es algo muy serio. No sólo es cuestión de justicia social, no sólo ayuda a mejorar la calidad de nuestra democracia, sino que es un factor de desarrollo económico. Hay que tomar este ministerio con la mayor seriedad.

P. ¿Quería abrir un debate sobre el sexismo en el lenguaje o una broma se fue de las manos?

R. No voy a añadir nada más sobre esta cuestión.

P. Alfonso Guerra ha dicho que no es misógino ni feminista y nadie le ha replicado.

R. No voy a responderle. Los comentarios que hizo... Bueno, es que si sigo le voy a responder [ríe]. No hace falta arrodillarse ante una mujer maltratada, hay que estar a su lado, protegerla.

P. ¿Esta polémica lingüística le ha distraído, le ha impedido trasladar otros mensajes?

R. Creo que a la ciudadanía le preocupan más otros problemas. No podemos permitir perder de vista el objetivo final que es una sociedad más igualitaria en el ámbito laboral, económico, la lucha contra la violencia de género.

P. ¿Y esos objetivos explican un ministerio, aunque tenga pocos medios y competencias?

R. Claramente sí. Combinaremos la estrategia de transversalidad con políticas específicas, que no pueden dejar de desarrollarse.

P. ¿No puede hacer más por las víctimas de la violencia machista el Ministerio de Justicia?

R. Se trata de que el ministerio establezca las líneas de actuación, de que diseñemos adónde queremos ir. Y el resto de los ministerios tienen un compromiso claro con la igualdad porque es un compromiso del presidente.

P. Ha heredado un presupuesto de 43 millones. ¿Espera un salto cuantitativo en 2009?

R. Se habilitará el presupuesto para el desarrollo de políticas específicas. Pero la función del ministerio es orientar las políticas de igualdad que se desarrollarán desde el resto de los ministerios.

P. Ha dicho que caben reformas en la Ley de Violencia de Género. ¿Puede concretar algo?

R. El otro día se aprobó el informe sobre el Plan Nacional de Sensibilización y Prevención de la Violencia de Género. Y estamos terminando el de los tres años de la ley. Ambos tienen que aportar el diagnóstico sobre lo que se ha evolucionado y nos deben servir para la próxima conferencia de presidentes autonómicos, donde esperamos acercar las bases para un gran pacto de Estado entre los poderes públicos y una gran integración de la ciudadanía.

P. ¿Se replantearán el alejamiento forzoso del agresor condenado por violencia de género? ¿O la dispensa por la que la víctima no está obligada a declarar contra su marido?

R. No puedo hablar de reformas. Estamos a la espera de esos informes. Cualquier reforma debe hacerse desde el consenso.

P. ¿Servirán las reformas si no se resuelve el atasco judicial?

R. Tenemos 83 juzgados específicos de violencia y cuando acabe el año serán 92. Quizá ése será uno de los temas que planteemos en la conferencia de presidentes, una distribución más adecuada de los recursos judiciales.

P. ¿Hay algo, entonces, que se pueda concretar, hay algún acuerdo firme con algún ministerio para poner en marcha alguna medida concreta?

R. Claro, estamos en conversaciones. Todo aquello en lo que se está trabajando se está coordinando en los distintos niveles.

P. Esos teléfonos de ayuda al ciudadano, hombre y mujer por separado, ¿son útiles? Y, ¿por qué no un único número?

R. La única forma de avanzar en la igualdad es incorporando a hombres y mujeres. La sociedad ha cambiado mucho y es muy importante que avancemos en el cambio de roles. Ese teléfono para hombres les ayudará a resolver dudas que hemos detectado.

P. ¿Dudas sobre violencia?

R. También. Sobre divorcio, paternidad. Hay que trabajar sobre una nueva masculinidad, aunque quizá esa terminología no guste, como no gustaba feminidad.

P. Cuando se habla de una nueva masculinidad podría alguien entender que se criminaliza lo masculino en bloque.

R. Una forma de trabajar contra la violencia de género es trabajar en igualdad, porque se sustenta en la desigualdad, en una masculinidad que descansa en un sistema patriarcal, así que trabajando por una sociedad más igualitaria combatimos la violencia.

P. ¿Piensa en forzar cambios para que las empresas incorporen a mujeres en sus consejos, o para que los hombres puedan coger el permiso de paternidad sin que el jefe les mire mal?

R. Las empresas se están concienciando de que apostar por la igualdad es apostar por su propia eficiencia y desarrollo y competitividad. Lo importante, y tengo mucha confianza en eso, es estar en el diálogo social, poder incorporar los planes de igualdad en la negociación colectiva.

P. ¿Hay terrenos en los que el hombre está discriminado? ¿Por ejemplo, con la custodia de los hijos tras un divorcio?

R. [Un largo silencio]. Nuestro trabajo es la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres.

P. Se ha declarado abiertamente partidaria de abolir la prostitución. Una postura polémica también dentro de su partido.

R. El objetivo claro es luchar contra las mafias, contra la trata de mujeres, de niños y niñas.

P. ¿Contemplaría la penalización al cliente?

R. El objetivo principal es la cuestión de la trata.

P. La trata de mujeres es una ilegalidad manifiesta. Pero las prostitutas dicen que empujarlas a la clandestinidad las dejaría aún más desprotegidas. Para quien ejerce voluntariamente ¿cabe una regulación?

R. Ahora no es el objetivo. La prostitución denigra hasta el último extremo a la mujer. Está relacionada con la violencia y con pobreza. Lo que queremos es ayudar a las que quieran salir de ahí.

P. Se ha anunciado que va a abrirse una reflexión sobre el aborto. Pero ¿el Gobierno va a cambiar la ley?

R. Vamos a garantizar la seguridad jurídica a las mujeres y a los profesionales que practican el aborto. Lo que ha pasado no se puede volver a repetir.

P. ¿Se refiere a los procesos contra las clínicas? ¿Qué le parece que el partido de ultraderecha Alternativa Española siente en el banquillo a la clínica Isadora y acceda a datos de pacientes?

R. ¿Qué voy a contestar?

P. Pues...

R. Un partido de ultraderecha, qué voy a contestar. Nada.

P. Es su decisión. Y ¿qué le pareció que la reforma del aborto se cayera del programa electoral del PSOE para esta legislatura?

R. Bueno, llevamos en el programa electoral lo que estamos haciendo, que se abra una reflexión sobre la reforma.

martes, junio 17, 2008

Sí, por favor, un teléfono para hombres angustiados

Me parece de una lógica que aplastante que después de que el Tribunal Constitucional cometiera la aberrante desmesura de avalar la discriminación institucionalizada de los hombres, se intente paliar el impacto de tal medida ofreciendo un teléfono para que quienes temen sufrir una catarata de iniquidades puedan liberar su angustia, sin enloquecer y cometer alguna atrocidad. Pero, no lo llamen teléfono de maltratadores. Estos seguro que no lo utilizan. Sin embargo, les aseguro que sí pueden encontrarse con una avalancha de llamadas de hombres maltratados –psíquica, física e institucionalmente- y que se enfrentan con desesperación a un aterrador proceso de divorcio. En sus cabezas suena una letanía terrible: “te quedarás sin hijos, sin casa, sin dinero”.

Tengo un amigo al que su mujer decidió intimidar en plena crisis familiar, llamando a la policía con falsas acusaciones. Cuando decidió llamar a los distintos teléfonos destinados a la violencia de género (es evidente que estaba sufriendo de violencia de género), en lugar de receptividad, sólo encontró suspicacia e indiferencia. Mi perplejo amigo acabó delante de un tribunal que afortunadamente reconoció su inocencia. Espero que quienes atiendan el nuevo teléfono sean más sensibles a las angustias "masculinas".



Un teléfono para aplacar al agresor. Igualdad abrirá una línea para atender a los hombres y reconducir su violencia. La Vanguardia, 10-6-2008. CARMEN MORAN, Madrid

El teléfono que el Gobierno habilitó para las mujeres maltratadas, el 016, ha recibido durante meses llamadas de hombres con problemas variados, algunos quejándose de malos tratos, otros dejando ver su agresividad y otros, .simplemente, pidiendo información. Los hombres tendrán ahora una línea abierta para ellos, cuyo número y otras condiciones están aún por determinar. Se trata, explicó ayer la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, en su primera comparecencia ante el Congreso, de canalizar su agresividad para que no recurran a la violencia. Pero también se les informará de otras cuestiones; por ejemplo, de que en esta legislatura pasarán de dos a cuatro las semanas de paternidad a las que tienen derecho. Ocurrirá otro tanto con el permiso de maternidad en el caso de las familias mono-parentales que se enfrenten a una segunda crianza (será de 18 semanas) y se dispondrá de 20 semanas para el tercer hijo.
La portavoz socialista en esta comisión de Igualdad, Carmen Montón, pidió al Gobierno "que siga muy de cerca" lo que está ocurriendo con las mujeres que abortan y los profesionales que practican estas intervenciones. Esta última semana, un juez ha permitido que un grupo de ultraderecha pueda personarse como acusación en la causa contra la clínica Isadora y disponer así de los datos de las mujeres que allí han interrumpido su embarazo. Aído calificó de "intolerable" que se vulnere su intimidad y se comprometió a "garantizar la seguridad jurídica y la intimidad" de quienes estén implicados en estos procesos. Ninguna sorpresa, pues, alrededor de este asunto: "Promoveremos la reflexión" de un grupo de expertos sobre la "posibilidad de modificar la ley de interrupción del embarazo", dijo la ministra Aído. Sobre la prostitución, la ministra se manifestó partidaria de aboliría con medidas de "sensibilización, policiales y de integración", porque la prostitución, dijo, "está íntimamente ligada a la pobreza y la inmigración". Igualdad se encargará de hacer un monumento en memoria de las víctimas de la violencia machista, dotar de distintivos de igualdad a empresas y colegios que lo merezcan y crear una biblioteca de mujeres. Todo lo demás tendrá que acordarlo con otros ministerios.



Los hijos compartidos frente a los hijos como propiedad

En un reciente artículo sobre la custodia compartida, la escritora Luisa Castro volvía a recurrir al viejo tópico de la pobre mujer desamparada, generalmente víctima de la violencia machista, que sabe que será ella quien deberá asumir en solitario la educación y cuidado de sus hijos. Frente a ella, se alza el hombre-monstruo patriarcal, que se empeña en reclamar la custodia compartida, no porque quieran cumplir con su responsabilidad de padre y garantizarles a sus hijos su presencia y apoyo, sino porque “considera a los hijos una propiedad privada y a la madre una rehén de la familia”. La madre, frente a este ser pérfido – generalmente un acosador: “las separaciones se producen por algo”-, no tiene otra opción que alejar al padre – y garantizar a sus hijos “la paz, el sosiego de una casa segura y de un ambiente grato, en el que no se vean constantemente utilizados o chantajeados por las disputas de dos padres que si tenían problemas cuando convivían, raras son las situaciones en que no los seguirán teniendo una vez separados”.

Sin duda, un artículo interesante, porque difícilmente se podría resumir mejor el circuito alucinado que alimenta el imaginario de muchas mujeres empeñadas en justificar lo injustificable. Ya en pleno arrebato, pontifica sobre el derecho de la madre sobre los hijos porque “la madre es el primero de los vínculos afectivos que uno establece con el mundo que le rodea” : “así lo ha hecho la naturaleza”. Y aunque admite que la sociedad puede modificar la naturaleza y “encaminarse hacia una sociedad en que la igualdad entre hombres y mujeres sea total.”, le parece que “poner a los padres y a las madres en pie de igualdad en el tema de la custodia” es un exceso que “sólo complica las cosas para los hijos.”. Fíjese que dónde Luisa dice hijos cualquiera lee madres. Es sorprendente su ceguera para advertir que está erigiéndose descaradamente en única intérprete legítima y autorizada del bienestar de sus hijos y que está haciendo coincidir sus intereses con los suyos. Sin embargo, ella que no tiene reparos en defender la exclusiva propiedad materna de los hijos, y atrapada por su perorata místico-victimista, acaba con una afirmación delirante: El Pater Familias romano, árabe o protocristiano surge de sus cenizas y exige lo suyo, lo que es de su propiedad.

Otra mujer, Ássun Pérez, le da hoy cumplida replica en otro artículo que también reproduzco.

Los hijos como propiedad

LUISA CASTRO

EL PAÍS - Opinión - 11-06-2008

Obviamente, una separación conlleva un desgarro para uno de los progenitores, el que se queda sin los hijos. El desgarro no es menor para la madre, que debe redoblar su rol materno, educarlos en el amor al padre, y al mismo tiempo trabajar para contribuir a medias económicamente, eso en el mejor de los casos. Es desde luego falso pensar que la madre se lleva un botín, es decir, que la retribución por alimentos del padre cubre todas sus necesidades y las de sus hijos, la típica visión machista que considera a los hijos una propiedad privada y a la madre una rehén de la familia, que vive a expensas de lo que el marido le dicte o le dé.

En la sociedad actual, al menos la que yo conozco, no hay pensión de alimentos que cubra ni al 50% las necesidades de los hijos. La madre, además de atenderlos y velar por su alimentación, su salud física y mental, su educación y su ocio, además de la preocupación y la responsabilidad constante que supone la convivencia con ellos, en detrimento del tiempo libre de la mujer y de su sociabilidad, debe también trabajar y ganar dinero para aportar el 50%, el 60% o el 70% de los ingresos necesarios para mantenerlos.

Ésta es la sociedad de padres separados que yo conozco, en la que todo el peso recae sobre la madre y en la que ésta lleva a cabo su labor a veces incluso cuestionada por el resentimiento de un padre cercano, lejano o a media distancia. Hay muchísimas separaciones en las que el padre no paga y la madre renuncia a exigirlo.

Las madres separadas y con hijos somos un mundo aparte. La sociedad no nos conoce, en este sentido actúa sobre nosotras del mismo modo que el hombre que se queda solo: cuestionándonos, cuando no ignorándonos. Nuestros problemas se dirimen en los juzgados, y afortunadamente hay jueces que lo saben ver.

Las demandas de separación en España en un 90% de los casos las inician las mujeres. Ninguna que lo haga es ignorante de lo que le espera después de la separación. Pero las separaciones se producen por algo, y la ley ampara este derecho al divorcio desde 1979. Si la madre, ciudadana libre que decide por sí misma y que piensa en su bien y en el de sus hijos, establece su domicilio en un lugar diferente al del padre, por razones de trabajo, afectivas o simplemente por rehacer su vida lejos de un padre acosador, evidentemente éste se ve menoscabado, pero la distancia no actúa así en los hijos. Lo que éstos agradecen ante todo es la paz, el sosiego de una casa segura y de un ambiente grato, en el que no se vean constantemente utilizados o chantajeados por las disputas de dos padres que si tenían problemas cuando convivían, raras son las situaciones en que no los seguirán teniendo una vez separados. Tomar una decisión de este tipo para una madre nunca es fácil, pero a veces es la única posible para mantener su integridad afectiva y psicológica y así asegurarles a sus hijos la suya.

El derecho del menor hasta hoy aconseja que los niños de corta edad crezcan en contacto con su madre, el primero de los vínculos afectivos que uno establece con el mundo que le rodea. Así lo ha hecho la naturaleza. Pero como tantas cosas que ha hecho la naturaleza también esto se puede deshacer. Cambiar las leyes para compartir la custodia de los hijos pudiera ser la opción hacia la que se encamina una sociedad en que la igualdad entre hombres y mujeres fuera total.

Permítanme, sin embargo, que dude mucho de que esta solución deba imponerla el Estado. Son los padres los que deben consensuarlo. Si no es así, poner a los padres y a las madres en pie de igualdad en el tema de la custodia sólo complica las cosas para los hijos. Directamente se convierten en una mercancía, un bien o una carga según convenga. Si estaban en una guerra cuando convivían los padres, seguirán expuestos a ella cuando éstos vivan en domicilios separados.

¿Desde cuándo los hijos necesitan al padre y a la madre a partes iguales? ¿Están en inferioridad de condiciones cuando no es así? Pudiera parecer que los derechos recientemente adquiridos por la mujer (su derecho al divorcio, al aborto, al trabajo) fuera una conquista excesiva que esta sociedad patriarcal no acaba de digerir. Pudiera parecer que esta sociedad que tiende a la igualdad, deseara corregirla cuando del tema más peliagudo se trata, de la familia, de la sagrada familia. El Pater Familias romano, árabe o protocristiano surge de sus cenizas y exige lo suyo, lo que es de su propiedad.

En un hipotético caso de que se estableciera la custodia compartida me atrevo a pronosticar que serán muchas menos las separaciones pero muchas más las familias infelices, y cada una a su manera, como decía Tolstoi.

Los hijos compartidos

ÀSSUN PÉREZ AICART

EL PAÍS - Opinión - 17-06-2008

En el artículo titulado Los hijos como propiedad, publicado en este diario el 11 de junio pasado, Luisa Castro exponía sus argumentos en contra de la custodia compartida y defendía entre líneas la tesis de que los hijos son y deben seguir siendo por naturaleza propiedad de las madres. Paradójicamente, la señora Castro acusaba a los padres varones que piden la custodia compartida de este afán de apropiación sobre los hijos, echando mano para ello de viejos y polvorientos términos en latín (Pater Familias), aparte del socorrido comodín de la amenaza del retorno del patriarcado.

Su tesis se reduce, en esencia, a una vieja polémica: la dicotomía entre la naturaleza y la ley, o entre la naturaleza y la cultura. Según su opinión, la custodia de los hijos debe ser concedida a la madre pues es una cuestión de respeto a la naturaleza, de manera que la ley no debe ir contra esta naturaleza, sino ser su correlato. Es decir, el Estado no debe imponer la custodia compartida, si no es con el visto bueno de la madre, pues es la ley natural de la madre, figura ésta sí absolutamente necesaria, la que debe prevalecer. Estos planteamientos naturalistas y maternalistas no se sostienen ni desde el punto de vista del derecho contemporáneo, ni desde el punto de vista de la actual psicología evolutiva.

En los Estados democráticos es inconcebible que el derecho de una parte se haga depender de la autorización de la otra parte en litigio, pues en ese caso hay una parte que es a la vez juez y parte. Justo lo que ocurre en nuestro país con la custodia compartida, pues su concesión depende del beneplácito de la madre. Lo que preconizan quienes defienden la custodia compartida sólo con acuerdo es en realidad el derecho de veto de una parte (la madre), es decir, un contraderecho o privilegio basado en la variable del sexo.

Desde el punto de vista de la psicología, los mitos relativos a la necesidad que tiene el menor de la madre como figura de apego prioritaria por naturaleza hace tiempo que están superados por la ciencia. La psicología actual se decanta por los beneficios que tiene para el niño el apego múltiple, con independencia del sexo de los referentes. Es decir, nada más enriquecedor y fomentador de la autonomía personal y del desarrollo psíquico y emocional del menor que la conservación de una pluralidad de referentes primarios que, además, le quieren y le reconocen como ser querido. Y nada más dañino para la autoestima y estabilidad de un niño que el alejamiento forzado e injustificado de uno de sus padres y, en general, de cualquier otro ser querido, pues cuando se rompen los lazos de un menor con su padre también se destruyen los vínculos con toda la familia paterna.

En realidad, las coartadas para justificar el derecho del progenitor custodio a trasladar al menor geográficamente a donde le plazca no son más que malas coartadas. ¿Cómo puede ser bueno para un menor apartarle de sus seres queridos, de su entorno de referencia estable, de su universo relacional ya definido? Es una aberración defender, bajo pretexto de una presupuesta inocencia sobreprotectora de la madre, que el niño necesita ser llevado a una burbuja totalmente controlada por esta última, lejos de la perniciosa influencia del padre, siempre sospechoso, cómo no, de impulsos de dominación irreductibles y primordiales.

El niño no necesita el control exclusivo de la madre. Ni del padre. El niño necesita la participación de los dos en su crianza, en su cuidado y en el roce cotidiano. Porque como decía la copla, sin roce no hay cariño. Y eso es lo que más obsesiona a algunas recelosas madres, como la tristemente famosa letrada María Dolores Martín Pozo, presunta inductora del asesinato de su ex marido Miguel Ángel Salgado; mujeres que no quieren compartir con ningún igual el cariño del ser amado, el amor de los hijos, por cuya escritura de propiedad exclusiva se afanan en batallar por todos los medios a su alcance y desde los más altos castillos.

Los niños no son una propiedad, y no se pueden partir, como sí se puede partir una casa, cuyo valor material no obstante tampoco se parte, porque va en el mismo lote que la propiedad materna de los hijos. Claro que los hijos no se pueden partir, pero sí se pueden y se deben compartir. Tal vez todos deberíamos empezar a conjugar el verbo compartir, pues es nuestra obligación con nuestros hijos e hijas. Y en caso de no aprender a conjugar el verbo por nosotros mismos, entonces el Estado debería poner a cada uno en su sitio e imponer el derecho allí donde todavía no ha llegado. Precisamente para que haya más familias felices, porque como decía Tolstói, las familias felices no tienen historia, y hoy por hoy en nuestro país hay demasiadas familias y demasiados niños que arrastran una tortuosa historia.

jueves, junio 05, 2008

¿Educación diferenciada o coeducación madura?

Desde hace unas semanas estamos asistiendo a una lluvia de cartas a los periódicos sobre la “educación diferenciada”. El Opus Dei, promotor de multitud de colegios en todo el mundo en los que chicos y chicas nunca comparten las aulas, está impulsando esta campaña que por fin parece haber encontrado una formula de impecable corrección política. ¿Quién puede protestar por hablar de tener en cuenta las diferencias?. ¿Acaso no es eso lo que propugna el principio irrenunciable del tratamiento de la diversidad?.

El problema es que a la pedagogía progre que nos gobierna difícilmente le resultará aceptable tener en cuenta las diferencias de género, fruto según la ortodoxia feminista de un pensamiento androcéntrico que consagra la dominación masculina. Sin embargo, los nuevos valedores de la educación diferenciada están encontrando todo un arsenal de argumentos en las más recientes investigaciones neurológicas para avalar sus tesis. Leyéndolos, da la impresión de que sus posturas reaccionarias están más en consonancia con los avances de la ciencia, y de que el género como construcción cultural

ya es sólo un mantra arcaizante de siglo pasado, que sólo sobrevive en las mitologías del fundamentalismo feminista o de sus acólitos, repletas de términos como patriarcado, dominación, masculinidad hegemónica, etc.

Pero cuando uno conoce algo sobre los colegios del Opus Dei, dificilmente puede aceptar que su opción de separar por sexos derive de base científica alguna, ni de la voluntad de seguir estrategias psicopedagógicas “diferenciadas”. La razón parece ser más simple y tiene que ver con sobre todo con el empeño de poner a salvo a los chicos y a las chicas de los excesos de su sexualidad adolescente, una fuerza incontrolable que podría abocarles a una existencia de desenfreno y promiscuidad, poco compatible con un proyecto de vida cristiano, caracterizado precisamente por el control sobre el sexo . La opusiana Enciclopedia GER es bastante explícita al respecto (http://www.canalsocial.net/GER/ficha_GER.asp?id=5386&cat=educacion)

«¿No es un peligro multiplicar excitaciones y tentaciones, en la hora equívoca de la adolescencia, cuando los jóvenes no han adquirido clara conciencia de sí mismos, mientras que su sensibilidad se despierta? Los más débiles corren el riesgo de tener aventuras y acaso irreparables desastres». (cit. por R. Hubert, Tratado de Pedagogía general, Buenos Aires 1965, 409). Estos problemas de promiscuidad sexual han sido denunciados por muchos autores. Opinan otros que para conservar vivos el amor y la ilusión del matrimonio, lo mejor es no forzar una relación excesiva entre adolescentes de ambos sexos, pues otra cosa equivaldría crear un ambiente artificial, que da origen a situaciones de promiscuidad y aleja a los jóvenes del deseo de fundar un hogar. Para Stanley Hall, la c. es causa clara de la disminución de los matrimonios. …En el terreno moral, la c., en vez de moderar el impulso erótico, lo aumenta. La posición católica se nos presenta así, en palabras de Pío XI: «Es erróneo y pernicioso a la educación cristiana el método llamado de la coeducación... El Creador ha ordenado y dispuesto la convivencia perfecta de los sexos solamente en la unidad del matrimonio y gradualmente separada en la familia y en la sociedad...».

En el propio artículo se señala que no se trata tanto de de prevención ante la sexualidad (“la fe cristiana proclama que la distinción de sexos es querida positivamente por Dios y que el matrimonio es un sacramento santificador”), sino de temor a propiciar precozmente una sexualidad inmadura, que desconoce “las reales condiciones existenciales de la persona” (“las leyes psicológicas y ascéticas que deben regir el desarrollo humano hasta llegar a la madurez”). Actuando de ese moco “el naturalismo no favorece, aunque a veces lo pretenda, el desarrollo de los valores, sino que lo pone en peligro.”.

Y en el artículo se concluye: “lo más acertado parece ser desaconsejar la coeduación en el difícil periodo de aparición de las tendencias sexuales (que se corresponde con la enseñanza media) y permitirla en los demás periodos, siempre buscando situaciones vigiladas y enmarcadas en un sano ambiente educativo. Naturalmente que el proceso de aceptación debe ser gradual. El profesorado, tanto en la enseñanza primaria como en la superior, puede ser mixto.”

Pero las páginas que el Opus promueve bajo el rótulo de “Escuela Diferenciada” se guardan mucho de apelar a sus temores a la vida promiscua de los adolescentes –verdadero razón de su apuesta pedagógica- y prefieren adoptar ropajes socialmente más aceptables, como son los nuevos argumentos aportados por la neurociencia.

En este proceso de formulación y reformulación argumental, se nota la presión dramática que deriva del miedo a perder las subvenciones públicas para sus escuelas, obstinadas en segregar a los alumnos en función del sexo. La futura Llei d’Educació de la Generalitat vuelve a la carga sobre este asunto y las alarmas se disparan. Y, el caso es que en este ir y venir argumentativo, se están diciendo muchas cosas interesantes, especialmente para alguien como yo, que se sitúa al margen tanto del oportunismo opusdeista, como del radicalismo feminista.

Empezaré por el tema de la coeduación. En un loable esfuerzo de objetividad, la propia enciclopedia GER –el artículo es de D. Del Río Sadornil- también recoge las razones a favor de la coeducación:

1) Ventajas pedagógicas. De una parte, la coeducación excita la emulación de los estudiantes hacia su mejor rendimiento, y puede de este modo valorarse mejor la capacidad de cada uno. Se facilita, de otra, el diálogo educativo entre sexos y con ello se siguen mutuos enriquecimientos. La mujer suele aportar en este diálogo su fácil intuición; el hombre acude al razonamiento. Éstos se pulen en la convivencia, las mujeres adquieren mayor claridad en el juicio y expresión y ambos llegan a conocerse mejor a sí mismos confrontados con el otro.

2) Ventajas psicológicas. El equilibrio psíquico es difícil de lograr en ciertas edades y situaciones, teniendo la cuestión sexual notoria influencia muchas veces. Con la c. ocurre de un modo más natural el proceso evolutivo personal de los muchachos y muchachas; ambos logran un mejor equilibrio psíquico y un desarrollo madurativo más regular. Con la c. se logra un conocimiento más completo del sexo opuesto, libre de fantasías y errores malsanos, y se asegura una mayor espontaneidad en la relación. También se consigue que no se retrase más de lo debido el descubrimiento del otro sexo, con los conflictos propios que esto acarrea, debiendo estar también muy atentos para que no ocurran adelantamientos prematuros.

3) Ventajas sociales. La c. es causa para mejor poder comprender los problemas que comportan las relaciones entre grupos humanos. La cortesía, el civismo y otras muestras de corrección social son fácilmente estimuladas y desarrolladas en los chicos, mientras ellas se hacen más recatadas. El principio social de igualdad de oportunidades puede consolidarse en la mente de los que se coeducan, al descubrirse el mito de la superioridad masculina. Hoy la vida asocia a hombres y mujeres en distintos trabajos; lógicamente debe ser bueno que desde pequeños ellos y ellas aprendan a conocerse, a respetarse y a colaborar juntos. El matrimonio, la familia, como primera célula social, ha de hallar de este modo un soporte más noble y más seguro que el que pueda dimanar del interés o de la escueta atracción de los sexos. La coeducación favorece la pervivencia de la familia y un armonioso progreso social.

4) Ventajas morales. La experiencia demuestra que la aproximación natural de los sexos interviene ordinariamente de modo positivo sobre los mismos, ya que el impulso erótico queda moderado. En la fase de la adolescencia se les facilita la liberación del momento autoerótico y homosexual de su desarrollo. Los partidarios de la c. dicen haber comprobado el hecho de que la masturbación disminuye entre adolescentes y jóvenes que han sido coeducados.

Cómo se ve, se trata de argumentos de peso, que más allá del sabor añejo que despide su formulación –el artículo puede tener ya unos 30 años- y alguna que otra consideración más o menos peregrina como la de la la liberación del momento autoerótico y homosexual, lo cierto es que aporta motivos más que convincentes para optar por la coeduación en lugar de la separación de sexos. El que escribe vivió esa separación entre los 13 y los 17 años –en el instituto Jaime Balmes de Barcelona- y suscribe las ventajas de la coeduación. Todavía recuerdo como nos carcomíamos de deseo y a la vez de vergüenza e inseguridad ante las chicas y, sin embargo, ahora contemplo la envidiable naturalidad con que se tratan los chicos y las chicas de nuestras centros mixtos.

Sin embargo, el artículo concluye, como ya dijimos que la coeduación es desconsejable “en el difícil periodo de aparición de las tendencias sexuales”. Y quizás alguno piense que no andaban tan equivocados a la vista de las cada vez más precoces relaciones sexuales de los adolescentes, pero no nos confundamos: la causa no es la coeduación, sino el negocio del sexo y el clima de sobrexcitación permanente que ejerce en todos frentes –internet, publicidad, moda, televisión, cine, ocio, etc- en una búsqueda enloquecida de beneficios a toda costa, sin reparar en daños. Algo que además ocurre ante la sorpresa y la pasividad de los adultos. Pero no es este el tema que me ocupa.

Ahora el Opus Dei ya no habla de “separación de sexos”, sino de “educación diferenciada” y este aggiornamiento tiene mucho interés, porque implica abrir las puertas a otro tipo de consideraciones, de las que el autor del artículo de la GER todavía no había oído hablar, cuando lo redactó. Me refiero a las que provienen de la neurociencia. Y ahí, pese al carácter sospechosamente sobrevenido que tienen estos argumentos en boca del Opus Dei, lo cierto es que tienen interés. Según autoras como María Calvo (Iguales pero diferentes, Almuzara, 2007), de lo que se trata no es tanto de evitar la promiscuidad, como de respetar los diferentes ritmos y estilos de maduración de los chicos y de las chicas, algo que sin duda –dice ella- es más probable con la separación de sexos, aunque al mismo tiempo no tenga más remedio que contemplar la posibilidad de una escuela mixta también pueda hacerlo, pero esta opción no parece interesarle demasiado. De todos modos, es evidente que puede haber escuelas con separación de sexos y educación indiferenciada y escuelas mixtas con educación diferenciada.

A mí esa última opción, sí me interesa y mucho. Comparto los la fe en la coeduación, pero etoy convencido de que sólo será plenamente efectiva, si parte del respeto y la atención a esas diferencias de ritmo, maduración y estilo de aprendizaje a la que alude Calvo y, que no son -como el feminismo radical afirma- sólo una construcción cultural, no sobre todo una realidad neurobiológica incontrovertible. Creo que estamos en condiciones de dar el salto a otro paradigma de referencia: ni separación ni mera yuxtaposición, sino coeducación madura, es decir construir una sociedad justa y satisfactoria partiendo de las diferencias entre chicos y chicas y no independientemente del sexo al que pertenezcan (según reza la definición ortodoxa de coeducación) .

Y, llegados a este punto, pregunto: ¿quién se ocupa de las singularidades masculinas en la educación secundaria actual?. Continuará.

miércoles, junio 04, 2008

Hombres discriminados en nombre de la igualdad

Uno de los escándalos más lacerantes nuestro país es la privación del padre a que se ven sometidos el 96% de los niños y niñas, tras el divorcio de sus progenitores, en virtud de una ley que ampara tamaño despropósito. El dato es importante, porque la difusión de sentencias en las que se concede al padre la custodia compartida de los hijos ha llevado a creer a mas de uno y una que, ahora, si un padre no tiene la custodia compartida es porque no quiere. Olvidan que las custodias compartidas son noticia precisamente por su carácter extraordinario. La terca y triste realidad es que la mayoría de las sentencias que se dictan cada día siguen reduciendo el padre al papel de financiador invisible de la madre –pensión, piso e hipoteca- y visitante ocasional de sus hijos. La expresión “régimen de visitas del padre”, que se utiliza para referirse a la tarde y a los fines de semana alternos a los que se reduce el contacto con papá, es elocuentemente vejatoria. Condenar a un padre a visitante de sus hijos supone destruir casi definitivamente la figura del padre. Y lo más lamentable es que semejante barbaridad cuenta con la aquiescencia interesada de muchas y muchos feministas que dicen combatir los estereotipos de la masculinidad y feminidad tradicionales, pero que enferman al oír hablar de custodia compartida, o de todo cuanto equivalga a una corresponsabilización efectiva de los hombres, porque quebraría su discurso de la dominación masculina, tan lustroso y rentable. ¡Qué paradoja!. Se pasan el día invocando el demonio de la masculinidad opresora y en nombre de ese fantasma obsoleto se resisten a promover las reformas que favorecen el cambio. No quieren aceptar que han convertido la agitación de ese espantajo machista en un negocio aberrante –oprobio de las mujeres verdaderamente víctimas de la violencia masculina- y que alejar a los hijos de sus papás para vengar la historia y/o llenarse el bolsillo es una salvajada abominable.

Habría que explicar a las madres que marginar al padre es una inversión psíquica muy poco inteligente por su parte: tarde o temprano tendrán que enfrentarse a un reproche muy ingrato: “¿por qué nos privaste y alejaste de papá?). Muchos abogadas/os, en el fragor del divorcio, estimulan a sacar tajada de la situación y derrotar al padre –con denuncias falsas si es necesario o obstruccionismo legal[1]-, sin asumir que con su irresponsabilidad están enquistando una situación insufrible y arruinando psíquicamente muchas vidas.

Sé que no aporto ningún argumento que no se haya oído una y mil veces, pero esto no es una disertación, ES UN GRITO DE PROTESTA. Y seguiré protestando hasta que no se arregle: me siento absolutamente comprometido con esta causa. Y, por eso, me complace el nuevo proyecto sobre custodia de los hijos que prepara el Govern català y el reportaje dedicado al tema por El País, un periódico poco dado a desmarcarse de la ortodoxia del feminismo mal entendido[2] pero hegemónico (me gustaría crear un blog con este título: “feminismo mal entendido”). Lo reproduzco a continuación. También incluyo un artículo de Joana Bonet sobre la Ley integral contra la Violencia de Género.


REPORTAJE. Discriminado por ser hombre



La custodia compartida se abre paso como la mejor opción para los hijos de separados - Pero el 97% se concede a la madre - ¿Queríamos igualdad?

PERE RÍOS
EL PAÍS - Sociedad - 27-05-2008

Hace décadas eran vistos como bichos raros, pero ahora son legión. Más de 110.000 menores ingresan cada año en el ya saturado club de hijos de divorciados. Niños que tendrán que habituarse, una de dos, a la ausencia de un progenitor, casi siempre el padre, o a vivir a caballo entre dos casas. Los expertos creen que suele ser mejor para ellos lo segundo, la custodia compartida, pero los jueces siguen decidiendo lo primero. El 97% de las separaciones acaban con los hijos bajo la custodia de la madre. Una inercia difícil de romper. ¿Está discriminado el varón en las separaciones? Muchos creen que sí.

Lo importante no es, dicen los especialistas, que los hijos vayan de una casa a otra, sino que el padre desaparezca de sus vidas tras la ruptura, algo que favorece la ley española.
El Código Civil considera "excepcional" la custodia compartida y para otorgarla es necesario el informe favorable del fiscal, algo que en países europeos como Francia es habitual y que en el caso de Suecia, por ejemplo, supera el 90% de los casos. De las 15.721 rupturas registradas en los juzgados de España en 2006 de las que tienen datos, en 15.296 casos es el padre quien paga la pensión de alimentos y sólo en 425 ocasiones lo hace la madre. Es decir, en el 97,28% de los casos la custodia de los menores se concede a la mujer.

La sentencia de divorcio al uso en España atribuye a la mujer la custodia de los hijos, el domicilio conyugal y una pensión de alimentos. Esas tres patas son las que analiza por separado un proyecto de ley catalán que en pocas semanas entrará en el Parlamento de esa comunidad. Es un texto pionero en España en el que se establece que la custodia compartida será la norma habitual que aplicarán los jueces y obliga a los padres a presentar en el juzgado un plan de parentalidad sobre cómo piensan ejercer esa responsabilidad tras la ruptura. El proyecto, además, separa las cuestiones patrimoniales, como la casa y la pensión, de las afectivas, relacionadas con los hijos.

Diversas asociaciones de padres separados entienden que ése es el camino y ya han empezado a exigir al Gobierno de Rodríguez Zapatero que cambie la ley actual. Uno de los que está más implicado en esa batalla es Joan Carles Castañé, que saltó a los medios de comunicación hace unos meses, cuando una juez le negó la custodia compartida de sus dos hijos porque era cojo, entre otras razones. Recurrió y la Sección 18 de la Audiencia de Barcelona no sólo no le dio la razón, sino que modificó el pacto que tenía con su ex mujer sobre el régimen de visitas a los hijos, que ahora tienen ocho y cuatro años. En aplicación de esa sentencia, los niños pernoctan los lunes con la madre; el martes, en casa del padre; el miércoles vuelven con la madre; el jueves están con el padre desde que salen del colegio hasta las 20.00. Después con la madre y, el viernes empieza el fin de semana con el progenitor que corresponda, alternativamente.

Las cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE) señalan que en 2006 se produjeron en España 145.745 rupturas matrimoniales -126.952 divorcios y 18.793 separaciones-, que afectaron a 110.982 hijos menores de edad. Una cifra notable comparada con las 211.818 bodas que se celebraron el mismo año. Durante 2005, se rompieron otras 136.876 parejas y los menores afectados fueron 86.465.

Del comportamiento de esos padres y de la decisión del juez depende la vida cotidiana de centenares de miles de niños en España. Y es que las mujeres siguen siendo, en su gran mayoría, las encargadas de la crianza y educación de los hijos, pero cada vez surgen más padres que, tras el divorcio, se implican en ello. Y, sin embargo, la justicia no les reconoce como tales en la mayoría de las ocasiones. A veces, mal aconsejados por sus abogados, renuncian de entrada a pedir la custodia compartida. ¿No hablábamos de sociedad igualitaria?

"No comprendo que los jueces invoquen siempre el interés del menor y que los niños han de tener una estabilidad emocional y después dicten sentencias como la mía", se lamenta Castañé. Pese al trasiego diario, sus hijos siguen integrados en su medio social y familiar. Su comportamiento es el de miles de hombres y mujeres, que en muchos casos, y si su economía lo permite, se quedan a vivir en el barrio de su antiguo domicilio para mitigar en los menores los efectos de la ruptura.

Como Antoni Duran, que tiene 46 años y se separó en 2003. Su ex mujer tiene reconocida la custodia, pero el hijo, de 14 años, pasa la mitad de la semana con su padre y la otra mitad con la madre. Fue él quien se quedó el domicilio conyugal, tras comprarle a ella la mitad, y la mujer se marchó a vivir a otro piso en el mismo barrio del Eixample barcelonés. "Lo importante es tener claro que se separa la pareja, no los hijos, y que se es padre toda la vida", dice.

El profesor de instituto y coordinador pedagógico Alejandro González, con más de 20 años de experiencia, también quita hierro a los efectos de la doble residencia en las notas. "Depende de cada estudiante, pero la movilidad de domicilios incluso puede llegar a ser positiva. Superado el impacto de la ruptura, los chavales aceptan como normal que tienen dos casas y eso no tiene porqué influirles en los estudios".

"Lo importante es repartir de manera equitativa el cuidado y la cría de los hijos, aunque sea en dos viviendas distintas". Pero la legislación española no va por ahí, explica Francisco Serrano, juez de familia de Sevilla desde hace 10 años. "No es razonable que se creen más juzgados de violencia sobre la mujer que juzgados de familia. En lugar de favorecer la mediación se está estimulando el conflicto". Julio Bronchal, psicólogo especializado desde hace más de 10 años en conflictos familiares y maltrato infantil también lo tiene claro. "Siempre es preferible el tránsito entre domicilios de padres que la ausencia de uno de ellos", que es la situación que viven la mayoría de hijos de padres separados.

En las relaciones de pareja, como en las de padres e hijos, la distancia puede ser el olvido. O no. Elisa G., de 39 años, vive en Santander y se separó en 2005. Tiene la custodia de los dos hijos, mellizos de 11 años, que están con su padre dos días por semana y fines de semana alternos. Él se quedó a vivir en el mismo barrio, "y eso ha sido muy bueno para los niños, pero no para mí". Reclama que no se revele su identidad y explica que se ha sentido acosada durante años "por un hombre que es muy celoso y que me lo ha hecho pasar muy mal, hasta el punto de ponerme un detective para seguir controlándome".

Otro caso bien distinto. El magistrado José Luis Carratalá vivía en Valencia. En 2001 se acabó su matrimonio y se fue a ejercer a Barcelona. El hijo se quedó con la madre y desde entonces Carratalá recorre 700 kilómetros cada dos semanas, entre ir y volver, para estar con él. "Vale la pena. Es mi obligación como padre y el chaval lo agradece", dice.

"Lo importante es evitar el conflicto. A un niño no le deberían preocupar las consecuencias del divorcio, sino estudiar y pasárselo bien". Quien habla así es Amor Martos, de 30 años y administrativa de profesión. Acaba de fundar la Asociación de Hijos de Padres Separados. Los suyos rompieron en 1991. "Me robaron la juventud", dice al evocar su experiencia. Durante cinco años frecuentó las comisarías de policía, porque cuando estaba con su madre se escapaba con su hermano pequeño a casa del padre, al que no se le permitía visitar.

El suyo es un caso extremo, pero no es excepcional, porque en ocasiones son las mujeres las que pierden el contacto con los hijos. Amaya Puente de Muñozgoren tiene 49 años, es telefonista y vive en Palma de Mallorca. Tiene cinco hijos de entre 28 y 12 años y vivía en una situación económica muy cómoda por los ingresos de su marido. En julio de 2005 él se fue a vivir a la casa de veraneo de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) con los pequeños y la madre nunca más ha podido estar con ellos. El hombre tiene la custodia y ella explica que es porque ha manipulado a los menores y ellos "han preferido el dinero y la comodidad que les ofrece su padre a la presencia de su madre". Es lo que algunos psicólogos definen como síndrome de alienación parental (SAP), el rechazo hacia un progenitor que el otro crea en el hijo.

Algunos colectivos niegan el SAP argumentando que no está diagnosticado por la Organización Mundial de la Salud, pero se llame como se quiera, los psicólogos lo constatan desde hace tiempo cuando analizan a los hijos y entregan su informe al juez. Amaya explica que en estos casi tres años transcurridos desde la marcha, ha viajado de Palma de Mallorca a Cádiz en 14 ocasiones y que nunca pudo ver a sus hijos.

A pesar de que los divorcios y sus consecuencias afectan durante años a centenares de miles de personas, en España no existe una jurisdicción especializada en familia, como ocurre con los juzgados mercantiles o de menores, entre otros. En algunas grandes ciudades hay juzgados a los que se les atribuyen esas competencias exclusivas en familia y en el resto son juzgados de primera instancia e instrucción, en los que el mismo juez que decide sobre los efectos de una separación, sentencia una riña de vecinos o encarcela a un ladrón.

Posiblemente si hubiera jueces especializados serían más sensibles a casos como el de Joan Vilà, empresario de 44 años que vive en Barcelona. Hace ocho meses que su ex mujer se fue a vivir a Sevilla, a 1.200 kilómetros, con sus hijas, de 11 y 8 años. Él lo denunció y la justicia la requirió para que regresara, pero ahora otra resolución judicial la autoriza a seguir allí. Juan Martos también vive en Barcelona y tiene una hija de ocho años a la que se llevó su madre a Miranda de Ebro (Burgos) en julio de 2006 y todavía no ha vuelto. La justicia le reconoció la posibilidad de visitarla cada 15 días. "Hace dos meses que dejé de ir, porque no puedo pagarlo", dice.

La cuestión de fondo es que, tal y como funciona nuestro sistema judicial, no existe un control efectivo en la ejecución de las sentencias de familia, empezando por el incumplimiento del pago de las pensiones de alimentos, que es un delito, y acabando por los impedimentos para que los progenitores estén con sus hijos cuando les corresponda, sea en fin de semana o vacaciones. Son situaciones que requerirían una rápida respuesta judicial, porque de nada sirve que un juez reconozca esos derechos cuando ya es tarde.







El falso mito de la estabilidad

JOSÉ MANUEL AGUILAR

EL PAÍS - Sociedad - 27-05-2008

La sociedad actual se articula sobre familias que han adoptado formas muy diversas. Del modelo de familia en donde un padre y una madre educaban a los hijos hemos pasado, entre otras, a las familias monoparentales, reconstituidas o familias sin vínculos legales. Aún lo anterior, todas comparten una característica común, como es el hecho de que el reparto de papeles del trabajo en el hogar y del que sale de él, para buscar los recursos con los que sustentarlo, se ha diluido. Los padres y las madres son, con desigual distribución, encargados del hogar y trabajadores que pasan largas jornadas de trabajo fuera de casa. De este modo, los hijos de éstos se han acostumbrado a pasar de las manos de sus progenitores a las manos de los docentes, para luego transcurrir por las manos de los encargados del comedor escolar, la ludoteca, el transporte escolar, las clases extraescolares, los abuelos, los trabajadores domésticos hasta que, a altas horas de la noche, vuelven a los brazos de sus padres que, en el mejor de los casos, juegan un poco con ellos, los bañan, dan de cenar y acuestan.

A poco que nos fijemos los niños van de un universo a otro sin mostrar mayores esfuerzos y, más importante aún, secuelas. En las familias donde los padres están divorciados los niños añaden a lo anterior la alternancia de habitaciones, fines de semana y vacaciones con sus respectivos padres, sin referir tampoco trauma alguno a los profesionales. Los psicólogos tenemos claro que los niños necesitan crear vínculos fuertes y que cuantos más creen mucho más seguros se desarrollarán. Los vínculos que establecen les enlazan con las figuras significativas de su entorno -padres, abuelos, amigos- y con los mundos privados que rodean a cada uno, que les ofrecen alternativas, afectos y modelos distintos. El mayor dolor que puede sufrir un niño en un divorcio es ver cómo sus padres se enfrentan y sentir que pierde la posibilidad de estar en contacto con uno de ellos. Si, además, esto es impuesto por uno de los padres, que le obliga a profesar un amor fiel, a la par que un rechazo encarnizado al otro, el dolor se convertirá en maltrato.

Nuestra sociedad debe entender que las parejas se rompen, pero que eso nunca ocurrirá con la familia del niño. Allí donde esté ese hombre y esa mujer serán su padre y su madre. A fin de cuentas, y como todos sabemos, para educar a un niño hace falta toda la tribu. ¿De qué nos extrañamos entonces?


Víctimas de segunda.

Joana Bonet.
28-V-08,LA VANGUARDIA.

Nunca poana ser enrermera en la clínica San Rafael de Cádiz. Embargarían mi suel­do a base de multas por no llevar la falda blanca que incorpora el uniforme obligato­rio y en su lugar enfundarme en unos pantalones, mi prenda de trabajo desde que entré a formar parte de la población activa. Con faldas, la jornada se hacía más larga y las carreras en las medias contribuían a potenciar el sentimiento de vulnerabilidad, además del frío del ventilador inmiscuyéndose entre los mus­los. Admiro a las mujeres que consideran las faldas sus perfectas aliadas. Dominan el arte de las distan­cias, el tamaño de la zancada, el ángulo para agachar­se a recoger un objeto reivindicando la feminidad de una tela con caída libre sobre su cuerpo. Pero venero más aún a aquellas pioneras que se atrevieron a cam­biar su indumentaria recibiendo todo tipo de repri­mendas: llevar trajes masculinos fue una de las acusa­ciones formuladas en el juicio contra Juana de Arco, también le valieron muchos disgustos a Catalina de Mediéis, sin olvidar las palabras del pintor Eugéne De-lacroix, suscritas por muchos varones de la época: "El pantalón femenino es un insulto directo a los dere­chos del hombre", mon Dieu!.

Algunos abuelos se quejaban de que con pantalones era imposible distinguir a un chico de una chica hasta que empezaron a utilizarlo las abuelas, expul­sando cualquier rastro de lujuria. Pero hoy llevar pan­talón continúa siendo reprobable si atendemos a las multas que de nuevo ha impuesto dicha clínica (y que ya fueron rechazadas ampliamente por varios organismos). Que este tipo de normas sigan vigentes en un país regido por la política paritaria resulta tan discutible como las leyes que castigan más a los hombres que a las mujeres por el mismo delito, según sentencia dictada por el tribunal Constitucional. No comparto la ortodoxia ideológi­ca de quienes quieren hablar en nombre de todas las mujeres; se puede ser feminista pero estar en desacuerdo con que ese 10% de maltratadores que son mujeres según el Ministe­rio de Justicia (5% según el Observatorio Estatal de Violencia contra la Mujer) reciba menor castigo que el resto. Si bien el discurso de la discriminación positi­va se justifica a la hora de desarrollar políticas socia­les que garanticen la igualdad entre sexos -a la cual, sin su ayuda, no llegaríamos hasta el siglo XXII- es difícil defenderlo dentro de los fines propios del dere­cho penal. Por supuesto que convivimos con la arrai­gada herencia del patriarcado. Claro que existe una tipología de terrorismo masculino que debería estar tan perseguida como el terrorismo político. Y es pro­bable que muchas de esas mujeres actúen en defensa propia, hecho que la justicia tendría que identificar y, en razón del mismo, juzgar. Pero tipificar los delitos en función del sexo basándose en la estadística abre la puerta a futuras leyes que constriñan los derechos fundamentales de la persona. ¿Qué pasaría si estuvie­se más penado el abandono de un recién nacido por parte de una mujer que por parte de un hombre?

Cualquier medida de choque para acabar con la la­cra de la violencia de género -empezando por cómo se informa de dichas noticias, y por los medios, esca­sos, tanto humanos como económicos, que se invier­ten para aplicar la ley o su penetración, hasta ahora nula, en las escuelas- es urgente. Pero no comparto la alegría de quienes aplauden la resolución del Consti­tucional porque creo que, lejos de ser una medida efectiva, recrudece la polarización entre los sexos. Una víctima hombre debería valer tanto como una víc­tima mujer porque unos y otros tenemos el mismo derecho a llevar pantalones.






[1] La conversación entre María Emilia Casas –presidenta del tribunal Constitucional- y la abogada María Dolores Martín –abogada y presunta asesina de su ex-marido- sobre la custodia de la hija común es reveladora y quizás ayude a los más legos en la materia a superar el papanatismo “feminista” que impera en este asunto. Véase EL PAÍS, 4-6-2008:

http://www.elpais.com/articulo/espana/Casas/alguna/vez/recurre/amparo/vuelve/llamar/elpepiesp/20080604elpepinac_1/Tes.

Quizás sea injusto, pero parece que María Emilia Casas ha sufrido un caso de justicia poética, después de avalar esa ley inicua -la Ley integral contra la Violencia de Género- que vuelve a consagrar la discriminación en función del sexo.

[2] Por supuesto El País lleva días intentando compensar su osadía con cansinos artículos en los que se vuelve a repetir el mantra de la violencia machista contra la mujer fruto de la una sociedad patriarcal que crea sin cesar monstruos como Josef Fritzl:

Familia patriarcal y machismo asesino. BONIFACIO DE LA CUADRA

EL PAÍS - Opinión - 04-06-2008

A la memoria de mi querida y admirada Marisa

No existe una relación inmediata de causa/efecto, pero sí puede afirmarse que la estructura de valores de la familia patriarcal constituye un caldo de cultivo, un terreno abonado, un ambiente propicio para el machismo asesino. De ahí que el gravísimo problema de la violencia de género deba atacarse desde su raíz: el tradicional poderío del varón en todos los ámbitos de la sociedad, y muy particularmente en el hogar familiar.

Es curioso cómo muchas mujeres describen los avances igualitaristas de los hombres -esposos, novios, hijos, padres- en la casa común con expresiones como que el hombre "ayuda" o "colabora" en las faenas domésticas, desde el convencimiento de que el trabajo doméstico es, básicamente, obligación de la mujer -esposa, novia, hija, madre-. Una trabajadora, dentro y fuera de casa, ironizaba hace unas semanas, en televisión: "Mi marido y yo tenemos el trabajo repartido; él deshace la cama y yo la hago, él come y yo hago la comida".

De esa situación hay un paso a Mi marido me pega lo normal, título de un libro del forense Miguel Lorente, recientemente designado delegado del Gobierno para la Violencia de Género. Lorente, con experiencia por sus anteriores cargos en la Junta de Andalucía, expone las causas habituales del maltrato del hombre a su mujer ("no tener preparada la comida", "llevarle la contraria", "no estar en casa cuando él llegó o llamó", "quitarle la autoridad ante los hijos u otras personas"...) y el objetivo de las palizas: mantener la autoridad y lograr que ella esté sometida y controlada. Según Lorente, se trata de una violencia estructural, que actúa de "elemento estabilizador de la convivencia bajo el patrón

[de dominio patriarcal] diseñado", de modo que existe "permisividad social hacia la agresión a la mujer en pequeñas dosis".

De hecho, en las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sobre las cuestiones que más inquietan a los españoles, el maltrato intrafamiliar no figura nunca entre las preocupaciones principales, a pesar de tratarse de un fenómeno con todos los ingredientes para suscitar la alarma social y con muchas más víctimas mortales que, por ejemplo, el terrorismo.

Una muestra de las raíces históricas patriarcales de la violencia machista la ofrece, en el siglo XVIII, Juan Jacobo Rousseau: "La mujer está hecha para obedecer al hombre; la mujer debe aprender a sufrir injusticias y a aguantar tiranías de un esposo cruel sin protestar. La docilidad por parte de una esposa hará a menudo que el esposo no sea tan bruto y entre en razón". Y dos siglos después, el inefable Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, con muchos adeptos, apuntillaba: "La mujer no tiene por qué ser inteligente. Basta con que sea discreta".

¿Puede extrañar demasiado que el patriarca austriaco Josef Fritzl, tras esclavizar durante 24 años a su hija Elisabeth, se atreva ahora a alardear de haber celebrado en familia la Navidad con aquellas criaturas procreadas mediante violación y que presuma de no "haberlos matado a todos"? Su compatriota, la escritora feminista Elfriede Jelinek, ha arremetido contra un país incapaz de cuestionar "la palabra del padre" y menos aún la autoridad de un padre-abuelo, reflejo de sus rigurosas estructuras patriarcales.

En España también podemos tener claro que el origen del machismo asesino, y de la no menos grave dominación masculina consentida y silenciosa, está en ese modelo patriarcal de familia nucleado en torno a un matrimonio sacramental y procreativo que une a ambos cónyuges, como predica la Iglesia y aplican los maltratadores, "hasta que la muerte los separe".

¿Cómo atajar esa lacra? La juez Manuela Carmena reveló hace años que un recluso le manifestó en la cárcel: "Yo he matado a mi mujer, pero no soy ningún delincuente". Lorente niega que se deba tratar como un mero "conflicto de pareja", según pretendió algún psicólogo, y apuesta por la justicia penal, por cierto mal organizada y poco sutil para resolver conflictos en los que conviven los sentimientos con los delitos. Los propios jueces han cuestionado en más de cien casos los tipos penales feministas creados por la Ley Integral contra la Violencia de Género, mientras siguen sin aplicarse los preceptos educacionales de esa ley integral y continúan pendientes medidas igualadoras, como la equiparación salarial entre ambos sexos y la obligación de los hombres de pedir el permiso de paternidad. En 2007, casi 40.000 mujeres tuvieron que abandonar el trabajo para encargarse de los hijos, frente a sólo 2.000 padres.

En ese contexto, un Gobierno con más mujeres que hombres, una joven ministra de Igualdad y una mujer al frente de las varoniles Fuerzas Armadas constituyen medidas pedagógicas saludables, que crispan a la caverna, pero que no coinciden con la realidad extragubernamental. Mientras predomine la dominación patriarcal, sigan existiendo situaciones de desigualdad y, como ha dicho Ángela San Román, directora del Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha, "se cuestione permanentemente el avance de la mujer", estaremos sembrando la semilla del maltrato.

martes, junio 03, 2008

"Mola más porque no tenemos que estar callados"

El lunes 12 de mayo de 2008, aparecía en el suplemento de educación de EL PAÍS un artículo titulado El raro del instituto, en el que se loaba las excelencias de la metodología seguida por un profesor de Ciencias Naturales para superar esa manera tradicional de enseñar basada en el aprendizaje memorístico y que lógicamente "aburre a las ovejas". Según se explica en el artículo, Francisco Balenilla plantea sus clases a modo de investigaciones sobre enigmas que los alumnos deben resolver utilizando los recursos que pone a su disposición. Y a los chicos parecen gustarles. "Mola más porque no tenemos que estar callados", "trabajamos en grupo, así, lo que no se le ocurre a uno, se le ocurre a otro", "nos hace pensar", "no hay exámenes, lo que cuenta es el trabajo diario", "casi nunca pone tareas, sólo algunas veces, que nos pide que leamos y resumamos un texto", apuntan. ...Ballenilla no suele abordar todos los contenidos que supuestamente hay que dar en un nivel determinado. Afirma que los exámenes le importan "un pimiento": en algunos cursos ni los pone; en otros los hace, tipo test, para matizar una nota que se ha forjado en el trabajo de aula, que es lo que de verdad le interesa, y que se plasma en una libreta. Llevarla por el pasillo significa que eres alumno de Ballenilla, Balle, profe, don Fernando. Él se da por aludido en todos los casos.

No sé si el profesor Ballenilla se habrá preguntado que ocurriría si todos sus compañeros y compañeras decidieran imitarle. Afortunadamente, no ha ocurrido así y él puede seguir poniendo en práctica sus carismáticas genialidades que sin duda –lo creo firmemente- deben serlo. Otros profesores más modestos, menos enrollados y menos reconocidos se dedican a hacerle el trabajo sucio generalmente con elevados costes en su autoestima y no pocas insatisfacciones. No salen en EL PAÍS, ni dan clases de Didáctica en la Universidad, pero luchan por estructurar y disciplinar las mentes de sus dispersos muchachos con los métodos de siempre. Por supuesto, de vez en cuando, también introducen alguna de esas ocurrencias tipo Balenilla y dinamizan sus clases con trabajos cooperativos, pequeñas investigaciones, presentaciones con el cañón de vídeo, etc., etc., pero saben desde hace tiempo que el aprendizaje de sus alumnos no puede apoyarse sólo en esas estrategias, si detrás no hay hábitos de atención, de esfuerzo, de trabajo continuado, de automotivación, etc. Saben que a golpes de motivación externa no se consolida nada. Están convencidos de que si algo urge hoy es no engañar sobre la aventura de aprender, que siempre implican una lenta iniciación, en la que no acaben los atajos. Hay que ascender con los propios pies de planta en planta, con. No hay ascensor. Los resultados valiosos sólo empiezan a disfrutarse tras haber realizado esfuerzos y penalidades. La gran mentira de tantos pedagogos es habernos hecho creer lo contrario. La clave esencial de la condición humana es la necesidad de violentarse para sobrevivir. Olvidarse de esta verdad esencial es un demencial acto de soberbia que nos conducirá directamente al desastre.

Los alumnos del profesor Balenilla dicen "Mola más porque no tenemos que estar callados". ¡Qué pena!. Es un comentario que me hace desconfiar absolutamente de su genialidades. Lo que me parecería realmente valioso es que hubiera logrado inculcar en su alumnos el valor del silencio, del orden, de la palabra, del respeto a los que saben, de la reflexión seria... A mi juicio, sería mejor que el señor Balenilla se coordinase con sus compañeros para luchar por esos valiosos objetivos. Seguro que tenía muchas ideas.

Por cierto, desde aquí quiero rendir un homenaje a los profesores que me enseñaron y me obligaron a estar en silencio, hacer esquemas, resúmenes, redacciones, ejercicios difíciles, trabajos monográficos y, por supuesto exámenes, en los que te podías lucir si habías estudiado (o dominabas el noble arte de la chuleta). Mi homenaje a esos profesores que eran capaces de hablar horas construyendo bellas y esclarecedoras frases, repletas de ironía y sentido. Mi homenaje a los que dominaban el arte de la clase magistral. Los esclavos de las pedagogías innovadoras no saben lo que se han perdido.

Y ya que estamos, aprovecho para reproducir un par de artículos relacionados con el tema de Antonio Argandoña y Fernando Savater, además de la crónica que El País dedicó al profesor Balenilla.


Aprendizaje positivo

ANTONIO ARGANDOÑA

EL PAÍS - 14-05-2008

Recorté y guardé un chiste que apareció en un periódico hace ya unos meses. Unos padres, con el niño de la mano, se encuentran con un conocido por la calle. El niño apunta con un mando a distancia a esa persona, que le mira con gasto de sorpresa. La madre aclara la situación: "Nos ha parecido que ya era hora de que comprobase que el mando a distancia sólo sirve en el cuarto de estar".

Un sano ejercicio educativo, ¿no? Me acordaba de esto leyendo las cinco características que un experto suizo atribuye a la educación actual. Primera, dice, la pereza, porque los alumnos ya no tienen que hacer tareas y rendir exámenes para seguir pasando curso. Segunda, el angelismo: se supone que todos los alumnos son buenos, quieren estudiar, son incapaces de destrozar nada y dicen siempre la verdad. Tercera, la victimización: cualquier alumno puede considerarse víctima por una serie de causas, de modo que no se le puede responsabilizar de nada. Cuarta, el igualitarismo: todos son buenos, todos son iguales; cualquier distinción es socialmente inaceptable. Y quinta, el relativismo: todos los valores son iguales, lo que quiere decir que no hay motivos para comportarse de acuerdo con unos valores u otros.

No pretendo entrar a discutir estos puntos. Me gustaría volver al ejercicio de aprendizaje del niño con su mando a distancia. Es un ejercicio absurdo, claro: si se trata de un chiste es porque el niño ya debía haberse dado cuenta de las limitaciones del aparato que tenía en su mano. Pero hay otras cosas que también debe aprender y que no son tan sencillas.

A menudo pensamos que educar, sea a los niños, a los jóvenes o a los adultos, consiste simplemente en apartarlos del mal, cosa que, seguimos pensando, se puede conseguir con relativamente poco esfuerzo. Enseñarles a decir no a la droga, al racismo, a los prejuicios o a las agresiones sexuales es suficiente para que ellos, de buen grado, digan que no a todo eso. Pero no debe de ser tan fácil cuando, hace unos días, la policía detuvo a unos jóvenes por conducir temerariamente con sus coches a gran velocidad, con desprecio de su vida y de la de otros, y sus padres pedían: "Quítenles los coches, a ver si conseguimos que dejen de comportarse como unos locos".

Decir que no a lo que no es bueno, vituperar las conductas criminales y censurar a los que las practican sólo es positivo si suponemos la existencia de unas fuerzas internas que nos llevan a comportarnos bien. Es decir, la existencia de virtudes, que se adquieren, primero, mediante la reflexión -uno debe estar convencido de que vale la pena comportarse bien-, pero también mediante otros medios, incluida la repetición de los actos. Los padres del niño del chiste no se limitaban a explicarle las limitaciones del mando a distancia, sino que le invitaban a comprobarlas experimentalmente.

Me temo que, si el diagnóstico del experto suizo es correcto, la batalla de la educación va a ser más dura de lo que algunos piensan. Porque hay que vencer la pereza, que es un vicio, es decir, una antivirtud. Y hay que cortar la retirada a los jóvenes a la hora de buscar excusas -excusas que, a menudo, les proporcionamos nosotros mismos-: de ahí lo de la victimización. O sea que los pobres chicos tienen al enemigo en casa: quizá en sus padres o en sus maestros, que no están dispuestos a poner los medios para hacerlos virtuosos, empezando por el ejemplo personal y siguiendo por la incomodidad que, para los mayores, supone ponerles metas y ayudarles a cumplirlas (una fórmula para el éxito en la vida, según José Antonio Marina).

Lo malo de predicar que hay que adquirir virtudes es que, a menudo, se confunden con falsas virtudes que una sociedad demasiado conformista ha convertido en normas de conducta admisibles: el sentimentalismo, la credulidad, el legalismo o la tibieza, o la respetabilidad. Recuerdo con placer algo que cuenta Chesterton en su Autobiografía: el pastor de su parroquia propuso a su padre formar parte del consejo de la misma. Al comentarlo a su madre, ésta le dijo: "¡Ay, no! Di que no, porque esto nos haría respetables. Y nosotros no hemos sido nunca respetables". El lector ya me entiende: los señores Chesterton eran respetables, pero no querían tener la falsa virtud de la respetabilidad ante los demás.

Reconquistar las aulas

FERNANDO SAVATER

EL PAÍS - Cultura - 03-06-2008

Quienes sólo pretendan entretenerse con morbo y cotilleo pueden dedicarse a seguir la pugna por el poder en los partidos o deleitarse con el vaivén del chiki-chiki. Pero si usted desea conocer lo que pasa realmente en este país y sobre todo lo que va a pasar mañana mismo, tiene que leer El profesor en la trinchera (La Esfera de los Libros), de José Sánchez Tortosa. El autor es un profesor de bachillerato y cuenta en su libro -estupendamente escrito, que hace reír y llorar como las mejores novelas de Dickens- la batalla más noble, silenciada y solitaria de todas: la que mantiene el maestro contra la ignorancia consentida y mimada de los alumnos en una sociedad en la que cada cual es rey y todos esclavos, o sea donde se ha olvidado la exigencia liberadora del conocimiento. No exagero la metáfora bélica: "Un aula de secundaria -dice con humor el profesor Sánchez Tortosa- es una batalla campal en la que el profesor queda relegado casi siempre al papel de mero observador de la ONU sin la cobertura de los cascos azules, al menos hasta que los guardias jurados entren en las aulas, que todo se andará".

Que nadie se equivoque: Sánchez Tortosa no es un derrotista ni uno de tantos confortables apocalípticos, aunque se niegue a integrarse en el desorden vigente. Su formidable libro está lleno de pertinentes reflexiones sobre la educación (inspiradas en los mejores maestros, de Platón a Alain) y de la convicción de que es urgente e imprescindible no rendirse ante lo evidente: está decidido a seguir en la trinchera, peleando contra sus alumnos porque está de su lado. Es el verdadero gran reto de nuestras sociedades, reflejado también en la película de Laurent Cantet que acaba de triunfar en Cannes: Entre les murs. ¿Hasta cuándo el resto de la ciudadanía dará la espalda a quienes defienden y conservan lo mejor de lo que somos? Desde luego, los medios de comunicación no siempre ayudan, si hay que juzgar por series como Física y química, de Antena 3. Hace poco, la asociación de profesores ANPE ha publicado un manifiesto en defensa de la dignidad de los educadores, ridiculizados por planteamientos "antiautoritarios" que en realidad no son más que amarillismo y afán de notoriedad lucrativa.

¿Y los padres? Pues tampoco siempre reman en la dirección debida. Lo peor ahora de cierta derecha clerical no es que apoye la privatización de la enseñanza sino que por lo visto quiere la privatización de los hijos. A su modo, claro: la religión, que es un asunto de creencias familiares, exigen que se curse en la escuela; y la educación cívica, que concierne a la comunidad, hay que darla en casa. Pura lógica episcopal. Aunque el capricho todavía no se ha extendido demasiado, ya existen familias que pretenden el derecho de no enviar a los hijos a la escuela y educarlos a domicilio. En el País Vasco ha habido algún caso que ha llegado a los tribunales y que ha despertado por lo visto el apoyo conjunto del PSE y del PP: mal asunto, nunca se ponen de acuerdo cuando de verdad hace falta pero si se trata de una insensatez allá van del brazo. Según una de las madres partidarias de este método "el mejor lugar de socialización es la familia. Sólo sales a buscar a la calle lo que te falta en casa". Opino lo contrario: creo que el aula -donde deben estar juntos los que vienen de familias distintas y hasta de etnias diversas- es más educativa en sí misma, como espacio compartido, que cualquier materia que se explique en ella. La primera lección de la escuela es enseñar a los neófitos que no todo es familia y que así tendrán que vivir en adelante.

Las aulas no pueden entregarse a la desidia, al matonismo y a una indisciplina que no es creadora más que de fracaso escolar. Luchar por reconquistarlas -para empezar, reforzando la indispensable autoridad del maestro- es el principio de cualquier regeneración democrática verdadera.

El raro del instituto.

Los docentes que usan métodos innovadores van a contracorriente en sus centros

ELENA SEVILLANO - Alicante

EL PAÍS - 12-05-2008

En esta clase de ciencias naturales de 2º de la ESO se enseña de manera distinta: los chavales, de 14 y 15 años, trabajan en grupo, se levantan y hablan entre ellos con total libertad. El profesor, Fernando Ballenilla, les ha pasado una gráfica con la evolución del consumo de petróleo, los yacimientos encontrados hasta la fecha y los que se estima que pueden quedar. Los alumnos han de calcular cuántos años de combustible fósil restan. Ballenilla sigue un modelo didáctico investigativo que consiste, resumiendo mucho, en que él plantea un problema y sus estudiantes aprenden investigándolo, debatiendo, resolviéndolo.

Tras más de 30 años de docencia, este catedrático y doctor en Didáctica de las Ciencias, que además enseña a los estudiantes como jefe del departamento de biología, sigue siendo el raro de su instituto, el San Blas de Alicante. No obstante, "mis colegas y los distintos equipos directivos que he tenido siempre han sido respetuosos con mi forma de trabajar", asegura. Pero el hecho es que, a pesar de que la innovación aparece como uno de los principios básicos de todas las leyes educativas desde 1990 (tanto del PSOE como del PP), los docentes que ensayan en los institutos formas nuevas de llegar a sus alumnos siguen siendo "los raros".

En el instituto alicantino de San Blas, de puertas para adentro, cada cual hace en su aula lo que estima más conveniente. Se supervisan los resultados académicos, claro, pero los de Ballenilla son impecables: la media de sus estudiantes de ciencias de la tierra y medioambientales en la selectividad de junio de 2007 fue de un 7,43, casi un punto por encima de la media global. El San Blas obtuvo en esa convocatoria la sexta nota más alta y fue el mejor centro público de Alicante y Castellón.

"En la enseñanza habitual, el aprendizaje suele ser memorístico, para aprobar un examen. En el curso siguiente, lo que queda es, salvo excepciones, poco". Ballenilla lo ha comprobado en su faceta de profesor en la Universidad de Alicante: sus estudiantes de 2º de magisterio de infantil entraron en la carrera con un 7 pero su nivel de conocimientos, según detecta, no se corresponde con sus buenos expedientes.

Ballenilla no suele abordar todos los contenidos que supuestamente hay que dar en un nivel determinado. Afirma que los exámenes le importan "un pimiento": en algunos cursos ni los pone; en otros los hace, tipo test, para matizar una nota que se ha forjado en el trabajo de aula, que es lo que de verdad le interesa, y que se plasma en una libreta. Llevarla por el pasillo significa que eres alumno de Ballenilla, Balle, profe, don Fernando. Él se da por aludido en todos los casos.

Se va con sus estudiantes al campo, a identificar plantas, o al huerto del IES. En su aula hay un archivo ordenado por temas con documentos para completar sus clases, que son más ruidosas y movidas; un aparente caos comparadas con las tradicionales de niños sentados en fila atendiendo al profesor. Pero el nivel de conflicto suele ser menor, dice: "No causan problemas de disciplina al jefe de estudios". Y a los chicos parecen gustarles. "Mola más porque no tenemos que estar callados", "trabajamos en grupo, así, lo que no se le ocurre a uno, se le ocurre a otro", "nos hace pensar", "no hay exámenes, lo que cuenta es el trabajo diario", "casi nunca pone tareas, sólo algunas veces, que nos pide que leamos y resumamos un texto", apuntan.

Ninguna de las dos alumnas de 2º de ESO que han dado con la tecla en el problema del petróleo puede calificarse de brillante. A una de ellas, doble repetidora, le quedaron siete en la segunda evaluación, pero aprobó ciencias naturales. Con la otra negoció: la ponía un cinco si apretaba en la tercera. Ella está cumpliendo.

Si los resultados académicos son, como mínimo, iguales a los de una enseñanza tradicional. Si los chavales son parte activa del proceso, se implican más y retienen mejor los contenidos. Si los niveles de conflicto dentro del aula son más bajos, si los padres se dan cuenta de que el profesor está realizando un esfuerzo extra por sus hijos, y lo valoran, la pregunta obvia es por qué no hay más docentes ejercitando la renovación pedagógica.

Porque quienes llegan nuevos a un centro "se sienten más seguros siguiendo el modelo tradicional que arriesgándose a ser innovadores"; no todos los licenciados que dan clase en un instituto son capaces de transmitir sus conocimientos adecuadamente; el ambiente en los claustros se está volviendo "más conservador; preocupa imponer disciplina y autoridad". Estas reflexiones surgen en torno a una mesa de comedor en una casa de Campello, a pocos kilómetros de Alicante. En ella se reúnen, cada 15 días, los 10 u 11 miembros de La Illeta, el grupo de didáctica de las ciencias, integrado en la Red IRES, al que pertenece Fernando Ballenilla.

Todos enseñan diferente en sus respectivos centros y reconocen que estos encuentros son una especie de terapia quincenal. "Nos sentimos menos aislados; es complicado mantener una línea a contracorriente". De vez en cuando escuchan algún comentario jocoso de un compañero. Sin dar nombres, una docente relata cómo hace unos años terminó cuestionada y teniendo que explicar ante su consejo escolar su forma de enseñar, y cómo su método pedagógico no era perjudicial, todo lo contrario, para sus alumnos. Sin embargo, lo normal es que los dejen trabajar, solos, pero en paz.

Francisco Caballero, profesor de matemáticas, afirma que cuando entra en la cafetería de su instituto de Toledo, suele haber dos compañeros que lo señalan con un codazo. Es otro raro sin pelos en la lengua que defiende que instruir no es lo mismo que enseñar y denuncia "la falta de implicación del profesorado". Se conecta con los padres a través del messenger, se jacta de estar "cerca de sus alumnos". Y cree que dar matemáticas de la manera tradicional "aburre a las ovejas": él las enseña aprovechando un terremoto o cualquier otro tema de actualidad.