viernes, julio 20, 2007

Harry Potter y el poder oscuro

En la última entrega cinematográfica de la serie Harry Potter, el protagonista, que ya frisa la edad adulta, toma una decisión arriesgada: la de conspirar contra el poder tiránico de la repelente señora Dolores Umbridge que, siguiendo procedimientos legalmente irreprochables, se está apropiando de la escuela. Harry y los suyos, entre los que se encuentra el clarividente director de la escuela Dumbledore -cada vez más marginado-, son conscientes de formar una grupúsculo ínfimo y aislado con pocas posibilidades de éxito, pero, aunque dudan y se desaniman, persisten en su empeño y finalmente consiguen salir airosos.

Hasta aquí nada que objetar a la película y al libro que la inspira (Harry Potter y la Orden del Fénix), porque tiene la virtud de situar a nuestro jóvenes frente a las abusos del poder, invitándoles a tomar partido y a arriesgarse en la defensa de la dignidad y la libertad frente a la opresión. El argumento además tiene resabios muy posmodernos y actuales, porque nos sitúa frente a un “Ministerio de la Magia” incompetente, incapaz de evitar los ataques de los dementores, sicarios de Voldemort, cuya existencia se empeña en negar para que no se cuestione su labor. Los paralelismos con nuestro mundo real, como señala Andrés Ibañez en un artículo del sábado pasado, son fáciles de establecer (Ministerio del Magia= Downing Street).


Sin embargo, y a pesar de estas sutilezas, creo que la película falla estrepitosamente si pretendía enseñar a nuestros jóvenes a descubrir el lado oscuro del poder, porque las máscaras con que lo representa forman ya parte irremisible del pasado. Actualmente los malos ya no utilizan las imposiciones y los castigos para conseguir sus propósitos. Ahora ya no hay señoras Umbridge que te obliguen a copiar una frase sin cesar para evitar que la contradigas, ni quedan profesores que no usen “magia” (encantamientos didácticos”) en sus clases, ni que te atormenten con más teoría que actividades. No, ahora los malos prefieren utilizar otras máscaras y estrategias, porque mandar provocando miedo o reprimiendo tiene muy mala prensa y, a la que te descuidas, te montan una manifestación o la correspondiente “Orden del Fénix”.

Ahora el poder oscuro es mucho más sibilino. Prefiere disfrazarse de simpatía y amabilidad, e ir desarmando lentamente a sus futuras víctimas, a base de halagos y de permisividad paternal. Sólo los malos tontos o los buenos ingenuos desgastan sus energías utilizando métodos antipáticos. El poder, en cambio, da a entender que la vida es fácil, prometiendo la realización de los deseos con consignas atractivas. El discurso puede variar, pero abunda en lugares comunes del estilo de: La vida es corta y hay que vivirla plenamente. Para hacerlo, debes “conectar con tu fuerza interior, con tu instinto y confiar en ti mismo (en lo que el poder te dice acerca de ti mismo). Deja que aflore la magia. Déjate llevar, deja que el juego continúe (http://letthegamecontinue.com/) Pensar “demasiado” es patológico.

El poder oscuro atrapa porque sabe suscitar deseos, pero también satisfacerlos, convirtiendo a sus víctimas en seres dependientes, que le necesitan para aliviar sus vidas reducidas a mera adicción.

De este poder, ni la película, ni la novela hablan y es una pena, porque ambas tienen su encanto. ¿Serán otro producto ingenioso y sutil del poder oscuro?. Yo me aplicaría con más ahínco si cabe a labor de explicar a nuestros jóvenes que la vida no es -ni puede ser- siempre divertida y que las metas valiosas se alcanzan generalmente sin trucos y con esfuerzo. Y espero que este mensaje no me convierta en una odiosa Dolores Umbridge.

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