Es difícil decir tantas cosas importantes de manera tan sencilla y directa. Es la elocuencia y sabiduría del sufrimiento dignamente asumido. ¿Queremos escuchar?.
Una lesión medular provocada por un accidente le cambió la vida. Pero un año después dirige el Circuit de Motocròs de Catalunya en Bellpuig y ya piensa en volver al Dakar.
- Foto: ELISENDA PONS
GASPAR HERNÁNDEZ
--¿Qué ha aprendido del accidente?--Que vivimos sin vivir. La vida son cuatro días y dos ya han pasado. Hay gente que vive solo para trabajar.
--Usted vivía sólo para entrenar.
--Era lo que más me gustaba. Luchaba cada día para llegar a lo más alto.
--¿Qué entiende por llegar a lo más alto?
--Ser lo que te gusta, disfrutarlo, y estar orgulloso del trabajo realizado.
--Quizá llegar a lo más alto sea compartir un buen momento con su hija de 4 años.
--Eso es otra cosa. Disfrutar de momentos con tu hija forma parte de cómo repartes tu tiempo. Hay un tiempo para el trabajo y otro para la familia. Es diferente.
--Decía usted que vivimos sin vivir.
--A menudo nos olvidamos de vivir. Le preguntas a un amigo cómo está, y lo primero que hace es soplar y decirte que tiene mucho trabajo, que no da abasto. Le propones ir a pescar y te dice que más adelante, que ahora no tiene tiempo. Y no se da cuenta de que quizá más adelante ya no pueda. Pensamos: "Esto a mí no me va a pasar". Hasta que te pasa.
--¿Y qué pasa después?
--Que la corriente ya no se te lleva. La mayoría de la gente vive arrastrada por la corriente de un río: casa, coche, hipoteca y los fines de semana a esquiar. Y sacrifican mucho tiempo para pagarlo. Tras un accidente, te das cuenta de que no somos nada.
--¿A qué dedica un día?
--A la recuperación. Ya he acabado la rehabilitación en centros especializados como el Vall d'Hebron o el Institut Guttmann, pero no he terminado, porque quiero que mi calidad de vida sea estable o cada vez mejor. No quiero dejarme. Quiero estar en forma por si algún día las investigaciones encuentran una solución a mi paraplegia.
--A veces supongo que debe de pensar, inconscientemente, que no tiene ningún problema.
--Exacto. Estoy sentado y mi cuerpo funciona bien. La sangre circula correctamente. No he perdido las piernas. Las tengo aquí, pero no se despiertan. Le digo a la pierna: "Levántate". Pero no se levanta. Por la noche a veces sueño con las piernas.
--¿De qué se siente orgulloso?
--De que ya puedo hacer muchas cosas solo. Quien está a tu lado siempre te quiere ayudar. Me gusta, lo agradezco y nunca digo que no. Pero el día que no tenga a nadie que me ayude, lo quiero poder hacer solo. Llevar mi coche, ir a una reunión, regresar. Y competir. Antes en motos, ahora en coches. Tengo una paraplegia, pero eso no es un obstáculo para volver a la competición.
--Debe de haber días muy malos...
--Sí. No soy un hombre de hielo. Pero cuando algo no sale, no me quedo parado. Cojo otro camino.
--¿Cuánto tiempo tarda en estar a punto para salir de casa?
--Antes del accidente, 20 minutos. Tras el accidente, dos horas. Ahora he conseguido reducirlo a una hora.
--Le debe de animar saber que en Catalunya es un hombre querido.
--Me ha ayudado mucho. Cuando estaba en el hospital recibí mil cartas de gente a la que no conocía. Quedé impresionado, y muy agradecido.
--Quizá sea Català de l'Any.
--Lo agradezco mucho, pero no he hecho nada para serlo. He tenido un problema, y lucho para salir adelante, como tantos otros. Aunque es verdad que, cuando me dan un premio, siento que se lo dan a un colectivo, y que yo represento a ese colectivo.
--¿Qué tal la relación con su hija después del accidente?
--Muy bien. Cuando me lesioné ella tenía 3 años. La voy a buscar al colegio, me coge la silla de ruedas por detrás y me lleva. O sube encima de mis piernas y jugamos.
--¿Cuando la llevará a África?
--Con 7 u 8 años. A mí, África me ha enseñado muchas cosas. Desde que fui a África, soy mejor persona.
--¿Qué le gustaría que aprendiese Andrea de África?
--Que los niños son más felices que los de aquí, y en cambio no tienen nada. A un niño de África le das un caramelo y después le dices que te lo devuelva, y te lo devuelve. Pruébalo aquí, y verás. Es todo lo contrario.
--Aquí hay demasiados caramelos.
--No valoramos nada, porque lo tenemos todo. Y allí, sin nada, son la mar de felices. Si te encuentras con una jaima en medio del desierto, la familia entera sale para que tú entres y te quedes. Quieren que estés bien y te puedes pasar dos horas tomando el té con ellos. Aquí nadie tiene tiempo de nada. Antes, en mi pueblo, la gente iba al bar a charlar. Ahora mucha gente se queda en casa por la noche para conectarse a internet y hablar por el Messenger.
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