martes, enero 13, 2009

Patologías de la masculinidad: la adicción al trabajo

El domingo pasado el doctor Valentín Valls nos ofreció una descripción magnífica de las causas y efectos de una patología endémica genuinamente masculina: la adicción al trabajo. Probalemente sea una de las estrategias escapistas más ensayadas por los hombres cuando les resulta difícil asumir serenamente su propia identidad.

ENTREVISTA: VALENTÍN VALLS Cardiólogo del hospital Clínico de Barcelona

"No deje que el infarto sea su maestro"

BORJA VILASECA, EL PAÍS 11/01/2009

Las consultas médicas reciben cada año más visitas de los llamados "adictos al trabajo". Lo cierto es que al tomarse tan en serio su actividad laboral, terminan por creer que su profesión es el principio y el final de sus vidas. A pesar de que suelen convertirse en altos directivos, "este estilo de vida inconsciente acaba pasándoles factura", afirma Valentín Valls (Sant Feliu de Guíxols, 1944), médico adjunto y consultor de cardiología del hospital Clínico de Barcelona.

Pregunta. ¿Cuál es el perfil de los directivos que acaban siendo sus pacientes?

Respuesta. Suelen ser varones de unos 45 años cuya vida profesional está marcada por la hiperactividad, el estrés y la ansiedad. Si bien es cierto que ocupan puestos de mucha exigencia y responsabilidad, no saben, o no les interesa, llevar una vida más sana y equilibrada, una negligencia que les llena de hábitos nocivos para su salud.

P. ¿Como por ejemplo?

R. Trabajan más de 10 horas al día -cuando lo recomendable es un máximo de ocho-, lo que atenta contra su salud a medio plazo. Además, se pasan muchas horas sentados delante de un ordenador, hablando por teléfono o asistiendo a reuniones, generándoles con el tiempo serios problemas de columna. Entre otros vicios, suelen fumar, beber y alimentarse rápido y mal.

P. De ahí que la barriga sea un rasgo bastante común...

R. Sí, pero también porque en general no suelen hacer ningún tipo de ejercicio físico -cuando lo sano es practicar deporte al menos tres veces por semana-, con lo que van acumulando grasa en la zona del abdomen, la mal llamada "curva de la felicidad". Este michelín no sólo es una consecuencia clara de insatisfacción, sino que sube la tensión y el colesterol.

P. ¿Alguna característica nociva más?

R. Sí. Malvivir de esta forma suele desgastarles rápidamente su energía vital, esclavizándoles a la hiperreactividad emocional y, en consecuencia, al mal humor crónico. Y al no buscar momentos para descansar, desconectar y relajarse, nunca consiguen recuperar la fuerza necesaria para seguir en la brecha. De ahí que suelan consumir diferentes ansiolíticos y antidepresivos, que, de paso, también les ayudan a combatir las noches de insomnio. Al ser incapaces de conciliar, muchos de ellos están separados y apenas dedican tiempo a estar con sus hijos.

P. ¿Y qué consecuencias tienen todos estos hábitos?

R. Por un lado, afectan al corazón en forma de anginas de pecho, arritmias e infartos. Se dan casos de profesionales que han muerto en su propio despacho. También pueden dañar al cerebro, desarrollando trombosis o hemorragias cerebrales, que suele paralizar medio cuerpo de por vida.

P. ¿Y por qué no cambian este estilo de vida?

R. Por vivir inconscientemente, lo que les convierte en autómatas que trabajan de forma mecánica, sin tener en cuenta las consecuencias que tienen sus acciones sobre su salud. Con el tiempo van encerrándose en un círculo vicioso, que casi les obliga a engañarse a sí mismos para evitar enfrentarse al vacío, la angustia y la tristeza que sienten cuando se encuentran cara a cara con su desequilibrio interno, sobre todo cuando están solos sin hacer nada.

P. ¿Algún consejo más?

R. Tan sólo les diría que no dejen que el infarto se convierta en su maestro. Lo digo porque la gran mayoría de estos profesionales no cambian de actitud ni de conducta hasta que toman conciencia de las consecuencias de no hacerlo a través de la enfermedad. Pero llegar hasta este punto puede ser irreversible. De ahí que sea muy recomendable reflexionar acerca de la sostenibilidad que tienen tus acciones, preguntándose de tanto en tanto: "¿De qué sirve ganar el mundo si pierdes tu alma?". Es decir, qué importa lograr el éxito profesional si no te sientes feliz, en paz y con capacidad de servir y de amar a los demás. -

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Eso de trabajar mucho, por tanto, es (cómo no) culpa de los hombres.

Constantemente, nos recuerdan lo mucho que trabajan las mujeres (esa 'doble jornada', esas terribles exigencias a que son sometidas por ser mujeres...). Y si las mujeres trabajan en exceso, ¿de quién es la culpa? Pues, naturalmente, también de los hombres.

¡Qué maravilloso es dictar el pensamiento dominante y poder utilizar a diestro y siniestro argumentos no falsables!

Hipatia dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Hipatia dijo...

Enhorabuena por este Blog, me parece muy muy interesante.
Soy una chica de 33 años, profesora de secundaria, y llevo bastante tiempo pensando cosas de las que me ha encantado leer y aprender en tus posts, los cuáles seguiré leyendo.
Yo también pienso que se está "machacando" demasiado al hombre y "victimizando" a la mujer, como dices.
Creo que es en parte fruto del funcionamiento de esta sociedad que a través de sus medios de comunicación de masas pretende sensacionalizar todo, dando una visión simplista de cualquier hecho, mostrándonos "buenos" contra "malos" (indios/vaqueros, estadounidenses/rusos, izquierdas/derechas,... y ahora hombres/mujeres), cuando realmente el problema es más complejo y tod@s somos opresores y oprimidos.
Una de las cosas sobre las que más pienso últimamente es que incluso desde las Administraciones y las Organizaciones sociales se defiende que en los casos de violencia de género al agresor no hay que verlo como un enfermo, sino como, cito literal: un individuo totalmente consciente de sus actos, de su agresividad y crueldad, una persona malvada e inhumana.
No soy una experta en el tema, pero esto no me termina de convencer. Si creo en la Educación como medio de transformación, en que el ser humano "nace y se hace", en que la "agresividad" no es una actitud innata en el ser humano, y en que hasta la manera de respirar se aprende por socialización,... creo que habría que tener en cuenta bastantes más aspectos. Muchas veces, incluso reconozco haber caído en ello por falta de formación, cuando se trabaja Contra La Violencia de Género en los Centros Educativos, terminamos cayendo de nuevo en estereotipos que van poco más allá del clásico "A las mujeres no se les pega, se les dan besitos".
Me gustaría plantearte además un tema personal sobre esto. Si es posible mi e-mail es hipatia7575@gmail.com De nuevo enhorabuena y gracias por trabajar estos temas. Creo que es muy necesario. Un saludo.

Enrique Jimeno Fernández dijo...

Apreciada Hipatia,

Gracias por tus comentarios y perdona la tardanza en responder, pero frecuento mi propio blog con bastante discontinuidad. Efectivamente, creo que el discurso “hombres opresores / mujeres víctimas” se ha convertido en nuevo catecismo que tiene claros efectos negativos en la formación de los adolescentes. La insistencia en poner bajo sospecha la masculinidad desconcierta a los chicos y les dificulta asumir de modo constructivo sus propias particularidades. Y a las chicas, el predisponerlas a asumir la posición de víctimas recelosas tampoco no les ayuda nada a elaborar saludablemente sus experiencias y conflictos. Pero lo peor de todo, es que estos planteamientos tan sesgados lo que suelen provocar es la desconexión de los adolescentes, porque que les resulta muy difícil identificarse con unos análisis y consignas que están muy lejos de los lógicos juegos de pavoneo y seducción a los que les arrastra su explosión hormonal. Se malogra así un trabajo –enseñarles a construir relaciones saludables entre hombres y mujeres- que urge realizar con los adolescentes, pero evidentemente no desde una retórica abstracta y polarizada, sino desde el equilibrio y la cercanía.

Gracias de nuevo. Estoy a tu disposición,

Enrique.

Enrique Jimeno Fernández dijo...

Querido anónimo, como ya habrás comprobado en el blog, no estoy yo por la causa de demonizar a los hombres (ni tampoco a las mujeres), lo que no me impide ser crítico con algunas derivas frecuentes de la masculinidad. La feminidad también tiene otras derivas criticables.