Como declaran todos cuántos se han adentrado en el estudio a fondo de este problema, la opacidad de los datos y el alud de tópicos, prejuicios y consignas nos impiden hacer análisis fiables y provechosos. En mi opinión, habría que investigar más el componente de dependencia emocional que asoma en casi todas estas tragedias.
Ahora, que las medidas de denuncia, sanción y represión nos están mostrando sus límites, convendría plantearse también otro tipo de acciones, como las de promover campañas centradas específicamente en los hombres y que tuvieran como objetivo proporcionales pautas y referencias que les ayuden a abordar su intimidad torturada. Urge hacer una nueva pedagogía de la masculinidad y, a ser posible, con tono esperanzado, huyendo de la tentación misándrica. Urge empezar a abordar esta cuestión también en las escuelas y preparar a los chicos para edificar bien su futura identidad de hombres adultos.
En un momento, en el que los vínculos personales y comunitarios son cada más frágiles, en el que el trabajo ofrece poca seguridad y sentido identitario, y en el que la condición masculina pierde privilegios y protagonismo en favor de la mujer, muchos hombres desubicados y desconcertados se aferran a su pareja como último punto de amarre. No olvidemos que, durante buena parte de la historia, los hombres se apoyaron en la mediación emocional de las mujeres y si nos se les ayuda a desarrollar mayores niveles de autonomías emocional, creo que el problema no se resolverá. Y deberíamos empezar a tratar
Reproduzco una entrevista sobre a Mercedes Fernández-Martorell, autora de Diagnosis del maltrato en pareja en La Contra de La Vanguardia. Salvo alguna aseveración matizable, me identifico con la mayoría de sus afirmaciones.
LLUÍS AMIGUET - 22/02/2008
En el 2001, la comisión mixta del Senado me pidió que informara sobre el maltrato a mujeres. Aporté a una sesión los resultados de mis investigaciones y una pregunta: ¿por qué los hombres maltratan y a veces matan a las mujeres que aman?
¿. ..?
En el 2006, para contestar a esa pregunta, propuse un proyecto de I+ D: Diagnóstico del maltrato y asesinato de mujeres por su pareja o ex pareja. Conseguimos financiación pública para el proyecto: 70.000 euros.
¿Qué descubrieron?
De entrada, nada. Llegué a pensar que tendría que devolver el dinero, porque el trabajo de campo se hizo muy difícil.
¿Por qué?
Los abogados no me dejaban acceder a los maltratadores, sobre todo a los de extracción social alta, que cuidan mucho su imagen, así que me dirigí a la policía, las casas de acogida de víctimas, los juzgados de la Mujer, el Institut de la Dona, pero en vano. No conseguía hablar con maltratadores.
¿Cómo consiguió hablar con ellos?
Fui a sus juicios y les abordé directamente: he presenciado 412 de estos juicios durante estos dos años. Sólo he trabajado con varones españoles contra los que la víctima mantuviera los cargos durante todo el juicio.
¿Son muchos?
La cifra oficial es que el 10 por ciento de las mujeres no mantiene los cargos, pero yo he constatado que es el 30 por ciento.
¿Cómo son los maltratadores?
Hay de todo: ricos y pobres, tontos y listos, feos y guapos... No se caracterizan por lo que son, sino por cómo actúan.
¿Qué detectó en su conducta?
Casi todos aceptaban hablar conmigo y las charlas duraban tres o cuatro horas.
Bien.
Es lógico. Al fin y al cabo, tienen ganas de expresarse... Como todas las víctimas.
¿Víctimas? ¿No eran agresores?
Los maltratadores son víctimas de los valores que han interiorizado y de sí mismos.
¿No es indulgente con el violento?
Es violento y es víctima. No nacemos sabiendo que somos mujer u hombre. La colectividad nos dice al nacer qué somos y cómo debemos comportarnos en consecuencia.
Para empezar, somos niño o niña.
Tíos que controlen ya quedan pocos.
A las mujeres se nos enseña que debemos transmitir esas reglas en los términos en que los hombres han acordado entre sí. Y, así, sobre estos principios de los varones se han articulado nuestras relaciones sociales.
Como había sido siempre.
Pero en las últimas décadas la rigidez de este esquema se ha modificado profundamente. Las mujeres tomamos decisiones sobre asuntos que antes sólo estaban en manos de los varones. Esta situación provoca un cambio de sentido en el rol viril al que algunos no saben o no pueden adaptarse.
¿Y eso los convierte en víctimas?
En cierto modo: antes de llegar a maltratar a su pareja, el maltratador padece baja autoestima en su cualidad de hombre.
Pero no todos atacan a su pareja.
Los inadaptados, sí. Por eso, en mis conclusiones pido que se someta a terapia obligatoria y a reeducación a todos los agresores.
Los valores han cambiado, pero el maltrato de pareja no es ninguna novedad.
El maltrato machista no es una novedad, pero sí la masificación del maltrato y los asesinatos que padecemos hoy. Todos los maltratadores aman a sus víctimas, y muchos, de hecho, la aman demasiado, en el sentido de que tienen una dependencia patológica de sus parejas que resuelven con violencia.
La atacan - juran- porque la quieren.
He encontrado otras dos coincidencias en los argumentos de los maltratadores: todos aseguran haber recibido apoyo de los demás varones, una especie de complicidad.
Supongo que no siempre cierta.
Otra coincidencia es que todos siguen enamorados, pero hablan de su amor víctima como de "una mujer que se ha vuelto loca". Lo que tratan de decir al considerarla trastornada es que toda la conducta de su víctima y su posición entera ante la vida es incorrecta. La perciben irracional.
Y ellos querían "racionalizarla".
Son personas incapaces de ejercer la autocrítica, inmaduras, con un crecimiento personal insuficiente y por eso su identidad de hombre se derrumba ante los cambios inevitables promovidos por las mujeres.
¿No le da miedo que le ataque a usted un maltratador en una de sus charlas?
No. Estos hombres se sienten víctimas sólo de sus parejas, no de cualquier mujer. Como investigadora, me convierto en su interlocutora, paradójicamente, una mujer. Y se relajan y hablan conmigo.
¿No tendrá usted síndrome de Estocolmo de esos agresores procesados?
Lo que intento, a partir de mi trabajo, es poner cordura en su sinrazón: el maltratador necesita terapia obligatoria y después lo que dicte la ley.