lunes, abril 30, 2007

Nuevo juzgado de violencia de género en Barcelona

Hoy se crea un nuevo juzgado de violencia de género en Barcelona. El número de mujeres asesinadas el año pasado aplicando la nueva Ley Integral de violencia de género no ha disminuido, pero el trabajo se acumula: cada vez hay más hombres inocentes, falsamente denunciados para conseguir una posición ventajista en los procesos de divorcio. Según oigo en ComRadio, en el 2006 fueron detenidos 50.000 hombres en España, de los que sólo unos 20.000 llegaron a juicio. Es decir, 30.000 hombres tuvieron que experimentar la vejación de ser inicuamente detenidos y acusados de actos terribles por parte de alguien, que hasta hacía poco era su ser más querido. ¿Por qué esos hombres son invisibles? ¿Por qué no son considerados víctimas por nadie? ¿Por qué no se penalizan las falsas denuncias? ¿Por qué se tolera su impuniddad? ¿Por qué no se indemniza a los que las padecen?

Desde posiciones gubernamentales, se insiste en que la ley es muy buena, en que hay que multiplicar los medios e intensificar su aplicación. Se trata de ese extraño proceder que consiste en reforzar las estrategias que más fallan y más daños causan. En cuanto al desgradable asunto de las denuncias falsas, se da a entender que son un peaje inevitable, un mal necesario para hacer frente a la violencia de los hombres.

martes, abril 24, 2007

Sobre el perdón

En el Magazine de La Vanguardia (22 de abril de 2007) me encuentro con un texto magnífico sobre el perdón ("La felicidad que nace del perdón") de Isabel L. Larraburu, que no me resisto a reproducir parcialmente...

Los psicólogos Freedman y Enright trabajaron con el perdón en víctimas de incesto, descubriendo que, a pesar de la naturaleza terrible de los actos que soportaron, los que lograron perdonar a sus abusadores experimentaron menores niveles de ansiedad y depresión y más sentimientos de esperanza. El perdón permite que la experiencia vivida adquiera un nuevo significado para las personas implicadas. Algunas veces, el daño, una vez perdonado, puede servir para contribuir al crecimiento de una relación.

El perdón no tiene por qué hacer desaparecer inmediatamente el dolor asociado a la ofensa. Se cree comúnmente que las personas a las que aún les duele la ofensa no han perdonado de verdad. Esto no es cierto. Una cosa es el dolor y otra son los sentimientos de rencor y venganza.

Algunas personas no perdonan porque sienten que sería un acto de debilidad. Es importante considerar que algunas de las cualidades necesarias para perdonar son la humildad, la empatia, la valentía, la integridad, la sinceridad, la honestidad, la espiritualidad, el sentido comunitario, el amor, la bondad, la gratitud y otras virtudes igual de importantes. Todas ellas, atributos de las personas fuertes, no de las débiles.

Cuando el Dalai Lama recibió el premio Nobel de la Paz en 1989, el presidente del comité, Egil Aarvik, admitió a los periodistas que la no violencia no había logrado la independencia del Tíbet en las pasadas tres décadas. Creía, no obstante, que no existía otra solución honorable: "Sin duda, se puede decir que el enfoque de la no violencia es poco realista, pero si miran al mundo de ahora, ¿cuál sería la solución al conflicto? ¿La violencia y el poder militar? No. El camino de la paz sí es realista. Por eso el Dalai Lama fue elegido. Porque es el mejor portavoz de esta filosofía basada en la paz".

En el centro de esta filosofía de la paz del Dalai Lama radica su habilidad para cultivar el perdón. Su explicación es la siguiente: "Si desarrollo sentimientos negativos hacia aquellos que me hacen sufrir, esto sólo destruirá mi paz mental. Pero si perdono, mi mente vuelve a estar en calma". Además, deja claro que el perdón no implica olvidar lo que ha pasado: "Para reducir el odio y otras emociones destructivas, hay que desarrollar sus opuestos: la compasión y la bondad. Si de verdad se siente gran respeto y compasión por los demás, el perdón es mucho más fácil de alcanzar. Librarse del odio y de la ira puede ser difícil porque son estados emocionales que no siempre son voluntarios. Pero existen dos estrategias que pueden ayudarnos. Entender aquello que no incluye el perdón: el acto de perdonar no implica aceptar que la conducta se repita y el perdón no debería depender de que el otro pida disculpas. Conviene olvidar la idea de que no se perdona hasta que el otro pida perdón".
Al ser la investigación sobre los efectos del perdón una disciplina relativamente nueva en ciencia, no existen aún modelos rigurosamente contrastados. No obstante, han surgido algunos conceptos que los psicólogos han detectado como elementos que están presentes en el proceso de perdonar.

Se ha observado que se suceden tres etapas cuando se decide perdonar (Gordon & Baucom, 1999): una percepción de la ofensa y del ofensor más empática y ecuánime; una reducción de los sentimientos negativos hacia el agraviante a medida que aumenta la empatia, y una tendencia del ofendido a desistir de su derecho a castigar al culpable.

Aun así, se da el caso muy frecuente de que el culpable se niega a ofrecer sus disculpas o a mostrarse responsable del daño. Es importante en estos casos ser muy consciente de que el verdadero acto de perdonar se produce con independencia de que el culpable se excuse.
Para la filosofía budista, cuando una persona ha sido víctima de un daño, tiene que saber que perdonar le permite aligerar su carga de dolor. Y que esto no significa necesariamente exonerar al culpable. La carga pertenece a aquél que causó el dolor, no a la víctima. Si ésta la acarrea durante demasiado tiempo, la carga pasa a ser de la propia víctima y se victimiza a sí misma.

Perdón, reconciliación y justicia

Reconciliación, perdón y justicia son conceptos absolutamente independientes. El perdón no es un regalo para el culpable, sino algo que se elabora en el interior de uno mismo. El otro no tiene por qué saberlo. Decírselo o no al culpable es un acto voluntario, pero no es necesario para sanar el dolor del daño que otra persona ha hecho.

Ni significa reconciliación. Tampoco implica permitir que una acción que nos ha hecho daño siga ocurriendo. No hay que creer que la persona culpable merece saber que se le ha perdonado. Muchas veces no merece la reconciliación. A veces el daño es tan grande que no se puede confiar más en esa persona. Aunque no sea posible la reconciliación, el perdón sí lo es.


Perdonar es una decisión. La de dejar ir el dolor.No significa permitir que la persona siga haciendo daño. Para que ocurra una reconciliación es necesario que el agraviante pida perdón y que se proponga no volver a hacer daño otra vez. El perdón, en cambio, no necesita al culpable en absoluto.


Se puede perdonar a los que ya no viven, pero no reconciliarse con ellos. Se puede perdonar a quien nos hizo daño y abusó de nosotros, pero sin dejarlo entrar en nuestra vida para que vuelva a hacerlo.


El perdón es una liberación de la carga de dolor que llevamos dentro. Apaga la necesidad de venganza; ésta impide la sa-nación. Si ejecutamos una venganza, estaremos necesitando perdonarnos a nosotros mismos o pedir perdón al otro.


Para perdonar hay que desistir del deseo de venganza, pero no renunciar al derecho a la justicia, que implica que el culpable pague una pena justa por lo que ha hecho. Tiene la obligación moral y, a veces, legal de corregir el daño que ha hecho. La justicia debería ser recta, la venganza nunca es justa.


PSICOLOGÍA PERDONAR
El proceso de hacer las paces

BUSCAR EL PERDÓN DE OTROS
• Encararse a menudo con las propias acciones y motivos.
• Preguntarse: "¿He sido yo?". Ser el primero en confesar y pedir disculpas, y si hace falta, reconciliarse y restaurar la relación.
• Abrirse y compartir sentimientos con otros miembros de la familia o personas significativas.
• Evitar pedir excusas sin realmente aceptar la responsabilidad (decir, por ejemplo: "Lo siento, pero tú no tendrías que haber dicho...").
• Buscar soluciones en lugar de culpar.

PERDONAR A LOS DEMÁS
• Vivir internamente el propio perdón. Todos hemos tenido experiencias en que otros nos han perdonado. Unas veces tenemos que perdonar y otras pedir perdón. Nadie está libre de equivocarse o hacer daño sin querer.
• Recordar que todas las personas tienen un valor personal; ser consciente de que, perdonando al otro, se le está ayudando a entender el sentido del perdón y se le está liberando.
• Tratar de superar la rabia con todas las fuerzas: sentimientos o racionalidad (por ejemplo, utilizando meditación, psicoterapia, oración o apoyo afectivo).
• Desarrollar empatia o comprensión emocional por la situación del agraviante (por ejemplo, ¿tiene padres o hijos?, ¿cuáles eran las circunstancias que vivía cuando hizo el daño?).
• Evitar revivir y contar de nuevo e innecesariamente lo ocurrido; detenerse en ello sólo refuerza los sentimientos de rencor y dolor y consolida el daño en la memoria.
• Tener en cuenta que perdonar raramente implica pérdida de la memoria del hecho, sino más bien permite liberarse de la preocupación por la ofensa; no permitir que la ofensa se apodere de los pensamientos, las emociones y las conductas.


El perdón no es un regalo al culpable, sino algo que se elabora en el interior de uno. Ni significa reconciliación. Perdonar es una decisión, al margen del perdonado, de dejar ir el dolor

lunes, abril 23, 2007

La escuela, espacio protegido.

En la penúltima entrada, proponía que padres y profesores deberíamos a volver a “leer la cartilla”a nuestros hijos y alumnos, que parecen haberse acostumbrado a la sobreprotección y al permisivismo. Pero yo mismo me pregunto si estamos en condiciones de conseguir algo en un entorno tan desfavorable a semejante empeño.

Nuestro modo de vida actual parece dominado por una inercia ingobernable que nos arrastra a todos y cada uno a convertirnos en “voraces unidades de consumo” (la definición de “individuo” más acorde con este momento histórico), desde el primer gemido hasta el último suspiro. Una inercia que se alimenta de la sobreestimulación permanente de nuestros deseos, especialmente de los más irracionales y primarios, porque son los que más dependencia crean y los que mejor nos fidelizan como consumidores. El bienestar acaba asociándose al nivel de inmediatez con que se satisfacen esos deseos y sus reformulaciones posteriores, inevitables porque los bienes consumidos son por la lógica del sistema cada vez más volátiles y perecederos y nunca llegan a saciar, de modo que el individuo no se estabiliza jamás. De hecho, el individuo actual se construye a través del ciclo estimulación-consumo (modas, experiencias, relaciones virtuales, etc) y sus identidades simultáneas o sucesivas son tan poco consistentes como los propios bienes de consumo, que se tiran y reemplazan tras su uso efímero. El individuo es “por y para el consumo” y se conforma en función de los dictados que el mercado impone. Se trata de la llamada sociedad de la “modernidad líquida” que, según Bauman, nos invita constantemente a evadirnos de nosotros mismos cuando las cosas se complican, a renovarnos, anular el pasado, volver a nacer, adquirir un yo diferente, reencarnarse en una persona totalmente nueva (véase El reptes de l’educació en la modernitat líquida, Arcadia, 2007)

Evidentemente este modo de vida se aviene mal con toda forma de limitación o resistencia, aunque sea en aras de preservar bienes superiores, de cultivar la excelencia o de favorecer la virtud. La inercia del sistema tiende a allanarlo todo y convertirlo en equivalente y legítimo, dejando el potencial indiferenciado de la experiencia humana disponible para ser vendido, consumido y olvidado.

¿Qué hace una familia o una escuela predicando la austeridad, el esfuerzo y la excelencia en semejante entorno? ¿Qué posibilidades tienen? ¿Para qué realizar sacrificios y esfuerzos agotadores en el proyecto de construir un yo sólido y consistente cuando la identidad se monta y desmonta fácilmente y siempre a partir de cero?, se pregunta Barman.

Nuestros chicos y chicas viven en la escuela esa apoteosis del instante que choca con la antigua cultura del esfuerzo. Los centros educativos se rinden a la inmediatez de Internet y del imperio sonorovisual, mientras la palabra languidece penosamente ante su impulso arrollador. Las actividades fáciles y “motivadoras” y el “fast food” intelectual han desplazado los aprendizajes arduos, que sólo ofrecían su valioso fruto tras mucho estudio, disciplina y aplazamiento de recompensas.

Pero cuando esos chicos y chicas llegan a sus casas, se desenvuelven en un entorno ruidoso, saturado de estímulos primarios y de “emociones-choque” –así las llama M. Lacroix- fugaces, dopantes y especialmente nocivas porque embotan la sensibilidad y la incapacitan para admirar la excelencia o gozar de las “emociones contemplación” (el deleite ante un paisaje o una música, el goce derivado de una lectura, etc). Cristòfol-A Trepat lo explica muy bien...

¿Educar sin instruir?
( http://www.fespinal.com/espinal/llib/es146.pdf )


Se va gestando así una actitud de indiferencia hacia el saber, el trabajo y la vida que como ya había observado George Simmel y recuerda Bauman, tiende a experimentarlo todo como insípido e insustancial, a no sentirse ligado a nadie, a sumirse en un estado melancólico que nada puede saciar, porque carece criterios que le permitan “apartar el grano de la paja, el mensaje del ruido de fondo”. (p. 25).

Así están las cosas y para superar esta situación de bloqueo, Bauman, utilizando una ingeniosa metáfora, propone no seguir usando “proyectiles balísticos”, como antes, y sustituirlos por “misiles inteligentes”…

Desde el momento en que salen disparados, la trayectoria y la distancia que han de recorrer los proyectiles balísticos ya ha sido decidida por la forma y la posición del cañón y la cantidad de carga explosiva… Los filósofos de la educación, en la era de la modernidad sólida, creían que la tarea de los maestros era lanzar “proyectiles balísticos”, y los enseñaban a procurar que sus productos siguieran estrictamente la trayectoria prevista determinada por el impulso inicial. La obligación del alumno era ponerse a tiro y, en cualquier caso, las armas las tenía el educador.

Pero ahora, en la modernidad líquida, convendría que nos centráramos en los misiles inteligentes, que aprenden sobre la marcha, renunciando a las decisiones previas sin dilaciones, ni nostalgias, porque la información que asimilan caduca rápidamente. Lo que los cerebros de los proyectiles inteligentes no han de olvidar nunca es que los conocimientos que adquieren, por encima de todo, se pueden lanzar después de hacerlos servir…, que el éxito depende de saber ver en qué momento dejan de servir y se han de lanzar.

Según Bauman, en un mundo que tiene pocos visos de cambiar el rumbo errático que imponen la creación de mercados, la única opción que existe de escapar a sus estrategias de dominación, es no siendo cómplices de su “incertidumbre prefabricada” y de su tendencia a la “precarización” (término de Bourdieu que Bauman define como “las maquinaciones que dan como resultado que los individuos se vuelvan más inseguros y vulnerables, y, por tanto, todavía más previsibles y dominables sus reacciones”). Pero, para ello, hay que desarrollar no sólo habilidades que permitan participar en un juego creado por otros, sino también poderes que permitan influir en los propósitos del juego, sus reglas y los premios que se darán. Y eso supone estar en alerta permanente, en formación continua, porque hay que conocer al enemigo para vencerle. Eso supone luchar por reconquistar y reconstruir incesantemente el espacio público, siempre amenazado porque el consumidor es el enemigo del ciudadano, porque las libertades del ciudadano no son propiedades que se adquieren de una vez para siempre. …Lamentablemente -protesta Bauman- nos preocupa mucho estar al tanto del último avance técnico pero menos los cambios que se producen en la política y en las reglas del juego. Quien no tenga contacto con el presente -quien se deje dominar por la pasividad, la ignorancia y la incertidumbre- que no ansíe dominar el futuro, concluye Bauman.

Mi duda es si el desideratum de Bauman podrá realizarse yendo siempre a remolque de los acontecimientos, corriendo tras los alumnos -por seguir con su símil- convertidos en blancos móviles que nos obligan a perseguirles sin darles alcance, mientras afinamos el mecanismo de nuestros misiles inteligentes. Tiendo a pensar que Bauman es más eficaz diagnosticando que haciendo propuestas. Quizás deberíamos escapar a la seducción de una premisa que Bauman no cuestiona: el espejismo del cambio permanente que invalida cualquier asidero firme. Deberíamos tener el coraje de reconocer que sobre esa base es imposible llevar a cabo ningún proceso educativo valioso, porque el educador es por definición alguien capaz de ir por delante y que, a pesar de los envites del presente, sabe encontrar siempre puntos de anclaje.

Es evidente que el presente ofrece continuas novedades y exige interacción y creatividad permanentes, pero no a costa de considerar desechable todo el bagaje acumulado sobre la condición humana. Actualmente, por ejemplo, parece haberse redescubierto la importancia de establecer límites, pero esa era una lección antigua que habíamos menospreciado.

La solución no está en la huida hacia adelante, adaptándonos seguidistamente a la inercia de unos muchachos sin rumbo, sino en asumir la tarea educativa con toda su aspereza, sin alivios, ni edulcorantes. Sólo así podremos promover individuos sólidos que ofrezcan resistencia a la precarización y la incertidumbre crecientes. Al fin y al cabo, la escuela siempre ha sido un espacio artificioso que ha cifrado su eficacia en violentar sabiamente las inercias, en un ámbito de aprendizajes arduos conseguidos con mucho esfuerzo colectivo. ¿Por qué es imposible recuperar esta perspectiva?.

Alguien recientemente me ha señalado que mi propuesta equivalía a institucionalizar la esquizofrenia entre el mundo escolar y el mundo no escolar. Acepto la observación, pero creo que siempre la escuela ha cumplido su misión, ha entrado en contradicción con muchas prácticas sociales de su entorno. La escuela debe ser un espacio protegido, un paisaje de elevado valor mediomabiental, donde se busca la excelencia.


Comenta Salvador Cardús en su obra Bien educados , Paidós, 2006:

La educación, para ser eficaz, necesita una autoridad visible, maestros que guíen de manera ejemplar, padres que sepan decir «no» y marcar límites con seguridad. De ahí que tampoco es conveniente que la educación cívica se presente como si se tratase de un asunto de motivación y seducción. Se debe buscar la habituación en un determinado orden formal que sea cívico de por si y, a ser posible, que gradualmente provoque una reflexión critica sobre este comportamiento y la situación que pretende resolver. Sin embargo, creo que es una empresa titánica —amen de imposible— conseguir una buena educación cívica como resultado de una diversión, una estimulación, confundiendo la convivencia con el buen rollo.

Quizás suene demasiado fuerte decirlo así —sobre todo si se tiene en cuenta que lo sostengo más como intuiciónn que como tesis definitiva—, pero la educación que, enmascarando la autoridad, ha acostumbrado a los chicos y chicas a la seducción, pese a que se había creído de buena fe que seguía una pedagogia antiautoritaria, puede haber estado haciendo el trabajo sucio de la sociedad de consumo. Dicho de otro modo, quizás los niños y niñas han sido entrenados para responder a la motivación seductora de la publicidad y, por ende, se ha contribuido a debilitar la fuerza de voluntad indi­vidual que les hubiese permitido resistir mejor la tentación del mercado. Sin duda alguna, no voy a sugerir que un determinado progresismo pedagógico tenga que pedir perdón publico por el mal cometido, pero si le pido que lleve a cabo una reflexión autocrítica sobreesta cuestión.




jueves, abril 19, 2007

Contra las formas de enajenación parental

Con motivo de la celebración del "Día de la Enajenación Parental" el próximo 25 de abril, me hago eco de algunos textos y vídeos recopilados en distintos medios:

  • Elisabeth Badinter, una de las principales estudiosas del movimiento feminista, analizaba en XY. La identidad masculina, publicado en Alianza Editorial, la situación del hombre de hoy. Nos contaba cómo en las tres últimas décadas el hombre actual ha visto tambalearse su identidad secular ante la presión de una revolución femenina que reclamaba una sociedad más justa e igualitaria. Badinter apostaba por un futuro más armónico entre hombres y mujeres. Pero la propia Badinter denuncia en su obra Por mal camino esta armonía corre el peligro de naufragar por radicalización oportunista de muchas feministas quen han dejado de defender el valor universal de la igualdad en la diferencia entre sexos para encastillarse en una postura victimista. Una desviación que ha llevado al feminismo por la vía tiránica de un enfrentamiento absurdo entre mujeres y hombres, convirtiéndolos en enemigos irreductibles al partir del prejuicio dogmático de que ella es la víctima por naturaleza y él, un verdugo por definición. Un mal camino que sólo lleva al caos, al descrédito del feminismo y a perder la batalla por la igualdad entre los sexos.Elisabeth Badinter resalta la complejidad de la relación entre hombres y mujeres frente a las simplificaciones al uso que conducen a veces a resucitar viejos estereotipos y a la implantación de un nuevo «puritanismo» feminista. Aboga por una vuelta a la discusión de ideas entre concepciones opuestas y por hacer avanzar la igualdad entre los sexos sin amenazar las relaciones entre mujeres y hombres. Fuente: http://www.custodiacompartida.org/component/option,com_frontpage/Itemid,1/

  • Nada ha cambiado, dicen unas. Incluso es peor, dicen las otras. Jamás se puso tan claramente en el banquillo de los acusados a la violencia masculina. Violencia social y violencia sexual son la misma cosa. El culpable es señalado con el dedo: el hombre, sin importar su condición. Numerosos sociólogos y antropólogos repiten sin cesar esa
    constatación desesperante: natural o cultural, la supremacía masculina es universal. Sin olvidar su corolario: las mujeres están en todo tiempo y lugar en posición de inferioridad, luego, son víctimas reales o potenciales.

    Esta perspectiva “victimista” no carece de ventajas. En principio, una se siente, sin más, del lado correcto de la barricada. No sólo porque la víctima siempre tiene razón sino también porque provoca una conmiseración simétrica al odio sin piedad que una dispensa a su verdugo. Los penalistas lo saben bien: raras veces el público se identifica con el criminal que está en el banquillo. Por ende, la victimización del género femenino permite unificar la condición de las mujeres con el discurso feminista bajo una bandera común. Así, el rompecabezas de las diferencias culturales, sociales o económicas se
    desvanece con un toque de varita mágica. Incluso se puede comparar, sin sentir pudor, la condición de las “europeas” con la de las “orientales” y afirmar que “en todas partes las mujeres, por ser mujeres, son víctimas del odio y la violencia”

    Sin embargo, al confundir a las víctimas verdaderas con las falsas, se corre el riesgo de malinterpretar la urgencia de los combates a emprender. Al insistir constantemente acerca de la imagen de la mujer oprimida e indefensa contra el opresor hereditario, se pierde toda credibilidad ante las generaciones jóvenes que no escuchan con ese
    oído. Por otra parte, ¿qué se les propone, si no cada vez más victimización y penalización? Nada muy estimulante. Nada que pueda cambiar su vida cotidiana. Por el contrario, obsesionado por el proceso del sexo masculino y la problemática identitaria, el feminismo de los últimos años dejó de lado los combates que fueron su razón de ser.

    Hombres/mujeres. Cómo salir del camino equivocado Élisabeth Badinter (FCE, 2003)
    www.fondodeculturaeconomica.com/subdirectorios_site/Prensa/historico/20050202.pdf
    http://www.fce.com.ar/fsfce.asp?p=http://www.fce.com.ar/detalleslibro.asp?IDL=3077

  • ¿Cómo es posible que en Italia el movimiento feminista apoye la Custodia Compartida o que en Francia esta haya sido promulgada por una ministra feminista y en España, salvo excepciones, el movimiento feminista en gran medida se haya decantado por el mantenimiento de la custodia monoparental para la mujer? ¿No estamos reproduciendo así el modelo de familia tradicional?Al adoptar esta postura ideológica un sector mayoritario del feminismo español contradice líneas de pensamiento básicas tanto de las Organizaciones Internacionales, como de la Historia del Feminismo uno de cuyos hilos conductores ha sido la defensa de la capacidad de la mujer para desarrollarse fuera del hogar, como de la Ideología de Género, la cual propone como fórmula para la liberación de la mujer la asunción de nuevos roles sociales. Así la Declaración Universal de Derechos Humanos dice en su artículo 16 "1. Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia, y disfrutarán de iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio". La Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Población y el Desarrollo de 1994 menciona: "El empoderamiento y la autonomía de la mujer y el mejoramiento de su condición política, social, económica y sanitaria constituyen en sí un fin de la mayor importancia. Además, son indispensables para lograr el desarrollo sostenible. Es preciso que mujeres y hombres participen e intervengan por igual en la vida productiva y reproductiva, incluida la división de responsabilidades en cuanto a la crianza de los hijos y al mantenimiento del hogar"... El movimiento por la Custodia Compartida, al igual que un importante sector del feminismo, defiende la igualdad real entre hombres y mujeres a través del cuidado de los hijos.Pero una parte sustancial del movimiento feminista defiende el mantenimiento de la situación en la que la mujer ha de hacerse cargo de la custodia de los hijos y el hombre aportar los medios económicos ¿Quién propone una visión progresista y quién una visión tradicional de la paternidad? Luis Martínez,Presidente de la Asociación de Padres de Familia Separados de Asturias (APFS)

  • ...En el último año he recibido varias cartas de lectores desesperados porque se sienten desprotegidos ante la ley. Hombres separados que no consiguen ver a sus hijos, o que dicen haber sido acusados de violencia falsamente. Lo cierto es que entre los abogados y los jueces se sabe que en algunas demandas de divorcio la esposa denuncia automáticamente por maltrato para estrujar al cónyuge. Y sin duda se sigue priorizando en exceso a la mujer a la hora de quedarse con los niños. Hace poco se le quitó la custodia de sus dos hijos a una madre que los explotaba como actores. La demanda la presentó una abogada y la sentencia la dictó una juez, y probablemente gracias a que el caso lo llevaron dos mujeres se consiguió salvar a los niños de ese abuso. Porque si hubieran sido hombres tal vez no se hubieran atrevido, o no hubieran querido abandonar la hipervaloración del derecho materno, que no es más que machismo, y que en vez de protegernos nos encadena al papel tradicional de mujer-madre. Sé bien que el horror constante de la violencia sexista, y el dolor atronador de tantísimas víctimas apaleadas, apuñaladas o quemadas vivas, nos obliga a exigir una respuesta social urgente. Pero no creo que discriminar a los hombres sea el camino.ROSA MONTERO Nosotras, El País 20/03/2007


  • ...son demasiadas, y muy serias, las voces que denuncian el abuso contra los hombres, que la nueva ley contra el maltrato puede representar. De entre todas, la juez decana de Barcelona, Maria Sanahuja, ha sido la más combativa. El tema no es menor, y desde el rotundo compromiso con los derechos de la mujer, desde la convicción que es necesaria una ley integral contra la violencia de género, y desde la concienciación con una problemática que cada año mata a decenas de mujeres, desde todo ello, o precisamente por todo ello, los sectores más activos tenemos que hacernos algunas preguntas. ¿Es una ley completamente justa? Si lo es, ¿se aplica con inteligencia?; ¿ha servido para frenar el maltrato a la mujer?; ¿hay mujeres que usan ese drama social para actuar malvadamente contra sus maridos? Y la pregunta del millón: ¿la ley ha abierto la puerta al maltrato contra los hombres? Es decir, ¿en la lucha por aplicar la justicia, hemos inventado otra forma de injusticia?Si ser preciso es necesario en todo cuadro argumental, serlo en este caso me parece una exigencia moral. No hablamos de una cuestión menor. La lacra social del maltrato a la mujer, derivada del paradigma cultural del dominio de la mujer, en la estructura patriarcal, ha dejado un lastre de dolor, humillación y violencia que ha arrastrado a centenares de mujeres al pozo negro de la desesperación. No hace aún tanto tiempo, el maltrato podía formar parte de la lógica familiar, era considerada una cuestión íntima, y todas las mujeres golpeadas se habían caído por la escalera. Los abogados que luchaban contra la violencia de género se encontraban con policías, comisarías, leyes y tribunales que no entendían, no podían o no sabían combatirla. No olvidemos que no estábamos ante un delito, sino ante una falta.Árdua y difícil fue la lucha, desde la mítica denuncia de Ana Orantes en televisión, para conseguir leyes contundentes, sensibilidad social y un compromiso colectivo que situara al maltratador en el lugar delictivo que le correspondía. Pero, en el necesario camino hacia la plena garantía de los derechos de la mujer, ¿no habremos perdido algo por el camino? Quizá ecuanimidad, quizá prudencia. Sea como fuere, si es cierto que la ley permite la trampa malvada de castigar a un ex marido con falsas denuncias de maltrato, si lo es que las denunciantes no reciben castigo por la falsedad y si muchos hombres están sufriendo un nuevo tipo de acoso y ven sus derechos lesionados, entonces tenemos un serio problema. La cuestión del maltrato es tan profunda, relevante y comprometida, que no puede ser, de ninguna manera, la puerta de entrada de otra forma de maltrato. Y si la ley no está bien ajustada, habrá que ajustarla, para que sea justa la ley.Creo, además, que esta sensibilidad, también a favor de los hombres maltratados -y una falsa denuncia es un serio maltrato-, tiene que partir de los sectores más sensibles y comprometidos con la mujer, precisamente porque su sensibilidad es mayor. Nosotras, que sabemos por propia piel histórica lo que significa la discriminación legal, no podemos ser la excusa para discriminarlos a ellos. Es tan simple y... tan complejo como esto: si el feminismo crítico, inteligente y comprometido no lidera la lucha contra el abuso de la ley, todos los pata negra machistas, misóginos e irreductibles que quedan por las cavernas del país utilizarán dichos abusos para defender postulados de dominio. Para muestra, el botón del libro El varón castrado, auténtico panegírico misógino, con la excusa de defender a los hombres falsamente acusados. Pero es que, además, la sensibilidad para con la mujer maltratada, necesariamente tiene que venir acompañada de una sensibilidad global, que incluye rechazo a la mentira, repudio al abuso y castigo para aquellos que lastiman a sus ex, lanzándoles tamaña falsedad. Sí. Soy favorable a la ley. Pero soy igualmente favorable al castigo severo contra las denuncias falsas, porque hacen tanto daño a la pedagogía de la igualdad como el propio paradigma de dominio. No pueden quedar impunes.Soy una luchadora de los derechos de la mujer. Como tantas. Como miles. Precisamente por eso, me indigna y me duele que, en nombre de esa lucha, hoy existan hombres que sufren severamente. La ley no se hizo para dirimir peleas de pareja, ni para castigar los amores fallidos, ni como ariete de venganza. La ley castiga un delito serio que mata decenas de mujeres. El resto pertenece al ámbito de la pelea civil, quizá de la miseria cotidiana, de los restos de los amores mal acabados. Usar el maltrato para venganza, abuso o presión económica es otro acto de maltrato. Y contra ese maltrato, tampoco podemos ser insensibles. Pilar Rahola. Fuente:http://www.amnistia-infantil.org/Pilarraholayelmaltratoaloshombres.mht

  • Igualdad.ROSA REGÀS.Hay en este mundo tanta desigualdad entre hombres y mujeres, blancos y negros, ricos y pobres, que a veces nos quedamos atónitos al ver cómo, intentando arreglar una brutal desigualdad, nos abocamos a otra igualmente injusta. Hablo de los matrimonios separados y con hijos.Cuando yo era joven, una mujer por el mero hecho de pedir la separación, incluso de conseguirla su cónyuge sin su consentimiento, se veía privada de los hijos a los que tenía que ver en el Tribunal Tutelar de Menores frente a una señorita que vigilaba que la mala reputación y las malas influencias de la madre no llegaran a los inocentes niños, víctimas de su desamor. Porque desamor era no haber sabido conservar el marido y prueba más que fehaciente de que una mujer así no merecía de ningún modo la custodia de los hijos. Que el marido la hubiera engañado, pegado, maltratado, apenas importaba. Su deber era 'aguantar'. Si no lo hacía era una mujer separada y como tal, culpable.Con la democracia las leyes han cambiado, y hoy la mujer separada ha dejado de ser culpable. Es más, en el 98% de los casos consigue la custodia de los hijos.Ahora, pues, son los padres los que han sido marginados, los que tienen que atenerse a lo que la madre diga y haga, los que apenas pueden decidir el presente y el futuro de los hijos. La igualdad no está contemplada y cuando los padres piden que si no hay elementos en contra, como pueden ser malos tratos o delincuencia, el juez conceda a la pareja la custodia compartida, a ello se niegan tanto las mujeres como las abogadas de las mujeres con argumentos que van desde la irresponsabilidad general de los hombres hasta acusaciones de las mujeres, muchas veces ni siquiera probadas.Los hombres aducen que muy a menudo las mujeres utilizan a los hijos como arma arrojadiza contra ellos, negándoles las visitas o haciéndoselas muy difíciles, y mucho más a menudo aún poniendo a los hijos en su contra y en la de sus nuevas parejas, ésas que tanto ofenden, al parecer, a las madres.El hecho que la totalidad de las mujeres fuera vilipendiada y humillada en una época ya pasada no quiere decir que todas ellas sean justas a la hora de compartir la vida de los hijos. Y creo que una ley más igualitaria sería necesaria para cubrir los casos de tantísimos padres y sus nuevas familias que se ven apartados del amor y del cuidado de los hijos de antiguos matrimonios.Son los hijos los que sufren los odios y frustraciones de los padres. Si los amamos, deberíamos tenerlo en cuenta. Rosa Regás. 1 d'abril de 2006, El Correo DigitalFuente: http://colometa.blogspot.com/2006_10_01_archive.html










miércoles, abril 18, 2007

Cartilla de urbanidad

Acaban de lanzar en los kioscos una nueva colección de libros titulada Libros de la escuela de entonces. En estos momentos tengo en mis manos La cartilla moderna de urbanidad (niños) de la editorial F.T.D., Barcelona, 1929. En el capítulo primero, aparece una condesa circunspecta –no un conde como cabría esperar-, que reprime a su vengativo hijo y le recalca que ella cifra su honra ante los demás en saber educarle. ¡Fantástico!.








A riesgo de ser acusado de carca y reaccionario, lo cierto es que esta obrita es una perla y la pienso utilizar con mis hijos –"en casa del herrero, cuchillo de palo"-. Hasta ahora la conocía por reproducciones parciales de sus maniqueas pero efectistas ilustraciones –“el niño bien educado”, “el niño mal educado”-. ¡Cuánta sabiduría!.




Los principios que inspiran este manual son claros y se expresan sin complejos (dicen que la expresión “sin complejos” es conservadora). Destacaré algunos especialmente valiosos para los tiempos que corren:

  • El niño bien educado sabe contener sus impulsos, aun a riesgo de reprimir en exceso su espontaneidad.
  • El niño bien educado es el que procura hacer la vida amable a los que le rodean y no les mortifica con demandas caprichosas o quejas bobas.
  • El niño bien educado sabe disimular lo que le desagrada para no sobrecargar con su subjetivismo egótico a los que le rodean
  • Un niño bien educado acepta las correcciones sin protestas ni replicas, incluso aunque pueda haber errores de apreciación por parte del adulto, porque valora la preocupación por educarle.
  • El niño bien educado reconoce la autoridad de los adultos encargados de educarle y les obedece diligentemente , pero su confianza no es indiscriminada y es prudente con los extraños.
  • El niño bien educado es compasivo con los que sufren y sabe consolarles y prestarles ayuda.
  • El niño bien educado sabe guardar silencio en el aula, la norma básica de la escuela.
  • El niño bien educado sabe ser extravertido cuando las circunstancias lo demanden, venciendo su timidez.

En definitiva, nada que ver con la blandenguería, la indulgencia sistemática y la estimulación permanente del espontaneísmo y del yoísmo que actualmente inspiran nuestras prácticas educativas; o con las actitudes sobreproteccionistas con que abrumamos a niños y adolescentes. Cierto es que antes existía el riesgo de crear personalidades acríticas, descompensadas, introvertidas, hipócritas, reprimidas y sumisas. Cierto es que aquella era una educación que contribuía a la perpetuación de una cultura clasista, patriarcal, jerarquizada y autoritaria con roles muy diferenciados y no intercambiables. Cierto es que en aquel contexto abusivo los niños tenían todos los deberes y los adultos todos los derechos. Cierto es que aquella era una cultura de la precariedad y del estoicismo, en la que los bienes materiales y morales se conquistaban con especial esfuerzo y, si se disfrutaban por un singular privilegio, comportaban, al menos en teoría, obligaciones hacia la sociedad. Cierto es que se partía de que nadie era bueno por definición o conseguía serlo jamás de forma definitiva, estando siempre bajo vigilancia y sospecha. Cierto es que se confiaba más en el castigo y la represión que en la motivación y el refuerzo positivo.

Pero, a pesar de tantas objeciones, creo que esta cartilla contiene una serie de orientaciones y de principios educativos básicos, que siguen siendo perfectamente válidos hoy por hoy:



  1. los niños deben aprender a contener sus impulsos y para ello deben someterse a las limitaciones, correcciones e imposiciones de los adultos;

  2. los niños deben aprender a permanecer en silencio cada vez más tiempo, porque sólo el silencio proporciona el clima adecuado para iniciarse en muchos aprendizajes decisivos (un silencio, por supuesto impuesto, porque el silencio raramente se descubre y convierte en apetecible, si alguien no lo fuerza y más actualmente);

  3. los niños deben aprender a sobrellevar las incomodidades y adversidades objetivas o las derivadas de su subjetividad inestable como algo natural, que forma parte de la condición humana, sin que esos malestares les legitimen para sobrecargar más de lo imprescindible a los que les rodean, especialmente en entornos compartidos y reglados.

  4. los niños deben prepararse para realizar aprendizajes que pueden ser arduos y poco motivadores a corto plazo, pero que a la larga permiten desarrollar capacidades y destrezas que ofrecen recompensas muy valiosas.

  5. los niños deben aprender a vencer sus inseguridades y timideces y conseguir una comunicación fluida con los adultos.

  6. los niños deben enfrentarse a la realidad del sufrimiento ajeno y desarrollar actitudes empáticas, ejercitándose en las acciones de ayuda, respaldo y acompañamiento.

Aplicar estos principios es muy exigente para los adultos que han de empezar por predicar con el ejemplo –como siempre- y hacer acopio de energía para:


  1. “Imponer” normas, restricciones, condiciones, horarios, plazos y otras exigencias (contenidos arduos) y limitaciones.


  2. Hacer cumplir esas normas y exigencias


  3. Identificar los errores y corregir a los niños


  4. Sancionar las infracciones de las normas


¿Y la motivación? ¿Y el refuerzo positivo? ¿Y la autoestima del discente?. Asumiendo las limitaciones de la acción docente –mayores de las que algunos pedagogos hacen creer- , el buen maestro, el buen educador siempre parte de la confianza en el potencial de sus alumnos; siempre intenta estimular la curiosidad y despertar el interés; siempre procura premiar los progresos reales; y siempre premia los esfuerzos realizados.

jueves, abril 12, 2007

Maniqueísmos de género

En un sugerente artículo publicado en La Vanguardia el miércoles 4 de abril, titulado "La ansiedad del cowboy", Ana María Vidal (investigadora sobre grupos de hombres) insiste en asociar al patriarcado la racionalidad instrumental que ha llevado a devastar el planeta y a envenenar las relaciones entre los seres humanos que lo poblamos. Frente a la sordera narcisista de la civilización patriarcal, se alza una autoridad de matriz femenina que suscita confianza y credibilidad, porque en lugar de imponerse por la fuerza, argumenta, escucha e incluye sin apelar a verdades inamovibles; porque incorpora a los demás en su visión del mundo y de las relaciones; porque es sensible a sus necesidades; porque con sus gestos sabe expresar acogida y cuidado; porque no intenta ganar a toda costa; porque prioriza “el bien co­mún sobre la victoria del ego o la salvaguarda del orgullo”.

Desconocida Ana María, ¿por qué simplificas tan maniqueamente las cosas y adjudicas en exclusiva al género masculino la inspiración de las obras más nefandas y al femenino la de las bondades más sublimes? Según semejantes presupuestos, deberíamos alarmarnos ante la evidencia de multitudes mutantes de mujeres masculinizadas (es decir, rígidas, dogmáticas, egoístas, orgullosas, insensibles, ventajistas, etc.) y hombres desmasculinizados (tolerantes, empáticos, flexibles, generosos, humildes, etc.).

Si se trata de de promover una cultura de la apertura y del amor que trascienda el género, de apelar indiferenciadamente a lo mejor del ser humano, quizás sería mejor no insistir en las más que discutibles matrices masculina del egoísmo y femenina del amor.


Sobre la lucha de los hombres por desprenderse de sus lacras, se puede consultar...

http://www.elartede.com/genero/articulos/hombres1.pdf